La montaña

Fase 3 del coronavirus, deuda y derechos humanos

columna oscar

 

Esforzando el aliento de la ruina,

en la mitad del globo que ha dejado

el sol desamparado.

Primero sueño/Sor Juana

 

 

Lo primero a garantizar es la supervivencia de todos. Lo demás debe quedar subordinado a esto, comenzando con los recursos disponibles. No se puede llegar a otra conclusión luego de ver el creciente número de personas que están quedando en el desamparo y que claman por ayuda. El gobierno de AMLO habla que los apoyos llegarán a 22 millones de personas, lo que es muy loable, pero el número de pobres alcanza los 60 millones. Es la herencia del “fiel infiel con que gobierna la aparatosa máquina del mundo (Sor Juana)”; del neoliberalismo, pues.

 

Este miércoles 15 habrá reunión virtual del G-20, en dicho evento estará México. En su víspera se han multiplicado las voces porque haya jubileo de la deuda de los países pobres. Y no son sólo ideas que parten de filas progresistas, las fuentes de esas propuestas se remiten a personas e instituciones de la talla del FMI, quien ya adelantó que otorgará una especie de gracia por seis meses, pagando los abonos correspondientes de la deuda de los 25 países más pobres en dicho tiempo. Cuenta para ello con un fondo de 500 millones de dólares. México debe unirse a las voces que reclaman el jubileo de la deuda. El mundo debe 2.5 veces el PIB planetario. Es una deuda impagable, que tiene por acreedores a unas cuantas familias y al resto del mundo en el hambre o trabajando para abonar a esa deuda.

 

Condonar la deuda debe ser una voz que se escuche en todos los foros nacionales e internacionales. Lo que anunció Kristalina Georgieva, Directora del FMI, responde a las urgencias inaplazables que el coronavirus y su entorno plantean y a las preocupaciones que están tomando una fuerza sin precedentes a nivel mundial. Por eso es extraño que el Congreso de la Unión no esté pensando en la carga que significa la deuda externa e interna en estos momentos. Ha sido el mismo López Obrador quien ha llamado, al menos a la deuda por el rescate bancario, inmoral, injusta e ilegítima. Comenzamos a pagarla en 1995 y se calcula que podemos terminarla hasta el año 2070. El coronavirus al menos debe tener una gracia: llevarnos a poner las cosas en su lugar. Los recursos de esa deuda nos hacen tanta falta, como el aire que respiramos, para enfrentar la pandemia.

 

El pago por intereses y abono a esas deudas será de casi 749 mil millones de pesos este año, más de dos veces mayor que la inversión pública y privada que anunció AMLO como parte de la estrategia para oxigenar la economía en medio y después de esta crisis. Es noble la actitud del Presidente de no querer recurrir a la contratación de más deuda y de no plantear rescates al estilo del Fobaproa y carreteros, pero los recursos de que se disponen son muy limitados para la emergencia que representa el coronavirus y toda la fauna de acompañamiento: recesión anticipada, crisis ambiental y de seguridad. ¿Qué puede justificar hoy el pago de una deuda de la que no somos responsables y que ha fabricado pobres por decenas de millones?

 

Se dice que avanzamos a buen trote hacia la fase 3 del coronavirus. El día jueves 16 habrá un mensaje a la Nación en el que el Estado dará su postura respecto al arribo de esta fase y las medidas que la población debe observar. Ya lo hemos planteado y lo reiteramos, nos preocupan mucho algunas tentaciones que se manifiestan a partir de posturas y discursos de los gobernadores de Jalisco, Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León, sin faltar presidentes municipales. Los primeros cuestionan el Pacto Federal y pretenden poner condiciones para no pagar de manera íntegra los impuestos que deben enterarse a la hacienda nacional. Y van hasta la amenaza de romper dicho pacto.

 

No ha faltado quien les aclare que no pagar impuestos es delito y que de llevar a la práctica dicha amenaza, en momentos tan críticos como el que vivimos, los coloca al lado de los polkos del siglo XIX, de los poblanos acomodados de mayo de 1862 y del Marqués de San Basilisco de Culiacán en 1864. También hay alcaldes que tienen tentaciones de autoritarismo y han adelantado medidas que atentan contra los derechos humanos. La Alcaldesa Aurelia Leal López, de Guasave tenía que ser, ha dicho: “que debido a que el anuncio de multas económicas de casi 2 mil pesos y encierro en la barandilla no ha surtido efecto, hay que (subrayado nuestro) elevar las acciones para que los guasavenses cumplan con la cuarentena y se queden en sus casas.”

 

Y fue más allá, se pronunció a favor del toque de queda y de hacer firmar un documento a quien encuentren en la calle, renunciando a su derecho de ser atendido si se enferma de Coid-19. “Haya cosa”, como dijeran nuestros abuelos. ¿Dónde quedaría el Artículo 4° Constitucional? ¿Y la gente que no recibe apoyo alguno y sale a la calle con todos los riesgos para llevar el pan a su familia? Se pretende sustituir la incapacidad de gobernar democráticamente, respetando el Estado de derecho, por medidas de corte autoritario, sin más. Ojalá el mensaje de AMLO del jueves 15 pare este tipo de manifestaciones que poco ayudan para enfrentar la crisis múltiple que hoy vivimos. Queda en el tintero el caso de las transnacionales, responsables en buena medida de esta pandemia, ¿seguirán sin control? La emergencia obliga a verlas con nuevos ojos. Vale.

 

 

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