= Y primer seguidor de Tomateros de Culiacán
= Carrera de 50 años en forma ininterrumpida
= Su último juego, cuando el bicampeonato guinda
= Una historia de éxitos, no exenta de descalabros
Lo conocí en abril de 1972, cuando Antonio Pineda Gutiérrez abrió las puertas de El Sol de Sinaloa a un puñado de jóvenes entusiasmados, ilusionados e interesados en fabricar una carrera como cronistas deportivos, en las páginas de ese matutino, en ese tiempo el periódico más fuerte e influyente de toda la entidad, eslabón de la poderosa Cadena García Valseca.
Antonio Pineda, “Toñico”, se desempeñaba como subdirector, encargado de la plaza; el director regional era Ernesto Zenteno Carreón, quien habitualmente despachaba en El Sol del Pacífico, del puerto de Mazatlán y Agustín D. Valdez era el jefe de la sección deportiva, aquí en Culiacán.
Y es precisamente a Agustín D. Valdez, a quien le quiero dedicar la columna de hoy. Imposible escribir la historia de Tomateros de Culiacán y omitir a su voz oficial, durante 50 años.
Por aquel tiempo, “don Agustín” – como le llame siempre – estaba en el mejor momento de su trayectoria, iniciada en 1947, cuando agonizaba la tercera temporada de la legendaria liga de la Costa y todavía con los viejos Tacuarineros de Culiacán, hospedados en el estadio de la Universidad de Sinaloa. Al año siguiente, se mudarían al nuevo estadio “Angel Flores”, cuya construcción – escribió alguna vez Agustín – “se interrumpió en 1948 y exactamente así sigue hasta nuestros días”.
El “señor D. Valdez” – así le llamaban en El Sol de Sinaloa – debutó, en efecto, con la narración de la última serie de la temporada de la liga de la Costa en 1947, en el estadio Universitario, y concluyó su carrera en enero de 1997, como él lo soñó siempre: con una coronación de Tomateros de Culiacán. Y además ¡de qué manera! Esa fue una noche de enero 29 y reseñó, con su estilo único e inigualable, el hit de Benjamín Gil que tendió a los Naranjeros de Hermosillo sobre el césped del estadio “Angel Flores”, para concretar el único bicampeonato que tiene el equipo guinda en la historia de la Liga Mexicana del Pacífico.
Ahí, hay que precisarlo, Agustín se despidió como titular de las transmisiones; pero continuó algún tiempo más todavía, como comentarista; como responsable de un programa deportivo y con su participación en un gustadísimo espacio, en el que tomaban parte cronistas de todas las plazas de la Liga Mexicana del Pacífico.
Así, tras su trayectoria de 50 años de carrera ininterrumpida; siguieron algunos más, prácticamente hasta poco antes de su fallecimiento, en octubre de 2012.
-HISTORIA DE EXITOS; TAMBIEN DE SINSABORES -
Y bueno.
Para retomar el punto de partida, debo subrayar que, cuando tuve la fortuna de conocerlo y el privilegio de compartir inolvidables episodios, bajo su compañía y asesoría, estaba, ciertamente, en su mejor momento.
Veamos:
En febrero de 1973, cuando la tercera Serie del Caribe – en su nueva época – tuvo lugar en el estadio Universitario, de Caracas, Venezuela, los Yaquis de Obregón representaron a México y la directiva de la LMP dispuso que fuese Agustín la voz oficial y fue así como nos trajo las incidencias del evento, desde aquella ciudad del Norte de América del Sur.
Repitió en febrero de 1974, en Hermosillo (primera SC en México), con los Venados de Mazatlán, como campeones de nuestro beisbol.
En 1976, en Santo Domingo, don Agustín recibió la misma distinción, al transmitir desde Santo Domingo y Santiago de los Caballeros, en aquella ocasión en que los Naranjeros de Hermosillo se trajeron el título para México.
