COLUMNA PALCO PREMIER DEPORTES JORGE LUIS TELLESok

= Nació con un campeonato (1948) y murió con otro (2015)

 

= Inaugurado en la cuarta temporada de la Liga de la Costa

 

= Las primeras campañas de Culiacán, en el estadio universitario

 

= ¿Por qué el nombre del político y militar Angel Flores…?

 

El estadio “Angel Flores” nació en 1948 con un campeonato para Culiacán y murió 67 años después, en 2015, también con un título para el equipo de casa. El primero de ellos, en la cuarta temporada de la Liga de la Costa del Pacífico; el otro, en la numero 70, de la Liga Mexicana del Pacífico.

Mera coincidencia, si quiere usted; pero las fechas ahí están y la historia también.

La campaña 48-49, en efecto, trajo la primera corona para el representativo de nuestra ciudad, representado, entonces, por los Tacuarineros de Culiacán; la 2014-2015, nos entregó el décimo cetro para los Tomateros, en lo que hace exclusivamente a la Mexicana del Pacifico. Era el trece, en realidad, sumados ambos circuitos.

Y aquí, el 26 de enero de 2015, acabó la historia del legendario estadio “Angel Flores”, tras la dramática coronación de Tomateros, en el quinto partido de la serie final sobre Charros de Jalisco. Todavía restaban dos posibles juegos; pero el equipo guinda liquidó el compromiso con anticipación, para evitar los sobresaltos ineludibles. El último out, por cierto, fue un ponche polémico, cuando los Charros planteaban una amenaza de última hora; pero, bueno, chocolate al fin, ratificado por el ampáyer de la primera base y corroborado por la televisión.

Todo como un guion de cine, para una película nominada por la academia.

De paso, inmejorable manera de cerrar el ciclo del emblemático parque: un nuevo campeonato – primero en la era del manager Benjamín Gil – tras once años de estiaje. El último, en efecto, se había conquistado en enero de 2004, en cuyo juego definitivo (contra Yaquis de Obregón), Benjamín había conectado el batazo estelar sobre el pitcheo del cubano Ariel Prieto.

Aquellas eran las últimas horas de vida del “Angel Flores” y una vez concluido el encuentro, gran parte del público asistente contribuyó al proceso de desmantelamiento del coso, al apropiarse de butacas y algunos otros accesorios, para conservarlos como recuerdo perenne, con la complacencia de los guardianes del orden y la aceptación de la directiva del club. Todo esto, en medio de un ambiente de fiesta desbordada, que se había visto por última ocasión, once años atrás, en el mismo escenario.

Horas después, de aquel estadio, orgullo de la Liga Mexicana del Pacífico y parte dela vida misma de la gente de Culiacán, solo quedaban montañas de escombro y cascajo. Al amanecer del día siguiente, la mole de concreto había desaparecido, en medio de los lamentos de quienes se oponían al asesinato del viejo dinosaurio. El “Angel Flores”, sitio emblemático de la ciudad, punto de reunión obligada de las viejas y nuevas familias de nuestra ciudad, ya era parte de la historia.

Y comenzaba a surgir, majestuoso e imponente, el nuevo estadio de Culiacán, todavía sin nombre y conocido simplemente como el estadio “Tomateros”.

En realidad, la construcción del estadio “Tomateros” había iniciado un año atrás. De hecho, desde la conclusión de la temporada 2013-2014 y su inauguración estaba programada, justamente, para octubre de 2014; sin embargo, cuando esa fecha llegó, el nuevo estadio registraba un avance de un 65 por ciento, en el entendido de que esa primera etapa se desarrolló sin tocar la estructura original, precisamente para prevenir una eventualidad, tal y como aconteció.

La obra la llevó a cabo la constructora de la familia Sevilla, cuyo proyecto resulto ganador sobre el presentado por el arquitecto Gil Leyva (qep). La inversión oficialmente anunciada fue del orden de los 300 millones de pesos; pero se estima que superó fácilmente los 400 mdp. El aportante principal fue el gobierno federal; el segundo, el gobierno del Estado y el tercero, el club de beisbol Tomateros de Culiacán.

