Nuestra solidaridad con el amigo Amos Lugo Vega por la dolorosa pérdida de su señora esposa.
La semana que pasó fue muy dura, me “llovió” por casi todo lo que escribí y me pareció prudente insistir en algunos temas, como el de los estadios y la inversión pública, la sucesión del gobierno estatal y la disputa nacional en el marco de las crisis sanitarias y económicas.
Me tildaron de orate, vendido, ignorante, mal intencionado y, lo menos, que respondía al PRD, cuestiones que me parecen muy normales y naturales en una sociedad abierta, comunicada, libre y democrática, donde el debate de ideas es consustancial e indispensable para su fortaleza.
En el caso de los estadios de béisbol y futbol, que se han convertido en negocios privados con dinero público, convertido en gasto oneroso y superfluo para el erario, es una práctica que se inició en 1996 en Culiacán, con el gobierno municipal del amigo ya desaparecido Sadol Osorio, cuando concesionó por 15 años el estadio “Ángel Flores” a la familia Ley, que luego se renovó por 30 años más y el remate fue la inversión millonaria del gobierno de MALOVA en 2015-2016.
El estadio “Ángel Flores” y la familia Ley son la insignia de este juego perverso y corrupto de la privatización de bienes y recursos públicos.
“El Ángel Flores” es propiedad del gobierno de Culiacán y era quien administraba y usufructuaba ese bien público, donde por décadas cobró renta a “Los Tomateros”, cobró impuestos por comercio y publicidad, fue estacionamiento del IMSS, parque público para las ligas de béisbol del municipios y escenario para espectáculos musicales.
Todo, absolutamente todo se perdió para el municipio, además de que se llevó más de 500 millones del gobierno estatal, cuestiones que ocurrieron también con el “Emilio Ibarra” de Los Mochis, el de “Los Algodoneros” de Guasave que se hizo con un maratón popular en 1963 junto con la preparatoria de la UAS, el estadio de “Dorados” construido por el gobierno de Sinaloa para el futbol profesional, igual que con el “Teodoro Mariscal” en Mazatlán y ahora la construcción del estadio de futbol en el mismo puerto y la turbia maniobra para establecer un club de primera división, como lo es “Monarcas” de Morelia, propiedad de la familia Salinas Pliego.
La turbiedad, corrupción y complicidad de todas estas operaciones han resultado casi todas de anecdotario político, cuando se han conocido las danzas millonarias para que los cabildos las aprueben, empezando las preguntas ¿Por qué si no son negocios reparten tanto dinero?
Y luego vienen con el espectáculo y el deporte, cuando eso es una falacia porque ambos casos han existido mucho antes de este mercado de corrupción.
Desde hace 80 años, Sinaloa y Sonora, desde su origen económico y social, han sido dos regiones con enorme potencia para el béisbol y el futbol, principalmente, las estadísticas en ambos deportes así lo confirman.
¿Cómo explicar que Sinaloa sea el segundo estado con mayor cantidad de futbolistas profesionales en las ligas del país? ¿Cómo entender que Sinaloa haya destacado con tanto beisbolista durante todas estas décadas?
Es obvio que no es gracias a las truculencias entre gobiernos y mercaderes del deporte, sino a una práctica popular que se organizó socialmente para tener sus ligas y organizar la práctica del deporte entre niños, jóvenes y adultos.
Y lo más lamentable de todo, es que pese a 25 años de denuncias y reclamos no haya autoridad, ni municipal ni estatal del signo y color que sea, capaz de enfrentarles y han preferido ser cómplices, socios, y sucios, que es lo peor.
De eso se trata la crítica. Hoy le toca al gobernador Quirino Ordaz, pero no es algo que él haya inventado, el tan solo lo continuó y amplió. Nada más.