columna joseluis

 

El gobierno de AMLO tendrá que ampliar sus programas sociales por lo menos en lo que resta del año, pero en contraparte tendrá que ajustar sus proyectos estratégicos (Dos Bocas, Santa Lucía, Tren Maya), revisar el caso de PEMEX, llevar a cabo una revisión del pacto federal, particularmente del sistema de coordinación fiscal, ventilar con los gigantes del sector privado sus roles fiscales para elevar la recaudación fiscal y ponderar la perspectiva de una redistribución del ingreso nacional.

 

Si ya la 4T se había propuesto un cambio para el país, al que bien había atinado de fortalecer el ingreso familiar de los más desposeídos, hoy se coloca a la orden del día un paquete programático para reordenar el país y acelerar su recuperación económica que le ha provocado la contingencia sanitaria.

 

El gobierno de la república debe asumir con urgencia su liderazgo para la unidad que requerimos. No puede continuar AMLO con el patrimonialismo político del poder y pretender aplastar a los demás. Es indispensable que el país transite en armonía la crisis para lograr los mayores acuerdos. Los problemas son complicados y pueden llegar a ser peor si no se unen.

 

Nos falta un mes para iniciar el levantamiento del aislamiento social y empezar a retornar a la normalidad. Ya se cumplió un mes y hemos visto las consecuencias, que si bien han sido duros vienen los tiempos más difíciles en todos los sentidos. Imaginemos que la pandemia se estabilizará para fines de abril y para el 15 de mayo se hayan reducido significativamente los riesgos.

 

Para entonces sumaremos 60 días de paro absoluto, con alrededor de 100 millones de personas aisladas en sus casas, con 2 millones de microempresas paralizadas, con 80 millones de trabajadores sin emplearse, el daño económico se recrudecerá y la desesperación social llegará a su plenitud.

 

En un país que produce un trillón de dólares de PIB nacional, imaginemos que perdemos el 20%, el corte será terrible y, como siempre ocurre, la destrucción se puede dar un día, pero la construcción nunca, por eso el gobierno de AMLO debe ser muy razonable.

 

Los problemas serán gigantescos y vendrán de todos lados y muchos serán simultáneos, por lo que no se puede seguir con la imprudencia de continuar con la división y polarización política, como dejó entrever en su discurso del fin de semana el presidente de que llegó el momento de la “república amorosa” y no de las decisiones de estadista.

 

Los daños y dolores que está sufriendo la sociedad mexicana deben ser valoradas adecuadamente. No cometamos el error de pensar que nada ha pasado y todo puede seguir igual.

 

México después de la pandemia tendrá que ser mucho mejor y para ello sus gobiernos deben ser el ejemplo.