COLUMNA PALCO PREMIER DEPORTES JORGE LUIS TELLESok

= En las campañas 48-49, 49-50 y 51-52

 

= Y todavía quedó un medio, en la 50-51

 

= En la 49-50, primera de muchas hazañas

 

= Tommy Arroyo y Tuza Ramirez, dupla infernal

 

= La gran historia de la Liga de la Costa del Pacífico

 

A los 12 títulos de Tomateros de Culiacán, contabilizadas las 62 temporadas de la Liga Mexicana del Pacífico, hay que sumarle 3 de la legendaria liga de la Costa – cuando se llamaban Tacuarineros - para sumar 15 en total.

 

Hay que aclarar, antes de desarrollar esta parte de la historia del equipo guinda un par de cosas: una, que Tomateros no participó en las primeras siete temporadas de la LMP y que en la Costa, en realidad, fueron tres campeonatos y medio porque en la campaña 50-51, Culiacán y Guaymas se proclamaron monarcas, cada uno por su lado. La directiva de la liga se vio obligada, entonces, a tomar un acuerdo oficial: no hay campeón.

 

Bien.

 

En lo que hace al primer punto, una precisión: de todos los contendientes en la vieja Liga de la Costa, Tacuarineros de Culiacán fue el único equipo en jugar las 13 temporadas completas. Los restantes fueron y vinieron en cuando menos un par de ocasiones y algunos otros se retiraron para siempre. No era fácil para el beisbol mantener una buena situación económica, después de la crisis de la Segunda Guerra Mundial.

 

Culiacán, así las cosas, fue el único que se mantuvo siempre con vida; pero, en contraste, estuvo ausente durante las primeras siete temporadas de lo que es hoy la Liga Mexicana del Pacífico. Fue hasta la edición 1965-1966 cuando Culiacán, con los Tomateros, volvió a tener beisbol de calidad, tras el experimento de la Liga Central y de la Liga del Noroeste.

 

La Mexicana del Pacífico suma ya 62 ediciones – más las 13 de la Costa -; para Tomateros de Culiacán, sin embargo, son solo 55. Y bueno, las 13 de antaño.

 

Por lo que hace al medio título, aquella temporada 1950-1951, Ostioneros de Guaymas ganó fácilmente la primera vuelta y los Tacuarineros arrasaron durante la segunda. Había una serie final pactada a cinco juegos, que la directiva de los Ostioneros – encabezada por Florencio Zaragoza – se negó categóricamente a celebrar, bajo la tesis de que ellos eran los verdaderos campeones al ganar más encuentros que nadie a lo largo del rol regular.

 

Y en eso tenían razón. De hecho, un standing corrido les daba, a los Ostioneros, una delantera de cuatro juegos y medio sobre los Tacuarineros; pero bueno, previamente se había pactado una final entre los ganadores de cada vuelta, acuerdo que Guaymas se negó a cumplir. Dicen los historiadores que la verdadera causa fue porque los Ostioneros ya estaban desmantelados por la deserción de la mayoría de sus jugadores extranjeros, situación que los colocaba en papel de víctimas seguras, ante unos Tacuarineros, con gran paso durante la segunda mitad.

 

Total: tres campeonatos. O tres y medio, si quiere usted. A estas alturas ya ¿Qué más puede pasar?

 

Y ahora, viajemos, en retrospectiva, hasta la emblemática Liga de la Costa del Pacífico.

 

-PRIMER CAMPEONATO, TEMPORADA 1948-1949-

 

La temporada 1948-1949 fue la cuarta de la Liga de la Costa del Pacífico y primera que se jugó en el estadio “Angel Flores”, tras tener como casa el estadio de la Universidad de Sinaloa, durante los tres primeros años del circuito. Fue la primera que transmitió Agustín D. Valdez a través de la radio y fue en esta campaña, justamente, cuando los Tacuarineros de Culiacán conquistaron su primero de tres campeonatos de manera indiscutible.

 

De acuerdo a las crónicas de la época – plasmadas con nitidez en el libro “Historia de la Liga de la Costa del Pacífico, en autoría compartida por Manuel de Jesús Sortillón Valenzuela y Guillermo Gastelum Duarte -, los Tacuarineros de Culiacán llegaron a la última serie de aquella campaña, con marca de 35 victorias a cambio de 21 derrotas, con medio juego de ventaja sobre los Venados de Mazatlán, cuyo saldo era de 35 triunfos y 22 descalabros.

 

Culiacán tenía, además un juego pendiente, contra los Cañeros de los Mochis, circunstancia que podría obrar en favor o en contra, según el resultado. Justamente los Cañeros de los Mochis eran el último rival, así que se pactó el desarrollo de los cuatro partidos.

 

Mazatlán, a su vez, se enfrentaría a los Queliteros de Hermosillo, rival en el fondo de la tabla. Se daba por descontado una limpia a favor del equipo porteño.

 

La ventaja era pírrica; pero los Tacuarineros, a diferencia de los Venados, tenían el destino en sus manos. Cierto, había que ganar los cuatro juegos para evitar una sorpresa desagradable y así lo hicieron: cuatro victorias al hilo, que representaron la primera corona para el equipo de Culiacán.

 

Alfonso “Tuza” Ramirez y Tomás “Piyuyo” Arroyo, eran los puntales del equipo, además de Jorge “Chorejas” Bravo, Héctor “Chamaco” Lara, Arthur Pennington y Dick Cole.

 

Toda una constelación de estrellas de aquella gran época del beisbol mexicano.

