La montaña

Sociedad civil y crisis de seguridad

columna oscarUna política pública no puede comprenderse cabalmente

sin una referencia concreta a los derechos humanos.

ComisiónIDH

 

Cinco semanas después del 9 de septiembre la parálisis económica y social sigue presente. Aún nos desayunamos con el periódico y las noticias en redes sociales en la mano. No necesitamos ir a la sección de la nota roja, pues esta invadió desde hace tiempo la primera plana de la prensa y los espacios de blogueros, portales digitales y los rincones de todo aquel que desea estar en los comentarios del día. Abruma por momentos la cantidad de información, que en no pocos casos, resultan noticias sin sustento en la realidad de los hechos. Dos tipos de noticias asaltan nuestras mañanas: los saldos negativos que todo conflicto violento pare día a día, como las pérdidas de vida, los desaparecidos, los desplazamientos de familias por razones de violencia, el robo y despojo de autos, y el asalto y robo a comercios. Y la llegada creciente de contingentes de las fuerzas armadas.

 

Desde hace algunos días el flujo vehicular y la afluencia humana por las calles del centro de Culiacán y los barrios donde se ubican escuelas, oficinas de gobierno y centros comerciales, empiezan a cobrar vida. De alguna manera la sociedad está harta del confinamiento al que nos obligó la ola violenta de estos días. Pero este retomar de las calles y espacios públicos sigue siendo a la luz del día, evitando la noche. Y con la limitante de que los circuitos del dinero aún sienten la anemia de la parálisis económica y no encuentran las veredas y campos propicios para invadir mercados y plazas. La crisis de seguridad nos indica que en el principio no fue la caída automática de la demanda, sino una oferta que se vio restringida por los miedos que trajo aparejados la crisis de violencia.

 

Tres manifestaciones civiles en Culiacán (dos de ellas de familiares con desaparecidos), otras tantas en la ciudad de Mazatlán (la mayoría por esas madres que reclaman el regreso de sus hijos desparecidos en la presente ola de violencia), habla de una sociedad que vuelve a ganar la calle exigiendo el término del conflicto armado, el regreso a la paz pública y que la autoridad localice a los desaparecidos y los reintegre a sus hogares, a sus trabajos, a sus escuelas y a sus barrios. Inundar los estadios de beisbol de Culiacán y de Mazatlán es otra manera en que el pueblo manifiesta que ningún conflicto condenará indefinidamente a las familias sinaloenses al enclaustramiento y a la renuncia de volver por sus fueros a los espacios de esparcimiento y recreación. ¿Debemos condenar a esos aficionados que llenaron los estadios? De ninguna manera. Su presencia en los juegos inaugurales de la temporada beisbolera fue una brisa fresca en tarde verano (que aquí fue de un otoño cálido).

 

Tomemos las manifestaciones públicas, con sus diferentes reclamos y exigencias, como un mensaje valiente a los grupos de delincuentes que han tomado las ciudades de Culiacán, Mazatlán, La Cruz y poblaciones rurales, como coordenadas de enfrentamiento y campos para cultivar acciones que tanto daño han infligido a la población civil. Asistir a los estadios también contribuyó a levantar la moral y los ánimos de todos.

 

El entorno a que dio lugar lo anterior se enriqueció con el acuerdo que mejora las relaciones de la Universidad Autónoma de Sinaloa y el Gobierno del Estado. Y sin duda el entendimiento de padres de familia y la SEPyC. La asistencia a las aulas es la mejor noticia a registrar.

 

Anotar números que nos indican cómo andan las cosas en cada renglón o dolor que padecemos en plena crisis no deja de ser importante, aunque la percepción que de antemano tenemos sobre el problema de la inseguridad antecede a las cifras que nos da la autoridad o lo especialistas en el tema. No está demás recordar que para el día 14 de octubre los registros del delito nos adelantaban que hubo 222 homicidios desde 9 de septiembre pasado y esa fecha; que 261 personas se habían reportado como desaparecidas; que 343 vehículos fueron considerados en el renglón de robos y que 41 personas habían sido detenidos en relación con la ola de violencia. Sobre familias desplazadas por razones de violencia se dice que van más de 200. Difícil es calcular la cifra negra, esa que no quedará en ningún registro y que incrementa considerablemente las cifras del delito en tiempos considerados normales. En una coyuntura como la que ahora vivimos esos números son, por lógica elemental, mayores.

 

En otras ocasiones hemos dicho que la solución al grave problema que ahora enfrentamos no puede conseguirse con la sola participación de la autoridad. Se requiere del concurso de la sociedad. No es solo un asunto de multiplicar la presencia de la Guardia Nacional y de las fuerzas armadas en la calle. Ya lo han hecho y la violencia y sus dolorosas consecuencias persisten. Ya se planteó esta alternativa a la autoridad y estuvo de acuerdo, pero no vemos movimiento de su parte que dé sentido a la propuesta. Es cierto que coyunturalmente la aportación del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional es muy importante; como también es cierta la limitante que se ha impuesto al sacar a las policías preventivas de Culiacán y Navolato del patrullaje de calles.

 

La sociedad civil ha dicho, con las acciones señaladas, aquí estamos. Y como entre las pérdidas sin precedentes se registra la parálisis de muchos negocios y la caída primaria de no pocos empleos y el riesgo de que muchos otros se vayan definitivamente al saldo negativo, la postura se reitera de diferentes manera diciendo aquí estamos. Empresarios de los diferentes ramos, Consejo Ciudadano de Seguridad Pública, comerciantes ambulantes, colectivos de familiares con desaparecidos, Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa y muchos más organismos de carácter social proponen y reclaman la constitución de una mesa de diálogo con la autoridad. Es una sabia propuesta que ayudaría a aliviar una parte de la tensión en que vivimos. Escucharnos unos y otros no puede llevar a un mal entendimiento del problema de la violencia que vivimos. Tampoco la inteligencia de las conclusiones y tareas que se acuerden serían de menor calado que las que hoy se toman en la soledad del poder. Vale.

 

 

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X @Oscar_Loza