= Al superar a Venados de Mazatlán, en la gran final.
= Ricardo Rincón lucia ya como pitcher de Liga Mayor
= Gil, Velázquez, Sherman, Magallanes, la nueva generación
= Culiacán, en cinco series finales de la década de los noventas
Viernes 26 de enero de 1996. Culiacán, Sinaloa:
Han transcurrido once años y diez temporadas completas, a partir del 30 de enero de 1985, cuando Tomateros de Culiacán fue a Mexicali a traerse el quinto campeonato de su historia y ahora el sexto está ahí, a la mano, con Tomateros arriba en el marcador (9 carreras contra 4) sobre Venados de Mazatlán, en el quinto partido de la serie final de la temporada 1995-1996 de la Liga Mexicana del Pacífico. La sequia ha sido larga; pero ahora está a punto de terminar. Culiacán suma ya tres victorias a cambio de una derrota y está a nada de coronarse, de nueva cuenta, en su propio parque y ante su gente.
Los 15 mil aficionados que llenan el legendario estadio “Angel Flores” están, todos de pie, en espera del out número 27, para dejar escapar la emoción por tanto tiempo contenida. El zurdo Ricardo Rincón, en hermético relevo, resopla y suda copiosamente en el centro del diamante. Ya sacó los dos, de ese noveno inning; pero todavía le falta uno. El del cerrojazo. Juán Carlos Canizalez no espera mucho y conecta rola franca al campo corto, que toma Benjamín Gil hacia adelante y sin componer figura cede hacia la primera base, donde Guillermo Velázquez consuma el out final.
Y en cosa de segundos, el campo de juego está invadido de gente. Todas las vallas de seguridad han sido derrumbadas, de aficionados deseosos de celebrar junto con sus jugadores. Ricardo Rincón es levantado en vilo y paseado por todos lados, cual torero en faena de orejas y rabo. Lo mismo sucede con Darrel Sherman, Benjamín Gil y Guillermo Velázquez, entre otros, que literalmente tienen que escapar de la multitud para buscar refugio en el vestidor y festejar al lado de sus compañeros. Tras once años de espera, no era para menos.
Un Tomateros de Culiacán que si fue capaz de superar un adverso 0-3 ante los Aguilas de Mexicali – en la primera fase de los play offs – no tenía porque amedrentarse a ese desventaja de 3 carreras desde la misma primera entrada, cuando Wester Garrison se encontró con una recta de Luis Fernando Méndez para parquear la bola por el callejón del left-center, con dos en base y poner a Venados de Mazatlán arriba en el marcador, cuando mucha gente ni tan siquiera llegaba todavía al estadio.
Culiacán igualó pronto a 3 sobre los envíos de Juan Manuel Palafox y luego, tras nueva desventaja de 3-4, volvió a empatar a la altura del quinto capítulo, ante el respaldo de una afición que no dejaba de apoyar a los suyos: out por out. Jugada tras jugada. Un estadio, cargado de electricidad.
Así, en la sexta entrada, el espectacular Darrel Sherman, que no se distinguía precisamente por una poderosa ofensiva, conectó silbante línea por toda la raya del prado derecho, que sacó astillas de la cerca y chispas del poste divisorio entre las zonas de faul y fair bol, para apuntarse un dramático cuadrangular que ponía adelante a Tomateros (6-4) por vez primera en el partido.
Y vendrían tres más, en la octava, con un jonrón del cañonero Eduardo Jiménez – refuerzo traído de los Aguilas de Mexicali – que puso cifras definitivas en el pizarrón. El batazo de Lalo Jiménez, a quien apodaban “El Tin Tan”, fue un salvaje cañonazo, que detuvo su viaje en los anuncios publicitarios más altos, allá por la estepa derecha.
En estas condiciones, Ricardo Rincón, que relevaba desde el sexto capítulo a José Manuel Hernández y que se encontraba en el mejor momento de su carrera, no tuvo problemas mayores para colgar los últimos ceros y rubricar el triunfo de la causa guinda.