 

Esa temporada trajo, además, uno de los episodios más recordados de aquellos años: una tarde de invierno – diciembre 03 de 1948- un monomotor sobrevoló la ciudad de Culiacán y desde las alturas dejó caer miles de volantes en los que se leía “Hay un Ford en tu Futuro”. Los Venados de Mazatlán jugarían ese fin de semana en Culiacán y traían en sus filas al pitcher sensación, Eddie “Whitey” Ford, anunciado para lanzar en el segundo partido de la serie, el de la mañana del domingo 05 de diciembre. Ford había ganado sus seis primeros encuentros y aquí logró el séptimo triunfo: una blanqueada de 3-0 sobre los Tacuarineros. Ese era el Ford que los culichis teníamos en el futuro. Así se vivía la pasión por aquellos años.

 

=TEMPORADA 1949-1950; LA PRIMERA GRAN HAZAÑA =

 

Cuando los Cañeros de los Mochis derrotaron a los Tacuarineros de Culiacán 8 carreras contra 1, en el cuarto encuentro de la serie final de la campaña 49-50, la suerte del equipo de casa parecía sentenciada. Cañeros estaba arriba 3 juegos a 1 y estaban a solo una victoria de su primer campeonato de la Liga de la Costa, con todavía tres partidos posibles por delante; los dos últimos, en su estadio, en Los Mochis.

 

Los campeones parecían agonizar: en la lona y con un equipo diezmado, por las deserciones de todos sus peloteros extranjeros; entre ellos: el pitcher Hal Hudson, el tercera base Henry Robinson, el intermediarista Dick Cole y el receptor Jimmy Steiner.

 

Los Tacuarineros, sin embargo, volvieron a la vida, con un holgado marcador de 12-7, aquí en Culiacán y el escenario quedó listo para la definición en la ciudad de Los Mochis.

 

El sexto juego fue determinante: los corazones de miles de aficionados palpitaban aceleradamente en aquella ciudad del Norte del Estado, cuando los Cañeros llegaron al noveno capítulo con ventaja de 3-2 y se colocaron a solo tres outs del campeonato. Ya comenzaban a destaparse las botellas de sidra y champagne en el vestidor de los verdes; pero del plato a la sopa se cayo la sopa: un podrido, de hit, del “Chorejas” Bravo, trajo las dos carreras de la volterera. Culiacán ganó en forma sensacional y extendió la gran final hasta el límite.

 

El séptimo partido fue un sufrimiento, una amargura total para la noble afición de Los Mochis. Manuel “Negro” Morales lanzó un juegazo; el encuentro se cargó, desde el principio, para Tacuarineros y Culiacán se alzó con una victoria de 5 carreras contra 2, que representaba el segundo título de manera consecutiva.

 

En Los Mochis, el desconsuelo fue total, de manera inversamente proporcional a la locura que se vivió aquí en Culiacán. Una pasión comparable a la que se vive hoy día entre la fanaticada de nuestra ciudad.

 

=EL TERCERO, EN LA TEMPORADA 1950-1951 =

 

Tras de compartir el título de la edición 1949-1950 con los Ostioneros de Guaymas, Tacuarineros de Culiacán siguió a tambor batiente su peregrinaje por la Liga de la Costa y en la temporada 1950-1951, cayó el tercero y el que fue, a final de cuentas, su último campeonato.

 

Aquí, Culiacán llegó a la ultima serie de la campaña, con ventaja de 3 juegos sobre Venados de Mazatlán y casualmente esa última serie confronto a los grandes rivales de siempre: Culiacán y Mazatlán. La serie se pactó a cuatro duelos porque había por ahí un pendiente, entre los dos. El escenario era el estadio “Teodoro Mariscal”.

 

Tacuarineros solo ocupaba uno. Con eso sería campeón por tercera ocasión.

 

Venados de Mazatlán, sin embargo, ganó el primero (6-5) y también el segundo (4-3), tras trece disputadísimas entradas. De triunfar en el tercero, los Venados igualarían a Culiacán en el standing y el título se disputaría en el cuarto desafío. La gente pernoctó en las taquillas del estadio, con la finalidad de adquirir un boleto para el juego del día siguiente.

 

Más, Tomás “El Piyuyo” Arroyo se encargó de poner las cosas en orden. En su exacta dimensión.

 

Ante un entradón de miedo en el parque de los Venados, Tomás ofreció todo un recital de pitcheo: blanqueó 4-0 a Mazatlán y Culiacán era, de nuevo, el campeón de la Liga de la Costa del Pacifico.

 

= ESTIAJE Y EPILOGO =

 

Y bueno.

 

Como suele suceder, tras la época de lluvias llegó el estiaje.

 

Y también el colofón.

 

Tacuarineros ya no pudo lograr campeonato alguno en las temporadas restantes, a pesar de que, repetimos, fue el único equipo en participar en todos los años de la Liga de la Costa del Pacífico.

 

Hay que hacer notar un detalle del que poco se habla: al concluir la temporada 1957-1958, con la coronación de los Venados de Mazatlán, la directiva de Tacuarineros de Culiacán se declaró insolvente para participar en una nueva campaña; otros clubes siguieron su ejemplo y esto marcó la desaparición del legendario circuito.

 

Al año siguiente, sin los equipos de Sinaloa, vino la Liga de Sonora, a la que se integró Mochis, tiempo después. Por acá se experimentó con la Liga Central y la Liga del Noroeste, hasta que nació la Liga Sonora-Sinaloa, en 1965-1966 y luego la Mexicana del Pacifico, en 1967-1968.

 

¡Que historias…!

 

=BIBLIOGRAFIA=

Historia de la Liga de la Costa del Pacífico, de Manuel de Jesús Sortillón Valenzuela y Guillermo Gastelum Duarte/ Cosas del Beisbol, de Agustín D. Valdez y Agustín de Valdez, con el beisbol en la sangre, de Herberto Sinagawa Montoya.

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