La realidad tritura la ilusión.
Rafik Schami
La recuperación económica parece tomar buena andadura para 2021. Y llama la atención que lo diga la Secretaría de Hacienda y lo afirme también el sector privado a través del Consejo Coordinador Empresarial (CCE). Al parecer los avances en la vacunación abren un entorno favorable para que cobren nueva vida muchas de las actividades económicas en México. Hasta hoy, de acuerdo a la información oficial, van 7 millones 400 mil vacunas aplicadas, siendo los beneficiarios el personal del Sistema de Salud Pública y parte del privado, y la población adulta mayor. De esta última, los datos de INEGI 2020 nos dicen que tenemos 15 millones 400 mil personas mayores de 60 años. La mayor parte sigue sin vacunarse.
Hacienda mantiene optimismo y nos dice que el crecimiento de nuestra economía puede alcanzar el 5.3 por ciento. Y alimenta esa buena predicción confiando en que se avance rápidamente en la aplicación de la vacuna, que el crecimiento de la economía estadounidense se desenvuelva como hasta hoy prevén sus pitonisos, que el petróleo conozca nuevos tiempos en el mercado mundial y la estabilidad del sistema financiero del país. Sumando el esfuerzo de gobiernos y bancos centrales del mundo. El CCE considera que el país puede crecer entre el 3 y el 4 por ciento (incluso más), pero sería en un escenario nacional en semáforo amarillo en los próximos trimestres y con una fuerte inversión de parte de la iniciativa privada. “El sector público con muchas ganas que tenga, no tiene dinero para hacerlo, entonces tiene que generar las condiciones para que México sea atractivo y tenga inversiones”. Afirmaron.
Pero la deuda pública de México sigue su camino al incremento, aún sin nuevos compromisos de contratación. Desespera saber que de 2018 al pasado mes de febrero la deuda pública aumento en 1 billón 800 mil millones de pesos, un espantoso incremento del 17 por ciento. El gobierno de AMLO no ha recurrido a nuevas contrataciones de deuda, pero tampoco se ha propuesto una iniciativa que siente a los acreedores externos e internos para negociar las llamadas obligaciones. Ya hemos comentado que recursos para promover esa iniciativa no faltan. Instituciones como el BM y el FMI internacional admitieron en 2020 el argumento de cambio de circunstancias, para plantear negociaciones de deuda en el caso de los países pobres, pues la pandemia es ese caso.
Más allá de ese elemento válido, nosotros también debemos poner en consideración con los acreedores: la legalidad, la legitimidad y la moralidad de las deudas que hasta hoy se cobran, sin que haya algún reparo de parte del Estado mexicano. Basta acercarse a lo que se llama Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP), que incluye también los rescates bancario y carretero y los antipáticos PIDIREGAS (Proyectos de Inversión de Infraestructura Productiva con Registro Diferido en el Gasto Público, proyectos de obra pública financiada por el sector privado), para que la piel se ponga chinita y empuje a la conciencia a reflexionar y compartir con otros ciudadanos la necesidad de que ni el Congreso de la Unión ni el Gobierno Federal se queden cruzados de brazos.
Otro escándalo de los últimos meses es la situación de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ante el sector privado. Todo fue abrirle las puertas a dicho sector para que entre 2013 y 2020 la empresa nacional subsidiara a las privadas con 471 mil millones de pesos, a razón de 80 mil millones de promedio anual, cuando la misma CFE era autosuficiente en la generación de energía en el momento de arranque de la reforma neoliberal.
Mientras, sin la debida reflexión a la hora de combinar apertura de actividades económicas y medidas preventivas ante un Civid-19, que ya ha demostrado una capacidad de conejo para generar variantes, este mes de abril está dejando una mala huella de nuestros errores. Se abrió Mazatlán y su estadio de beisbol a la Serie del Caribe y aunque la sensatez de los habitantes del puerto mazatleco determinó en una encuesta que debía suspenderse el Carnaval 2021, las expectativas de buenos negocios llevaron a la apertura de centros vacacionales y de recreo en la llamada Semana Santa. Esto no fue privativo de Sinaloa y ahora las estadísticas del coronavirus empujan hacia arriba la curva que le da rostro a la pandemia.
Agreguemos a nuestras preocupaciones que los candidatos de todos los partidos y sus actividades en campaña, no muestran mucha mortificación hacia los riesgos de contagio a partir de concentración de sus activistas y menos de las aglomeraciones que se realizan en los actos de proselitismo, muchos de ellos masivos. Desde esta modesta columna hacemos las siguientes observaciones: aunque la Secretaría de Salud ha sido muy tímida a la hora de establecer comportamientos para este proceso electoral, la responsabilidad que descansa en los hombros y en la conciencia de los aspirantes a todos los puestos públicos es muy grande; procuren que más allá de los cubrebocas y la sana distancia, los tumultos no dejen en cero cualquier medida anti contagio. Por otra parte, el Covid-19, sus consecuencias y las políticas para su seguimiento deben ser parte del discurso de los candidatos. Al parecer no lo es. Increíble que las víctimas del Covid-19 que hoy deambulan con sus secuelas, endeudadas, muchos sin empleo y sin ingresos, no sean parte del discurso y de los compromisos de campaña. Es increíble. Vale.
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