La fiesta duró tres días en Culiacán, ya con el sexto trofeo de monarcas, en las vitrinas del club local.
= TRES SERIES FINALES PERDIDAS =
Y bien.
Para llegar a ese campeonato, Tomateros tuvo que superar el trauma de tres series finales perdidas a lo largo de esos once años de estiaje. No fue tarea fácil.
Culiacán, en efecto, abrigó la posibilidad de un bicampeonato – tras el titulo en 1985 – al llegar a su segunda final consecutiva, en 1986. Otra vez ante los Aguilas de Mexicali y en circunstancias muy similares: abajo 2-3 en la confrontación titular, para cerrar en tierras “cachanillas”. En esta ocasión, sin embargo, Paquín Estrada no logró operar el milagro y Tomateros cayó en el sexto desafío, en un resultado con sabor a venganza para el equipo de Mexicali.
En 1991, cinco años después, Tomateros visó pasaporte a la gran final, para hacerle frente a los Potros de Tijuana, cuyo manager lo era un ex tomatero de prosapia: Joel Serna. Culiacán estuvo abajo 0-2. Logró emparejar a 2 la confrontación; sin embargo, perdió quinto y sexto partido, el último de ellos en Tijuana, cuyo propietario, a propósito, lo era el actual gobernador del estado de Baja California, el acaudalado empresario Jaime Bonilla.
Y en 1995, otra final, ahora contra Naranjeros de Hermosillo. Tomateros alentó esperanzas al traerse una victoria de Hermosillo; pero aquí, en su parque, perdió dos de tres y le tendió alfombra a Naranjeros para su coronación. Culiacán estuvo en la pelea hasta el out final; pero terminó por caer en el sexto, pese a un tremendo relevo de Ricardo Rincón.
Esas tres series finales no representaban buen presagio; sin embargo Tomateros derribó la barrera psicológica para su coronación en 1996 y para extender los lauros, inclusive, hasta la Serie del Caribe Santo Domingo-96.
Y tan lo superó que a partir de entonces, Culiacán ha ganado seis de sus últimas series finales: en 96-97, 2001-2002, 2003-2004, 2014-2015, 2017-2018 y 2019-2020. En este trayecto, solo perdió la de 1998-1999, ante los Aguilas de Mexicali, casualmente con un partido decidido en el propio estadio “Angel Flores”.
=LOS NOVENTAS, LA GRAN DECADA PARA TOMATEROS =
Dentro de la brillante historia de Tomateros de Culiacán, sobresale la década de los noventas, del siglo pasado, cuando la organización guinda, empujada por el espíritu emprendedor y visionario de Juan Manuel Ley López, alcanzó otras dimensiones y se convirtió en un ejemplo a seguir por parte de los otros clubes de la Liga Mexicana del Pacífico.
Influyeron una serie de factores: un estadio que entró en proceso de rehabilitación constante; un equipo renovado, con la adquisición de figuras como Benjamín Gil, Memo Velázquez, los hermanos Magallanes (Ever y Boby), Ricardo Rincón y algunos más; un sofisticado modelo de mercadotecnia y un sistema de motivación y comunicación permanente con la afición de Culiacán.
Así nació, la “Tomateromanìa”, tras una serie de estrategias de comunicación, a través de los medios locales (prensa escrita, radio y televisión), las propias herramientas del club y la contratación de personajes especialistas en la materia.
Lo más importante de todo, sin embargo, lo fueron los resultados:
De las diez series finales de la década, en cinco Tomateros de Culiacán desempeñó papel de protagonista estelar: en 1990-1991; 1994-1995; 1995-1996; 1996-1997 y 1998-1999, independientemente de su presencia recurrente temporada tras temporada en la Liga Mexicana del Pacífico.
Ahí está la estadística, que no deja mentir.
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