columna oscar

Un meteoro se está acercando

y se va a estrellar con nuestra economía.

Joe Biden

 

Manifestarse es un derecho, reprimir es un delito. Ese derecho lo consagran la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos y nuestra Constitución Política. Repetimos esta verdad en los gobiernos anteriores y creemos que cobra mayor vigencia en las administraciones presentes. Nos preocupa escuchar al presidente municipal de Culiacán afirmando que plantarse en la calle es un delito grave. Es cierto que hay una legislación que sanciona ese hecho, pero es una ley producto de los regímenes autoritarios, que no tiene razón de ser en los gobiernos de la Cuarta Transformación. Vale ahora la vocación de diálogo, no la nostalgia por el pasado represor.

 

Otra cosa que debe estar presente y dar cuerpo a las tareas de gobierno, es el mundo de problemas que nos hereda el Covid-19 y la crisis que lo acompaña como sombra. Todos los niveles de gobierno deben orientar el gasto público para fortalecer las áreas de salud, educación, empleo y vivienda. Y en el campo de la salud los saldos que en cascada nos deja el coronavirus: huérfanos y viudas, incapacitados temporal y permanentemente. Cuando en las ideas de la obra de gobierno sólo caben metrobuses o elefantes blancos, las necesidades sociales que deja o profundiza la emergencia actual quedan a la vera del camino.

 

Tres años después de que la Cuarta Transformación ha buscado tomar la andadura firme, hay un campo que reclama una nueva concepción: la seguridad ciudadana, no la llamada seguridad pública que sólo atendía y entendía el interés de las instituciones, no las del pueblo. Entre las áreas de gobierno que tienen esta tarea no se hizo esfuerzo alguno por imaginar proyectos que se acercaran a los reclamos y demandas sociales en la materia, simplemente se dejó a las viejas corrientes y a los intereses creados seguir su camino.

 

Y no hay hasta este día ni estrategia ni proyectos ni tampoco sueños desde las oficinas y corporaciones, que nos lleve a pensar en que conoceremos nuevos tiempos en materia de seguridad y que al fin se acotará la crisis humanitaria que se expresa en homicidios, desplazamientos internos y desaparición forzada de personas. Nos llega la información de que hay instrucciones para que se cumpla con una cuota de detenidos por jornada en la Policía Municipal de esta capital. No entiendo para qué un alto número de personas en barandilla, si eso no refleja el mejoramiento de la seguridad en el Centro Histórico y en las colonias.

 

Este jueves 7 empezó un interesante programa en el Centro de Culiacán: comerciante amigo, policía amigo. La idea es promover el abatimiento del delito en esa zona para este fin de año. Fue idea de los comerciantes del viejo casco de la ciudad. No está mal. Pero no dejo de pensar que la defensa de los pequeños y medianos negocios contra el robo, también nos remite a ver la condición de los que la pandemia ha condenado al desempleo y a vivir sin ingresos. Resolver su problema no es un caso para la policía, pero el tema de la seguridad nos manda de nuevo a revisar las tareas de los gobiernos municipales y estatal. No tiene vuelta.

 

Con los esfuerzos que se hacen desde el Estado, los inversionistas y los trabajadores, el crecimiento de la economía apunta a una meta por encima del 5.6 por ciento para este 2021; pero nos sigue una inflación que en el mes de septiembre alcanzó el 6 por ciento y puede anular el repunto económico. La respuesta del Banco de México es subir la tasa de interés, lo que no estimula la inversión. Ante esa situación urge que la orientación del presupuesto 2021 se derrame en gasto social y en la inversión productiva, esa que incrementa riqueza y multiplica empleos.

 

Pero vivimos un dilema en el campo de la educación al que no le hemos dado una salida que nos deje satisfechos. Lo primero que creemos padres, maestros y sindicato, es que los contagios por Covid-19 se multiplicarán. Y a partir de esa postura no hay quien empuje en serio para ir a clases presenciales, salvo la insistencia de Andrés Manuel López Obrador y la SEP. La OMS y la UNESCO están preocupadas por las pérdidas que la ausencia en las aulas ha provocado en el aprendizaje. Y nos urgen al regreso a las aulas y laboratorios. Debemos encontrar la solución.

 

Sin encontrar la salida y sin cantar victoria sobre la pandemia, ya se autorizó la apertura de los estadios de beisbol y de futbol. Ya hay publicidad para realizar la Feria ganadera y llevar a cabo las verbenas. Todos estos eventos llevan el riesgo de profundizar los contagios y de abonar a la cuarta oleada de Covid-19, como ya se ha adelantado desde hace algunas semanas. El gobierno que encabezará Rubén Rocha debe monitorear cada momento y cada concentración. Cualquier descuido nos puede volver a poner con el Jesús en la boca, como nos pasó en las anteriores oleadas. La gran contradicción es que a los estadios y playas van muchos niños, pero no a las escuelas. Y a la Feria ganadera y a las verbenas seguramente también irán. ¿Con qué riesgos? Con muchos. ¿Por qué priorizar negocios y ganancias, y no la salud y educación de los sinaloenses? Vale.

 

 

 

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