Hermosillo-1974, Primera Serie del Caribe en México

COLUMNA PALCO PREMIER DEPORTES JORGE LUIS TELLESok

 

= Dominicana y Puerto Rico, con su constelación de estrellas

 

= Venezuela ausente por conflicto peloteros-dueños de clubes

 

= LMP con dos equipos: Venados de Mazatlán y Yaquis de CO

 

= Inolvidable el arranque, con victoria de México sobre RD

 

Perdido en un rincón de lo que hoy llaman la casa-club, Benjamín Cerda recibe la orden de batear de emergente, por parte del manager Ronnie Camacho. La “Chata” no está nada contento. De antesalista titular, toda la temporada, con los Venados de Mazatlán, ahora desempeña la más dura de todas las posiciones: la banca. Tomará el lugar del pitcher Aurelio López y allá va, finalmente decidido a tratar de cumplir su misión.

Viernes primero de febrero de 1974, en Hermosillo, Sonora. Primera Serie del Caribe que se desarrolla en territorio mexicano, exactamente cuatro años después de la reanudación del clásico, tras diez años de mantenerse en el olvido: de 1960 a 1970. Vibra el estadio, lleno a su máxima capacidad. Todavía no era bautizado, por cierto, con el nombre de Héctor Espino.

Luego de tres Series del Caribe, México apenas ha ganado 4 de 18 partidos; pero ahora tiene, en la segunda base, la potencial carrera de lo que sería la quinta victoria de su naciente historia. Juego empatado, a 2 carreras por bando.

Tigres de Licey, campeón de la República Dominicana, está en el campo de juego, con una alineación de lujo, manejada por Tom Lasorda: Bill Buckner, en la primera base; Teodoro Martinez, en la segunda; Steve Garvey, en la tercera; Rick Auerbach, en el campo corto; Manny Mota, en el jardín izquierdo; Cesar Gerónimo, en el central y Tom Parciorek, en el derecho. Bob Didier es el cátcher y quien lanza es Charlie Hough. Medio equipo de los Dodgers de los Angeles y si mucho me apura un poco más.

Charlie Hough luce tremendo, con una recta quemante, combinada con una “nudillera”, lanzamientos con los que hacía estragos en la artillería mexicana.

Ese noveno capítulo, lo abre Hough con sonoro ponche para Wayne Nordhagen; pero Humberto García se le complica y negocia la inicial por bolas malas. Saúl Mendoza – de los muy escasos Tomateros presentes en la Serie – se poncha, para el segundo out; pero, en la misma acción, García se roba la intermedia, a donde llega de clavado para superar el tiro de Didier. La victoria, a tiro de hit.

Y es aquí, justamente, cuando Cerda entra en escena.

El rechoncho antesalista, oriundo de La Barca (Jalisco) – alguna vez ganador del guante de oro en las Ligas Menores del Beisbol Organizado – deja pasar el primer envío: una recta que parte en dos el pentágono; al siguiente, Cerda choca la pelota y le sale una línea por entre jardines izquierdo y central. Cesar Gerónimo, corre en diagonal, corta la bola y manda un riflazo, de un bote a la mascota del cátcher Bob Didier; pero cuando llega, ya Humberto García se desliza, de abanico, sobre el plato, para darle el triunfo, 3-2, a los Venados de Mazatlán, campeones de la Liga Mexicana del Pacífico.

La escandalosa porra de República Dominicana no da crédito a lo sucedido, mientras el entonces moderno y funcional estadio de Hermosillo se estremece hasta sus cimientos. En el palco de prensa -también lleno hasta el tope - festejamos ruidosamente y la fanaticada, eufórica, abandona el parque en búsqueda de algún sitio para continuar la celebración.

Inmejorable arranque de la Serie del Caribe, la cuarta de los tiempos modernos; pero ya la número 17 desde su nacimiento, en la Habana Cuba, en 1949, con la coronación del Almendares.

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Para la Serie del Caribe de 1974, solo se registraron dos equipos extranjeros: Tigres de Licey y Criollos de Caguas, campeones de las ligas de República Dominicana y Puerto Rico, respectivamente. Caguas, a la postre, el monarca.

Declinó a la convocatoria la Liga de Venezuela, por problemas sin solución entre peloteros y dueños de equipos. Salarios y prestaciones, se supo después.

La temporada no terminó allá y obvio, no vinieron a la Serie del Caribe.

