La decisión del presidente López Obrador de retomar sus giras por el país el próximo lunes, al margen de lo que decida su gabinete de salud, no es más que un acto desesperado y de grandes riesgos basado esencialmente en el criterio personalísimo de recuperar su terreno perdido.
El presidente AMLO oye pasos en la azotea que le indican que ni tiene la legitimidad ni la fuerza con la que llegó el 2018, un poder tan grande que no se conoce a nadie en los tiempos de la democracia electoral de 1994 a la fecha.
Esta desesperación política del presidente, que se manifiesta en ese frenesí político, precisamente en el momento más crítico de la pandemia cuando estamos cerrando la semana de mayor contagio y defunciones en las diez semanas que lleva en México el virus, es de altísimo riesgo e irresponsabilidad, más que nada por este estado de alarma sanitaria que estamos viviendo.
¿Cómo entender al presidente López Obrador con esta actitud que toma en este momento de la pandemia? Pues como una gran irresponsabilidad porque el país necesita confianza, seguridad, disciplina, orden y unidad de esfuerzos contra la crisis de salud y el daño económico que está haciendo crujir las estructuras y seguramente se va a extender por dos años, al menos, esta crisis haga lo que haga y vaya a donde vaya el presidente Andrés Manuel.
Y la verdad es que su actitud obedece a esa creencia de que AMLO es el país, AMLO lo es todo como lo enaltecen panegiristas como Jorge Zepeda Paterson, que se atreven a frasear “contra AMLO, ten cuidado con lo que deseas”, a propósito de la competencia y lucha política que debe ser tan normal en cualquier democracia.
Por ello es sustancial entender que AMLO no es México, y cualquier mexicano tiene la libertad, el derecho y el deber de pensar, decir y actuar políticamente respecto al presidente de México.
Zepeda Paterson resume (quién lo iba a decir) el pensamiento fanático de considerar a AMLO un ser celestial e infalible, cuando la realidad tangible y concreta, es que estamos frente a un gobierno insensible, ineficiente e ineficaz.
Podemos coincidir con Zepeda, como lo ha dicho anteriormente que nos encontramos ante un presidente “bien intencionado”, pero para gobernar se requieren resultados positivos, producto del conocimiento y la capacidad operativa. Ese es el asunto de fondo que se debate, más allá de cómo se califiquen a esas críticas.
Y pongo a colación este juicio de este escritor porque el presidente López Obrador requiere literalmente su extravagancia para mantener su vigencia, que lamentablemente ninguno de los otros poderes hacen algo por contenerlo y por ello la opinión pública es todavía más importante.
No sé qué vaya a pasar en las giras del presidente en los próximos días, pero si me imagino que puede provocar una estampida social cuando aún no llegamos al pico de la pandemia y hacer aún más cruenta esta, como ya le ocurre a Brasil con los excesos personalistas del presidente Bolsonaro y se coloca al país de Pelé como el segundo lugar mundial con más contagiados, después de los Estados Unidos.
¿Qué pasaría si provoca una estampida social en México (que poco le falta) y en lugar de bajar los contagios de la pandemia estas suben? En mi opinión, se puede dar una crisis muchísimo más grave que la que ya tenemos, ojalá y no.