El famoso “volado” que decidió la Sede de la Serie del Caribe de 1997.

palco premier 2

= Culiacán perdió su primera candidatura de la historia.

 

= Hermosillo ganó el “volado” y también la sede del torneo

 

= Tomateros, sin embargo represento a la LMP en Hermosillo-97

 

= Y Naranjeros, a su vez, estuvo en Culiacán en la serie del 2001.

 

Hasta antes de la Serie del Caribe de 1997, la Liga Mexicana del Pacífico había sido sede del gran torneo en ocho ocasiones: cuatro veces Hermosillo (1974, 1982, 1987 y 1992) e igual número, Mazatlán (1978, 1985, 1989 y 1993). Conforme a este patrón, la siguiente, en 1997 sería para México; concretamente para Hermosillo.

Sin embargo, Juan Manuel Ley López, el presidente del club Tomateros de Culiacán, encendió las luces de alerta, cuando solicitó para Culiacán, la sede de la SC de 1997.

La petición de don Juan Manuel Ley estaba sólidamente fundamentada:

1.- Tomateros de Culiacán era el actual campeón del circuito y también de la Serie del Caribe realizada en 1996, en Santo Domingo, República Dominicana.

2.- El estadio “Angel Flores” había sido objeto de una remodelación a fondo por parte del gobierno de Sinaloa (lease: ingeniero Renato Vega Alvarado) y ya estaba a la altura de los mejores de la Confederación de Ligas del Caribe.

3.- La ciudad de Culiacán ya contaba, para entonces, con la infraestructura hotelera adecuada; un aeropuerto ampliado, con buena conectividad; excelente comunicación por carretera con las principales ciudades del Noroeste y el resto del país; extraordinaria oferta gastronómico y amplia variedad de servicios turísticos en general.

Y además:

4.- Si ya Hermosillo había sido sede por cuatro veces y Mazatlán otras tantas, era de elemental justicia que se brindara la oportunidad a otras plazas del circuito invernal y por eso Culiacán tenía la mano levantada.

Y la propuesta en pie.

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La última serie del Caribe en territorio mexicano se había llevado a cabo en febrero de 1993 en Mazatlán, así que los del puerto estaban totalmente fuera de la jugada y sus directivos solo estarían en calidad de invitados de piedra en las muchas discusiones que después se darían sobre el particular.

Los directivos de Hermosillo, en cambio, aducían que a la capital de Sonora le correspondía la sede, por su carácter rotativo con Mazatlán, bajo el argumento de que solo estas dos ciudades tenían la capacidad suficiente para organizar una Serie del Caribe.

Y que Tomateros de Culiacán, además, no había presentado la solicitud correspondiente en su oportunidad.

Por eso, el club Naranjeros, que siempre ha tenido el respaldo de la presidencia de la Liga Mexicana del Pacífico, se opuso categóricamente a la candidatura de Culiacán y advirtió, incluso, que estaban dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias para mantener a Hermosillo como sede de la Serie del Caribe de 1997.

Y así fue.

Directivos de Tomateros de Culiacán y Naranjeros de Hermosillo, apoyados por los gobernadores de sus respectivos Estados (Renato Vega, de Sinaloa y Manlio Fabio Beltrones, de Sonora) iniciaron campaña, cada quien por su cuenta; pero, luego de cuatro meses de cabildeo no había nada claro:

Mazatlán, Guasave y Los Mochis, respaldaban a Culiacán.

Mexicali, Ciudad Obregón y Navojoa, a Hermosillo.

O sea: cuatro contra cuatro, en un resultado que se trababa todavía más, con el paso de los días.

El tiempo, sin embargo, seguía inexorablemente su marcha, hasta que llegó el momento decisivo: junta en junio, en la ciudad de Los Mochis, con un solo punto en el orden del día: la sede de la Serie del Caribe de 1997.

Todavía antes de iniciar la reunión, Juan Manuel Ley intentó quemar su último cartucho, con Dio Alberto Murillo, presidente de Aguilas de Mexicali, bajo el argumento de que él era más sinaloense que sonorense: hijo de Dio Murillo y la señora Pompeya Rogers de Murillo, matrimonio de alta estima entre la sociedad de Culiacán. Dio Murillo, sin embargo, no prometió nada a Juan Manuel, ni tampoco a Jaime Blancarte Pimentel, gerente de Tomateros, que entró a reforzar la petición.

Así, tras tres horas de discusiones, la votación se mantenía igual: cuatro contra cuatro.

Receso y dos horas más tarde, todo igual.

Ahí, Juan Manuel Ley solicita públicamente a Arturo León Lerma, presidente de la Liga Mexicana del Pacífico, ejerza su voto de calidad, a fin de romper la igualada y de decidir la sede de la Serie del Caribe de 1997; pero el doctor León Lerma se niega en forma concluyente.

Entonces, el secretario de la LMP – y presidente del club Yaquis de Obregón – formula otra petición:

-Echemos un volado y asunto arreglado.

Y lo que fue, en principio, una propuesta descabellada, se convirtió, al paso de las horas, en lo que podía ser la única solución, tras el compromiso de los presidentes de los clubes Tomateros y Naranjeros de aceptar lo que la suerte decidiera.

Vino el volado y lo ganó Naranjeros.

Y Hermosillo se convirtió, en ese momento, en la sede de la Serie del Caribe Hermosillo-1997 y ahí mismo se decidió que Culiacán lo sería en febrero de 2001. Cuatro años después.

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Y lo que son las cosas.

Cuando la serie del Caribe 1997 en Hermosillo, el representante de la LMP fueron precisamente los Tomateros de Culiacán, tras doblegar a Naranjeros en la serie final, con aquel imparable de Benjamín Gil sobre el pitcheo de Juan Acevedo.

Y cuando la Serie de Caribe 2001 en Culiacán, quien estuvo aquí a defender los colores de nuestro circuito invernal fueron los Naranjeros de Hermosillo.

En ambas ocasiones, sin embargo, el comportamiento del público fue ejemplar. Extraordinario.

En Hermosillo 1997 la fanaticada de la capital de Sonora apoyó hasta el final y sin condiciones a Tomateros de Culiacán, quienes perdieron un juego definitivo – ante Aguilas de Cibao – que pudo representar el bicampeonato.

Y en Culiacán 2001, los aficionados de Culiacán regresamos la cortesía. El público local se entrego sin reservas a Naranjeros de Hermosillo, quienes, coincidentemente, también llegaron al encuentro decisivo en la última jornada, solo para perderlo, también ante las Aguilas Cibaeñas, de Santiago de los Caballeros, República Dominicana.

Ambos fueron subcampeones, entonces.

Pero a quien no perdonó nunca la gente de Culiacán fue al presidente de la LMP, Arturo León Lerma, por la negativa a utilizar su voto de calidad, que bien pudiera haber sido para Hermosillo, hasta eso.

Y la porra lo saludaba cada vez que se hacía pública su presencia en el legendario estadio “Angel Flores”.

En fin.

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