Sin embargo, la Liga Mexicana del Pacífico y la Confederación habían acordado ya un plan “B”: que el equipo subcampeón de la temporada 1973-1974, debidamente reforzado, sustituyera al de Venezuela. Ese club fue Yaquis de Obregón, tras perder la gran final ante Venados de Mazatlán, en solo cuatro partidos.

A final de cuentas, la idea dio como resultado un éxito redondo.

Y es que, excepto cuando se enfrentaron entre sí, en el resto de las jornadas siempre había un equipo mexicano y eso trajo como consecuencia, grandes llenos a lo largo de los seis días de competencia. Y las dos veces que Venados y Yaquis chocaron entre sí, se desparramó la pasión y la rivalidad en las tribunas del estadio.

Total que el éxito de esta primera Serie del Caribe en suelo nacional fue general, en todos los aspectos.

En el deportivo, grandes partidos y gran show a cargo de los muchos jugadores de Grandes Ligas ahí presentes; en cuanto a organización, ni hablar, de primera línea. Y en lo económico, toda una semana y un poco más, con hoteles, restaurantes, tiendas y otros centros de esparcimiento, con visitantes de muchas ciudades del país, más algunas de los Estados Unidos y las numerosas delegaciones procedentes de República Dominicana y Puerto Rico.

La cobertura periodística fue excepcional: la acreditación incluyó a profesionales de las ocho plazas de la LMP – prensa escrita y radio – y de las de la Liga Mexicana de Verano, incluidos los de la ciudad de México; entre quienes figuraban elementos de la talla de Tomás Morales, Manuel Villasana, Jorge de la Serna y Enrique Kerlegand. La atención a los representantes de los medios de comunicación, sencillamente extraordinaria.

También periodistas consagrados en el plano internacional: Buck Canel, Mussio Lacaverie y Domingo Saint Hilaire junior, además de otro tipo de personalidades como Carlos Graulaub, de Puerto Rico y el famoso “Guayaberudo”, de Dominicana, que pusieron ambiente grande en las tribunas.

En las tribunas, por doquier, mujeres hermosas; gente con vestimenta formal; edecanes, asistentes y auxiliares, con una sola consigna: la mejor atención al visitante.

En glamour, inigualable. Era la primera pues.

Ciertamente, Hermosillo no tenía mucho que ofrecer, excepto un estadio nuevo, moderno y funcional; pero no había mejor opción, por aquel entonces. Hermosillo se esmeró, se pulió y sacó la tarea. Todo mundo regresó satisfecho a sus lugares de origen, incluso hasta los aficionados más exigentes. Durante siete u ocho días se respiró, se comió, se bebió y se sudó beisbol, de primera magnitud.

Me consta.

Fue mi primera Serie del Caribe, en mi papel de cronista deportivo, a los 19 años de edad, en cobertura para El Sol de Sinaloa, siempre asesorado por don Agustín D. Valdez – jefe de la sección deportiva de El Sol -, titular de la transmisión radiofónica para México, el Caribe y los Estados Unidos. Así, en mancuerna, cubriríamos una más: la de República Dominicana, en 1976, cuando la primera corona para México, por conducto de los Naranjeros de Hermosillo.

Qué de recuerdos.

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En el plano deportivo, Venados de Mazatlán, el campeón de la LMP, triunfó en su primer partido; pero ya no supo lo que era ganar sino hasta la última fecha, cuando venció, en un partido de mero trámite a los Criollos de Caguas, ya coronados monarcas de la Serie. Fue una victoria de 1-0, con soberbio pitcheo de una estrella naciente: Eleno Cuen.

Yaquis de Obregón, subcampeón, ganó tres juegos; dos de ellos sobre los Venados de Mazatlán y uno más sobre Licey. Todavía en el arranque de la última fecha mantenía algunas aspiraciones; sin embargo se esfumaron con su último descalabro.

A lo largo del torneo, las opiniones se dividieron en el graderío.

Con Yaquis de Obregón alineaba Héctor Espino, el ídolo de ídolos y este factor fue detonante, para que, en sus dos encuentros frente a Mazatlán, las simpatías se inclinaran del lado de la tribu.

En términos generales, tanto Venados de Mazatlán como Yaquis de Obregón cumplieron con la expectativa; sin embargo debe considerarse siempre un detalle: por aquellas épocas, todos los equipos de la Confederación llevaban a Series del Caribe a lo mejor; Grandes Ligas, incluidos.

Así de sencillo.

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