Y todavía en 1977, con la Serie del Caribe de nuevo en Caracas, volvió a tener el honor de desempeñarse como la voz oficial, con los Venados de Mazatlán, como monarcas de la LMP.
Y bueno, lo que son las cosas:
Tras cuatro Series del Caribe, tres en el extranjero, Agustín tuvo que digerir uno de los tragos más amargos de su carrera: en 1978, justamente con los Tomateros de Culiacán como campeones y con el evento a desarrollarse en el puerto de Mazatlán, no fue considerado para las reseñas y lo que es más, ni tan siquiera se le concedió participación alguna, en las transmisiones, que abarcaron un gran número de ciudades a nivel nacional.
¿Qué sucedió?
Nunca lo supe y ni tan siquiera hice el intento de averiguarlo. Quizás, el empuje de las nuevas generaciones, aun muy incipientes; celos profesionales; algún correctivo. Vaya usted a saber.
Lo cierto es que eso representó un durísimo golpe para don Agustín, quien ya no tuvo, en lo sucesivo, ningún interés en participar en Serie del Caribe alguna, aunque si se mantuvo como titular del club Tomateros de Culiacán, todavía hasta 1997, cuando la celebración de sus “bodas de oro” entre él y el beisbol de la Liga Mexicana del Pacífico.
Así, como la voz oficial de Tomateros, don Agustín tuvo el privilegio de narrar – como solo él solía hacerlo – seis de los doce campeonatos del equipo guinda: en 1967, en 1970, en 1978, en 1983, en 1996 y en 1997. El del 85 no está en la lista porque es uno de los dos que se han conquistado en gira: en Mexicali. El otro es muy reciente, apenas en 2018, en la ciudad de Navojoa. Y añádale usted los cetros de la vieja Liga de la Costa.
En suma: muchas remembranzas, muchos destellos, muchas vivencias a lo largo de todos estos beisboleros años.
¿Quién no recuerda, por ejemplo, la bola que le marcó a Aurelio Rodríguez en el sexto juego de la final de 1970, contra Cañeros de los Mochis, al anticiparse a la marcación del ampáyer Juan Lima, que vio el lanzamiento como “estraick” y que marcó el principio de una bronca fenomenal entre Lima, el manager Papelero Valenzuela y el propio Aurelio Rodríguez, ya una gran estrella del beisbol mexicano?
Aurelio estaba en cuenta de 3 y nada y los Cañeros, que perdían 4-3 en esa séptima entrada, tenían la casa llena. La base por bolas representaba la carrera del empate para Mochis y su inminente regreso a la serie titular (la que perdían 3-2); sin embargo, al reanudarse las acciones, todo se re redujo a un inofensivo elevado hacia la segunda base, donde Rubén Amaro capturó sin problemas. Todavía es uno de los episodios más recordados en la historia de la Liga Mexicana del Pacífico, especialmente por los aficionados de Los Mochis, que seguían por radio aquella transmisión, exaltada a niveles bélicos por Kid Alto, su cronista de entonces.
¿Cómo no recordar su narración en el jonrón de Jesús Sommers, en 1978, sobre los mismos Cañeros de los Mochis? “Batazo fuerte por el jardín izquierdo…a la barda…¡Culiacán campeón! ¡Culiacán campeón!
¿O el hit de Benjamín Gil, en 1997, sobre Juan Acevedo, para sembrar a los Naranjeros de Hermosillo en el campo de juego, en lo que fue su última participación como el cronista oficial de Tomateros de Culiacán?
Todo esto, como dijera el clásico: como si hubiese sido ayer.
-SU POLIFACETICA PERSONALIDAD -
Ahora que.
Como ya quedó claro, no todo fue vida y dulzura para don Agustín D. Valdez a lo largo de su trayectoria como cronista deportivo, tanto en la radio, como en la prensa escrita y muy ocasionamente en una televisión, que apenas y si comenzaba a asomarse a los parques beisboleros de nuestro país.
