La montaña

De premios y lecturas

El ideal que perseguimos es tan alto

que en ninguna parte se alcanza.

Rómulo Gallegos

 

¿Vale recibir reconocimientos a nuestras inquietudes y afanes? Creo que sí. A final de cuentas no es el aplauso a las iniciativas y terquedades personales, sino la legitimación de proyectos colectivos que abren nuevas puertas a la esperanza de una vida más humana. El pasado día 9 del presente mes, en el marco del aniversario 74 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, recibí reconocimientos de parte de 13 organizaciones de la sociedad civil de Ahome y el día 20, el Premio Municipal de Derechos Humanos, en su primera edición, por el Cabildo de Culiacán. Espero que todo ello multiplique las posibilidades de promoción efectiva de una cultura de los derechos humanos.

 

En mis comentarios de fin de año, quiero compartir las lecturas que llenaron mis días durante 2022. Arranqué con Caballería Roja de Isaac Babel (memorias de un soldado ruso) y seguí con Karl Marx y el nacimiento de la sociedad moderna, de Michael Heinrich. He leído varias biografías del personaje y encontré cosas nuevas e interesantes, que aportan detalles inéditos de la familia Marx. La lista continúa con Las nuevas caras de la derecha, de Enzo Traverzo. El autor explora las nuevas expresiones de la derecha europea y las repercusiones que puede tener en el resto del mundo.

 

Con la curiosidad del estudiante de viejos años quise releer La verdad sospechosa y Las paredes oyen, de Juan Ruiz de Alarcón. Sumergirse en el siglo de oro de las letras españolas (en la cuota que nos tocó por acá) fue como recibir una fresca brisa en tarde de verano; Sueños guajiros, de Diego Lucero Estrada, me hizo dar un necesario salto a los trágicos años que vivió la guerrilla mexicana en los años setenta del siglo pasado; El extranjero y el Huésped, de Albert Camus. Que hace sentir las incertidumbres sobre una época cuyo horizonte estaba ahíto de dudas; Escribir, por ejemplo, de Carlos Monsiváis. Es una provocación al ejercicio de la pluma y la escritura; Trayectoria hacia el éxito, de Francisco Javier Uribe Maldonado; Un acercamiento al mundo wixarika, de José Manuel Villanueva Rodríguez; El Río, de Luis Cardoza y Aragón. Son memorias que entrelazan la historia de Guatemala, sus andanzas en Europa y su larga e interesante vida en México.

 

Grato fue un reencuentro con el regiomontano Alfonso Reyes, iniciando con sus incomparables Cuentos. La cultura, el pulido estilo y la visión que da vivir en muchos puntos geográficos del mundo, le dan un sello único a su escritura. Luego vendría Cómo luchamos (y a veces perdimos) por nuestros derechos en pandemia, de Antonella Giordano y otros; Despierta estás muriendo, de Jaime Sabines; Trucos para escribir mejor, de Carlos Salas; Guía de escritura creativa, de Lester Glavey; El general en su laberinto, de Gabriel García Márquez; El último rostro, de Álvaro Mutis. Entre García Márquez y Mutis, logran un retrato (¿crónica?) de los últimos días de Simón Bolívar; vuelvo con Simpatías y diferencias, de Alfonso Reyes. Otro gran texto; Mientras escribo, de Stephen King. Su experiencia personal; Novela como nube de Gilberto Owen, análisis de Luis Alberto Pérez Amezcua.

 

Las caminatas mañaneras invitan a escuchar los audiolibros mientras el cuerpo se ejercita, así me acerqué al cuento El ahijado y a Iván el imbécil, de León Tolstoi. Y para no estar al margen de lo que pasa en estos días en materia de letras leí Las tierras bajas, de Herta Müller; imposible no disfrutar en audio Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda; luego vendría Ahora que me acuerdo, historias del pueblo de Pericos, de Jesús Antonio Canale Peiro.

 

Y en las lecturas siempre hay un volver hacia España de una u otra forma, por eso retomé a Benito Pérez Galdós, con su Gerona (episodios nacionales); también las mortificaciones sobre la conquista: La ruta de Hernán Cortés, de Fernando Benítez; la necesidad de encontrar una respuesta a los problemas relacionados con los servicios públicos que se pretenden privatizar y otros demonios de la pobreza, leí Trueque y economía solidaria, coordinado por Susana Hintze; en las húmedas mañanas de julio se me antojó retomar los sin par cuentos de El llano en llamas, de Juan Rulfo. De quien dicen que está en deuda con Nellie Campobello, en cuestiones de estilo.

 

Y queriendo encontrar nuevos recovecos en el ejercicio de la escritura leí Elementos de estilo, de William Strunk. Resultó una buena experiencia leer un trabajo que ya cumplió los cien años de editado. Y con estas 32 obras cierro los comentarios de la semana, invitando a leer algo de la literatura nacional e internacional a todos los que se tropiecen con estas líneas, reservando mis comentarios para el resto de mis lecturas durante el año para la última colaboración de este 2022. Feliz Navidad para todos. Vale.

 

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