En 1997 cayó el bicampeonato y el Título 7 para Tomateros de Culiacán

COLUMNA PALCO PREMIER DEPORTES JORGE LUIS TELLESok

 

-Benjamín Gil decidió, con hit, el sexto partido

 

-Y Culiacán fue a Hermosillo a la Serie del Caribe

 

-Rivalidad acentuada entre los dos grandes de la LMP

 

-Fue el cuarto de seis títulos para el Paquín Estrada

 

Dereck Bryant, manager de Naranjeros de Hermosillo, abandona lentamente la loma de pitcheo, donde acaba de colocar a Juan Acevedo – pelotero de Grandes Ligas – en un intento de salir de una situación prácticamente imposible: casa llena, sin out, cierre de la novena entrada y partido empatado a 4 carreras. Es el sexto de la serie final entre Hermosillo y Tomateros de Culiacán. Miercoles 29 de enero de 1997. El estadio “Angel Flores” es un volcán en erupción.

Heriberto García, el short stop de Tomateros de Culiacán está en el círculo en espera de que el ampáyer principal llame a reanudar las hostilidades. Paquín Estrada, el manager del equipo local, no lo piensa dos veces y manda a Benjamín Gil como emergente en lugar de Heriberto. Los dos se cruzan en el camino; se desean suerte y se funden en cálido abrazo, en medio de un griterío infernal.

Benjamín no ha tenido una buena serie final. Entre lesiones y bajas de juego, le ha cedido la titularidad del campo corto a García, a quien el legendario cronista radiofónico, Agustín D. Valdés, ha bautizado como “El Amuleto”. De cualquier modo, Benjamín Gil es Benjamín Gil y la gente lo recibe con elevadas muestras de entusiasmo y esperanza. Serio, concentrado, consciente de la responsabilidad que Paquín Estrada ha depositado en sus manos, toma su lugar en la baja de bateo, para enfrentar a Juan Acevedo.

Toda la temporada parece quedar resumida en esa inolvidable novena entrada. Todas las emociones en una sola.

En la apertura, con Tomateros a dos outs del campeonato, Miguel Flores, con uno en bases, le cazó una recta arriba a José Juan López (“El Cañoncito”) para meter la pelota en la cuarta fila del jardín izquierdo; mandar arriba a Hermosillo 4-3 y poner a Naranjeros a tres outs de enviar a un séptimo partido una serie final, que en cualquier circunstancia, se decidiría aquí en Culiacán.

Ese jonrón de Miguel Flores hizo el mismo efecto que un balde agua fría en una noche de gélido invierno – de los que no hay en nuestra ciudad – y renació las ilusiones de los Naranjeros. Cierto, a Tomateros todavía le quedaba la opción de ganar al día siguiente; pero es de muy mal fario perder en casa el sexto de la confrontación titular. En el séptimo, la presión se revierte invariablemente en contra del equipo local.

Afortunadamente para la causa guinda, eso no ocurrió: el corpulento Matt Stark (por dos temporadas consecutivas, campeón bateador), abrió el noveno capítulo con un silbante cañonazo, que sacó estillas de la cerca del jardín izquierdo, para seguir su viaje al graderío y empatar a 4 el pizarrón, ante el delirio de la multitud. Enorme cuadrangular.

Ahí resurgió Culiacán y Hermosillo se vino abajo por completo, en forma irremediable.

A continuación, Eduardo Jimenez se fue a la inicial por bolas malas y Ever Magallanes tocó por la tercera almohada, donde el infield Naranjero se hizo un lío, para que todo mundo quedara a salvo. Nuevo toque de bola, de Adán Amezcua y nueva pifia de Naranjeros llenó la casa, sin out en el marcador.

Y es así, en esta situación, como Benjamín Gil está en la caja de bateo.

Tomateros está a punto de conquistar el séptimo título de su historia y su primer bicampeonato. Y Agustín D. Valdés, la voz oficial del equipo, desde la Liga de la Costa del Pacífico, narra su último juego como titular de la transmisión. Desde uno de los palcos del estadio, el gobernador del Estado, Renato Vega Alvarado – acompañado del presidente de la Liga Mexicana del Pacífico, el doctor Arturo León Lerma – alienta decididamente al club sinaloense, como lo ha hecho a lo largo de toda la temporada.

Acevedo le arrima el caballo a Benjamín con un lanzamiento rasurador y el siguiente es un pitcheo de 93 millas que parte en dos el pentágono. El otro, ya no llega a su destino: Gil solo choca la pelota y la envía por encima de la cabeza del short, de hit, para dejar a los Naranjeros sobre el campo de juego.

El partido termina.

Y la temporada también.

Pero la fiesta apenas comienza en nuestra ciudad: Culiacán es bicampeón.

Y paradójicamente, Tomateros de Culiacán representaría a la Liga Mexicana del Pacifico en la Serie del Caribe a efectuarse en la ciudad de Hermosillo, apenas un par de días después. Una sede solicitada por Culiacán, para ese año, 1997, pero que se le concedió a Hermosillo, por una circunstancia inédita, que será tema de una columna posterior.

Antes, en “playoffs”, Tomateros había eliminado a Yaquis de Obregón, en la primera serie eliminatoria y a los Cañeros de los Mochis, en semifinales.

La verdad es que, con ese equipo, no quedaba de otra: el bicampeonato. Una obligación.

Un breve repaso de aquel equipo, para finalizar:

Adán Amezcua y Manuel Cazarín, en la receptoría.

Rigoberto Beltrán, Martín “Tuna” Hernández, Rodrigo López, Luis Fernando Mendez, Scott Lewis, José Manuel Hernández, Richard Sauveur, José Juan López y Ricardo Rincón, en la línea de serpentineros.

Guillermo Velázquez, Ever y Roberto Magallanes, Benjamín Gil, Heriberto García y Matt Stark, en el infield.

Y Darrel Sherman, JR Phillips, Mario Valdez y Shannon Penn, en los jardines.

Paquín Estrada, el manager campeón. Era el cuarto para su hoja curricular.

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