Le recuerdo, cuando menos, dos ocasiones en las que se le impuso un castigo por diferentes razones; lo expulsaron de la cabina y le impidieron la transmisión de igual número de temporadas.
Una de ellas, muchos años atrás, cuando al término de una cápsula beisbolera, remató con la frase: “¡Carta Blanca en los deportes!” cuando lo que tenía que decir era “¡Corona, la cerveza campeona!”, marca que era la patrocinadora oficial por aquellos ayeres. Con el tiempo, don Agustín me confesó que aquello no fue una equivocación, ni mucho menos un lapsus mental, sino ¡una apuesta! que le redituó varios miles de pesos. De aquellos pesos.
La otra, igual, muchos años; pero un poco menos: Agustín anunciaba sus intenciones de retirarse de la cabina; pero aclaraba que no lo hacía efectivo porque, en Culiacán, lamentablemente no existía el talento suficiente como para que una persona ocupara su lugar. El comentario hirió en lo más profundo de su orgullo a la delegación Culiacán del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Radio, cuyo secretario general, Enrique Peña Torres, ordenó inmediatamente su inhabilitación ante la directiva del club Tomateros de Culiacán y de la propia Liga Mexicana del Pacífico.
En ambas ocasiones, el castigo fue drástico, severo, quizás excesivo. De cualquier modo sirvió para corroborar que, en efecto, nadie como él, por ese entonces. El STIRT-Culiacán llenó el hueco con algunos de sus jóvenes exponentes, también con aspiraciones; pero nunca pudo cubrir ese lugar de privilegio, que ocupaba no solo entre la fanaticada, sino entre la sociedad de Culiacán en general.
Repito: lo conocí como jefe de la sección deportiva de El Sol de Sinaloa, lo que lo hacía mi jefe, en automático y ahí se inició una relación que se prolongó mucho más allá de mi salto a la información general – del mismo Sol – a mediados de 1980, por disposiciones del entonces director, Herberto Sinagawa Montoya. De cualquier modo, nos mantuvimos como compañeros de trabajo, hasta 1995 (cuando se retiró del periódico) y como amigos hasta el final de sus días.
A lo largo de todo este tiempo, me tocó conocerlo en una amplia diversidad de facetas, durante su vida: como promotor de box – organizó la primera pelea de campeonato mundial en Culiacán, con Carlos Zárate como protagonista y alentó a Julio Cesar Chávez en el arranque de su carrera -; como presidente del Circuito de Basquetbol de la Costa del Pacífico; como empresario, de algún modo y como ser humano y jefe de familia, por supuesto, al lado de doña Martha Mata, su esposa.
Cuando Agustín narraba un juego de beisbol, los radios de toda la ciudad estaban en la misma sintonía: BL, NW o NZ y su voz se metía hasta el fondo de los hogares, como un delincuente que burlaba toda privacidad. Y al “Angel Flores” todo mundo llegaba con su aparato de radio, para presenciar el partido y disfrutar, al mismo tiempo de su narración. Era frecuente que el sonido se “viciara” por el exceso de radios activos a lo largo y ancho del graderío.
-Es más emocionante escuchar a Agustín, que ver el juego en vivo – decían no pocos aficionados.
Y un especialista, en cierta ocasión, escribió:
-Agustín D. Valdez, el único cronista que nos hace VER los juegos, a través de la radio.
Alguna vez me dijo: “toda persona tiene tres misiones que ineludiblemente tiene que cumplir en la vida: tener un hijo (conocí a María Antonieta y a Mike); escribir un libro (“Cosas del beisbol”) y plantar un árbol”, cosa que supongo hizo también, por la cantidad que de ellos tenía, como una especie de cerca alrededor de su casa de la icónica colonia Guadalupe, aquí en Culiacán.
