La montaña

Culiacán, capital del bienestar

columna oscarContra el sistema que reparte el hambre,

contra la organización de la miseria.

Pablo Neruda

 

–Estamos empeñados en convertir a Culiacán en la capital del bienestar. –Afirmó Juan de Dios Gámez, presidente municipal de la tierra de Inés Arredondo. No está mal el compromiso que se ha echado a cuestas, pero es un reto del tamaño de nuestros sueños. Esa palabra empeñada hasta nos trae un mejor sabor de boca a quienes sólo hemos visto desfilar por el ayuntamiento culichi a personajes ambiciosos y políticos que responden a intereses ajenos al municipio, salvo muy contadas excepciones. Resulta muy interesante cómo emprenderá esta tarea el arquitecto Gámez Mendívil.

 

Aplicando el sentido común arriesgamos la primera pregunta, ¿a qué se le llama bienestar? De acuerdo al informe el tema bien puede estructurarse en mejora administrativa, ciudad ordenada y sostenible, bienestar social, bienestar económico, servicios públicos de calidad, seguridad y niñez. Para hablar del bienestar se puede partir de cualquier orden, con el requisito de que se toquen todas sus aristas y no se pierda lo esencial. De entrada, me extraña no ver el renglón de la cultura en la estructura del informe.

 

Como desplegar esfuerzos para que Culiacán sea capital del bienestar, no sólo implica mucha voluntad y claridad sobre lo que se busca, sino muchos recursos, bien vale la pregunta ¿Con qué recursos se cuenta y de qué tamaño se requieren? La triste realidad de los ayuntamientos no ha cambiado, a pesar de las esperanzas que abrió el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pues la vieja centralización de la recaudación fiscal por parte de la federación sigue vigente. El gobierno federal concentra el 80 por ciento de los dineros públicos y a los estados baja un 20 por ciento, que debe compartirse con los municipios, que no reciben más de 3 a cinco centavos de cada peso recaudado.

 

Reconozcamos que el arquitecto comienza bien cuando arranca con una feria internacional del libro. Y lo digo porque siendo Culiacán una ciudad con presencia de dos universidades autónomas, un Instituto Tecnológico, una Universidad Tecnológica, una Escuela Normal y siendo sede o extensión de varias instituciones privadas de educación superior, solo cuenta con cinco librerías: Gonvill, México, Casino de la Cultura, UAS y Escamilla (centralmente libros usados). Y los que venden libros de viejo en el Parque Revolución (expulsados de la Plazuela Obregón).

 

En contraste, en nuestra ciudad y áreas rurales, abundan los expendios, farmacias y cantinas en menor medida. Interesante resulta saber cuántos museos, bibliotecas y salas de lecturas hay en Culiacán por cada cien mil habitantes, la misma proporción resulta atractiva sobre áreas verdes, deportivas, espacios de uso común, respecto a lo que reclama una ciudad para su desarrollo. Un estudio de 2015 (no conocemos uno más reciente), nos dice que Culiacán cuenta con 4.99 metros cuadrados de área verde por ciudadano. La ONU recomienda que sean 16 metros cuadrados por habitante y la OMS pide al menos 9 metros cuadrados/ hab.

 

Pero hablar de bienestar, es voltear a ver con mucha sensibilidad la huella que nos dejó la pandemia, sin olvidar la pobreza y marginación que arrastramos históricamente en Culiacán. No hubo programas para atender a todos aquellos que fueron despedidos de su trabajo durante la fuerte presencia del Covid-19, para los vendedores ambulantes, quienes fueron confinados en sus hogares por 100 días por recomendación de las autoridades sanitarias. Para las trabajadoras domésticas que desemplearon sin apoyo alguno, no hubo alternativa; sin olvidar un gran número de micros, pequeñas y medianas empresas. Hay una deuda que debe atenderse sin dilación.

 

Trabajo informal implica desempleo inmediato anterior y casi a la par una situación de no tener casa propia. Pagan renta, viven arrimados con otras familias o son parte de una invasión de terrenos. Todo ello implica precariedad, ausencia de seguridad social y mil dificultades para que los niños de esas familias asistan con regularidad a la escuela y con escasas posibilidades de escalar a la educación media superior y a la educación superior. Bien hará el presidente municipal y el H. Ayuntamiento en acercarse a estas familias y procurarles una base existencial (terrenos y programas de vivienda) que les permita una vida más humana.

 

Las zonas más marginadas demandan la existencia y funcionamiento eficiente de comedores comunitarios, pues ellos son un complemento necesario para garantizar las tres comidas al día y, al menos una, con la calidad que requiere un organismo para estar sano. Y al alimento del cuerpo siempre habrá que sumar el alimento del espíritu. Abrir bibliotecas públicas y salas de lectura en las colonias, estimularía el apego a continuar la escuela, alejarse de tantas tentaciones que hoy llevan a muchos jóvenes a cumplir con una sentencia (conclusión) del investigador culichi Luis Astorga Almanza, en el sentido de que los niños que nacen y se forman en ambientes marginados, de exclusión social, donde la violencia es pan de cada día y sin oportunidades a la mano, terminan de tiradores de droga, de punteros o de sicarios. Que el proyecto Culiacán, capital del bienestar, tome forma. Vale.

 

www.oscarloza.com

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