El azúcar de Serapio…….¿desplante o alternativa?
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- Publicado: Jueves, 27 Marzo 2025 08:23
- Escrito por José Luis López Duarte
Seguramente, usted, como yo y muchos que han leído la reciente noticia, nos quedamos pasmados, estupefactos, incrédulos o, al menos, sorprendidos por la declaración del diputado Serapio Vargas. Este legislador ha decidido cerrar la calle Obregón en Culiacán para exigir que el gobernador Rubén Rocha compre 12,000 toneladas de azúcar que, según las informaciones publicadas por El Debate, serán producidas por los agricultores del municipio 19 El Dorado, utilizando caña que será procesada en un ingenio que, curiosamente, es propiedad del mismo diputado.
Para comenzar, el asombro se origina en el hecho de que esta no es una noticia nueva, sino más bien una reiteración de un proyecto que el diputado había anunciado hace aproximadamente dos años. Desde entonces, las expectativas sobre la compra del ingenio y el plan de siembra de caña en la región han quedado en el aire. La falta de información concreta sobre el avance de este plan suscita preguntas incómodas: ¿Dónde están los acuerdos con el gobierno estatal y federal? ¿Por qué se han mantenido en silencio acerca de los pasos necesarios para reactivar el cultivo de caña y su posterior industrialización?
La amenaza de Vargas, al cerrar la calle Obregón, parece una medida extrema que mezcla política y presión mediática. Su postura pone en tela de juicio su lealtad a la Cuarta Transformación (4T) y su compromiso con el desarrollo agrícola de Sinaloa. A lo largo de la historia, el cultivo de caña en el estado ha tenido una tendencia decadente que se remonta a más de seis décadas. Los ingenios que alguna vez fueron el orgullo de la industria azucarera, como El Dorado, Costa Rica, Navolato y Los Mochis, han desaparecido o se han convertido en meros vestigios de un pasado mejor, integrándose incluso al museo industrial de Sinaloa.
La caída en la producción de caña y azúcar en México, sin embargo, no es un fenómeno aislado. Durante los últimos 60 años, el sector ha enfrentado desafíos considerables, comenzando en la década de 1960 cuando la producción mexicana empezó a perder competitividad frente a otros países, especialmente Brasil y Estados Unidos. Esta competencia desleal, donde el azúcar mexicano vendía a precios más altos (con un diferencial de hasta un 15% frente a Brasil), consolidó la tendencia negativa hacia la producción azucarera nacional.
A inicio de los años 70, el gobierno mexicano tomó medidas drásticas al estatizar los ingenios, con la esperanza de recuperarlos, pero en lugar de eso, la situación empeoró. Finalmente, en 1988, todos los ingenios fueron vendidos al sector privado en un intento fallido por recuperar la economía de la industria. La situación se volvió aún más crítica con la llegada de nuevos sustitutos, como los jarabes de maíz, que comenzaron a desplazar al azúcar en el mercado.
En este contexto, el planteamiento del diputado Vargas sobre la compra de 12,000 toneladas de azúcar puede parecer más un acto simbólico que una solución viable. Con una tendencia histórica que muestra la caída de la producción de caña, así como la creciente relevancia de alternativas como el maíz y el etanol, queda claro que simplemente exigir compras al gobierno no resolverá la crisis del sector. Además, las preocupaciones sobre el impacto ambiental y social del cultivo de caña no deben ser ignoradas. Este tipo de cultivo requiere grandes extensiones de tierra y consumo de agua, lo que podría entrar en conflicto con otros usos del suelo y necesidades comunitarias.
Por lo tanto, es evidente que el diputado Serapio Vargas tiene muchas explicaciones que dar respecto a sus proyectos. Su papel como pequeño magnate azucarero y representante del pueblo debería generar un diálogo más constructivo sobre la reactivación del sector, en lugar de utilizar tácticas de confrontación que, más que soluciones, pueden generar divisiones.
Es imperativo que se busque un enfoque que contemple la sostenibilidad y una real industrialización del cultivo de caña, que no solo beneficie a unos pocos, sino que impulse el desarrollo integral del sector agrícola en Sinaloa. La exigencia de la compra de azúcar debe transformarse en un llamado a la acción para abordar las raíces de la crisis en la producción de caña en México, construyendo puentes entre el gobierno, los productores y las instituciones educativas para fomentar la innovación y reactivar una industria que, aunque en declive, aún tiene potencial si se maneja con visión y responsabilidad.