Ser amigo de don Agustín, a pesar de la diferencia de edades, fue todo un privilegio, que me tocó compartir, mayoritariamente, con Antonio Velázquez – el subjefe de la sección – y Heriberto Millán Godínez, quien también fue mi amigo y quien también se nos adelantó ya en el viaje sin regreso. Los amigos de Agustín formaban legiones y su nombre, por supuesto, era ampliamente conocido no solo en Culiacán, sino en todas las plazas de la Liga Mexicana del Pacífico. A nosotros, sin embargo, nos distinguía con un trato especial. Iniciaba su carrera, otro viejo amigo, vigente hasta nuestros días: Fausto Castaños.
Curiosamente y contra lo que pudiera pensarse, quienes no eran amigos de nuestro personaje eran los peloteros mismos, con quienes Agustín siempre guardó sana distancia. Le recuerdo contadas excepciones: Vicente Romo, Cananea Reyes y Homobono de la Rocha. No más
Y fue, en esa dirección, por cierto, uno de sus primeros consejos, hacia este cronista deportivo:
-Telles: no te hagas amigo de los peloteros porque no es bueno si piensas dedicarte a esto de tiempo completo. Respétalos y has que te respeten; pero nunca busques su amistad, porque entonces no vas a poderte desarrollar profesionalmente. Eso será una barrera infranqueable, para el ejercicio de críticas y señalamientos.
En principio, lo confieso, no me agradó del todo porque si de algo quería presumir era precisamente de eso: de ser amigo de los grandes beisbolistas de la época; sin embargo, acaté el consejo y con el tiempo me di cuenta de que era lo correcto e hice lo mismo con quienes seguían nuestros pasos en esta carrera. Algunos lo tomaron en cuenta; otros no. Presumir a los estelares de la pelota mexicana como tus amistades, no deja de ser una atracción irresistible.
Agustín D. Valdez acostumbraba llegar a la vieja redacción de El Sol de Sinaloa – frente a la ya desaparecida Central Camionera y a solo cinco cuadras del estadio “Angel Flores” - a eso de las 8 de la noche – en tiempos en los que no había temporada de beisbol – y de inmediato captaba la atención de los ahí presentes, además de los que se incorporaban gradualmente a lo que se convertía, día con día, en una especie de tertulia. Y exactamente lo mismo acontecía cuando hacía su entrada en otro lugar: un restaurant, un bar, el estadio mismo o un cine, que era una de sus distracciones favoritas.
Es que además de su personalidad y gracia natural, don Agustín era un gran conversador y periodista a final de cuentas, solía dominar todos los temas, habidos y por haber.
Con su retiro de las cabinas y con su posterior fallecimiento en octubre del 2012 – casualmente un mes después y a la misma edad que mi admirado padre, don Jorge Telles (88 años) que fue quien me inculcó mi amor al beisbol y mi afición por los Tomateros de Culiacán – se cerró un ciclo de cronistas deportivas de reconocido prestigio en la Liga Mexicana del Pacífico: Eduardo Valdez Vizcarra, en Mazatlán; el Mago Obeso y el profe Orona, en Guasave; Héctor Islas y Octavio Ibarra, en Los Mochis; Carlos Córdoba Guirado, en Navojoa; Alfonso Araujo y Otilio D Gives Robles, en Ciudad Obregón; el Gallito Rodríguez, en Guaymas; Fausto Soto Silva, en Hermosillo y Mario Thomas, en Mexicali.
Y aquí en Culiacán, han venido después: Miguel Angel Ahumada Mariscal, Jorge Vilchis, Gonzalo Camarillo, Enrique Kerlegand, el “Capi” Bolaños, Víctor Coronel, Edgard Maldonado y más recientemente Pablo Grajales y Lenin Orduño. Por el lado de la TV: Juan Angel, Fausto Castaños y Chepe Zazueta.
Todos muy buenos; pero ninguno de ellos de la estatura de don Agustín D. Valdez, hasta la fecha, el mejor en la Liga Mexicana del Pacifico y probablemente en el beisbol mexicano en general.
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