Como suele suceder, la afición de casa superó pronto la nostalgia por el viejo inmueble y quienes se oponían a la demolición, también. Todos los exponentes, como uno solo, estuvieron presentes en la inauguración del estadio “Tomateros”, la calurosísima noche del 12 de octubre de 2015, casi nueve meses después del último campeonato.

= BOSQUEJO Y DESARROLLO DE UN PROYECTO =

Esto, por lo que hace al nuevo estadio. Por lo que atañe al viejo, en su libro “Cosas del Beisbol” – editado en 1995 -, el veterano cronista deportivo Agustín D. Valdez (qep), reseña que el “Angel Flores” abrió sus puertas un 10 de noviembre de 1948, con una serie entre Tacuarineros de Culiacán y Trigueros de Obregón, ganada por limpia por el equipo local. La cuarta temporada de la Liga de la Costa del Pacifico había arrancado tres semanas atrás y los Tacuarineros tuvieron que jugar sus primeras series como visitantes, por la clásica demora en los trabajos de construcción.

Aquí, parte del relato del inolvidable Agustín D. Valdez:

“La obra se construyó aproximadamente en seis meses, con capacidad para 4 mil aficionados, quizás un poco más. Se tenían planes para aumentar su aforo, conforme se siguieran recaudando fondos de los impuestos pro-estadio y de los 50 centavos que se recaudaban por cartón de cerveza vendido durante la temporada. Sin embargo, las obras quedaron a medio realizarse y el estadio se inauguró sin terminar cabalmente su construcción. El día de su inauguración – 10 de noviembre de 1948 – todavía andaban a las carreras, teniendo que estar sacando escombros para que se pudiera jugar”.

Los planes para que nuestra ciudad contara con un estadio acorde a su crecimiento y desarrollo y congruente con la calidad del beisbol que se practicaba en la Liga de la Costa del Pacífico, comenzaron a la mitad de la temporada 1947-1948, una vez que se llegó a la conclusión de que el estadio de la Universidad de Sinaloa, inaugurado en 1921, era ya poco funcional y ya no reunía las necesidades de carácter económico que demandaba la “Sociedad Deportes Culiacán”, propietaria del equipo local, ya en su tercera edición del circuito costeño.

Para entonces ya se habían reunido varios personajes, entusiasmados por la idea e interesados en el proyecto. Avanzaron rápido: de la sociedad pasaron a club y paralelamente a ello se integró un comité pro estadio.

En primera instancia – nos cuenta don Agustín D. Valdez – se analizó la factibilidad de un predio ubicado en la colonia Chapultepec, justamente donde aún residen algunos miembros de la familia Carrillo Rodrigo, destacados empresarios y agricultores del valle de Culiacán; sin embargo, ese primer proyecto se descartó por su cercanía al río Tamazula y por su proximidad al puente Cañedo, que unía el norte con el sur de la ciudad, a través de la avenida Alvaro Obregón.

“Apareció entonces – narra literalmente Agustín – la figura de Jorge Almada, quien al conocer las necesidades de ese entusiasta grupo, encabezado por Alfonso Zaragoza, Enrique Peña Bátiz, Manuel Félix y un numeroso grupo de aficionados, les cedió un amplio terreno localizado en las inmediaciones de la estación del Ferrocarril Occidental de México, más conocido como “El Tacuarinero”. (Muy cerca, de donde se ubica hoy día el edificio de El Sol de Sinaloa).

Jorge Almada Salido, junto con su hermano Jesús, eran los propietarios del ingenio azucarero de Navolato. Jorge era yerno del general Plutarco Elías Calles, que había sido presidente de México entre 1924 y 1928, al contraer nupcias con su hija Alicia. Obviamente, era una persona de gran capacidad económica que al donar el predio únicamente puso una condición: que se utilizara exclusivamente para el fomento y el impulso del deporte infantil y juvenil, en sus diferentes expresiones, no solo en beisbol.

El grupo, sin embargo, convenció a Almada Salido de la necesidad de contar con un estadio para el beisbol profesional en la ciudad y dio el visto bueno para el inicio de su construcción, con la nivelación de los terrenos, lo que fue posible con la participación de un transportista y constructor de nombre Octavio de la Vega, que lo dejó en condiciones para el arranque de la obra civil.

El primer proyecto fue obra de un arquitecto de Mazatlán, llamado Gabriel Sánchez Hidalgo, desechado por su alto costo, para cederle la obra al ingeniero Constantino Haza, en cuya hoja de servicios figuraba la construcción del edificio Clouthier y del Casino de Culiacán. Haza se apoyó en un maestro de obras, de nombre Felipe Retamoza, quienes iniciaron los trabajos, tan pronto se oficializaron las primeras recaudaciones del comité pro obras del estadio de beisbol.

Precisamente la primera aportación – de acuerdo al trabajo periodístico de Agustín D. Valdez – fue del gobernador del Estado, Pablo Macías Valenzuela, quien autorizo 5 mil pesos mensuales, para la cobertura de sueldos a lo largo del proceso de edificación, mientras que don Alfonso Zaragoza aportaba material para el proyecto, muchas veces a costas de su empresa particular.

En suma: se recolectaron 36 mil 704 pesos, de una larga lista de aportantes, entre los que figuraban los empresarios más conocidos de la ciudad, productores agrícolas, comerciantes, profesionistas, gente de la alta sociedad y público en general.

Adicionalmente a ello, el gobernador Pablo Macías autorizó un impuesto especial a los espectáculos públicos, que se canalizó a la construcción y el mantenimiento del estadio, en el entendido de que el proyecto inicial contemplaba en si un estadio olímpico, pistas para la práctica del atletismo y canchas de futbol. Todo un proyecto, cuya intención era detonar el desarrollo urbano de la ciudad.

A final de cuentas, la apertura de un estadio, en noviembre de 1948, con muchos detalles por finiquitar; algunos se subsanaron con el paso de los años, otros así se quedaron hasta la primera remodelación en serio del parque, en 1993, con el advenimiento del ingeniero Renato Vega Alvarado a la gubernatura del Estado.

= ¿POR QUE EL NOMBRE DE “ANGEL FLORES”? =

¿Por qué el nombre del general “Angel Flores” al estadio? Una pregunta muy recurrente.

Angel Flores fue un general revolucionario y un destacado político sinaloense. Nació el 2 de octubre de 1883 en el heroico San Pedro; pero fue registrado en la sindicatura de Capirato, municipio de Mocorito. Murió en la pobreza y en la soledad, en una habitación del hotel Granada, aquí en Culiacán, el 31 de marzo de 1926. Esto es: casi 20 años antes del nacimiento de la Liga de la Costa del Pacífico.

Es decir: el general Angel Flores no tuvo absolutamente nada que ver con el beisbol. Sin embargo, la propuesta en su favor, de parte de quienes hicieron el sueño posible, obedeció a su carrera militar y política – dos veces gobernador interino de nuestro Estado y una vez gobernador constitucional – y a que fue el primer sinaloense, candidato a la presidencia de la República, la que perdió ante Plutarco Elías Calles.

A pesar de eso, fue un nombre pegajoso, que sonaba muy bien, tanto así que no existe aficionado a la pelota, a lo largo y ancho de toda la región, que no conozca el nombre del estadio de Culiacán. Al menos, hasta la temporada 2014-2015.

En la actualidad, ya no lleva su nombre; pero, para muchos – entre los que me incluyo – será siempre el estadio “Angel Flores”, por siempre la casa de los Tomateros de Culiacán.

=BIBLIOGRAFIA =

Cosas del beisbol, de Agustín D. Valdez; Con el beisbol en la sangre, de Herberto Sinagawa Montoya y Los Gobernadores de Sinaloa ante la Historia, edición especial y de lujo, proyectada y realizada por Heriberto Galindo Quiñones.