columna joseluis

 

Muchas opiniones existen sobre el relevo de Carlos Ortega Carricarte, secretario de administración y finanzas del gobierno del estado de Sinaloa, como si hubiera un misterio y no la claridad de que el gobernador concentra todo y decide solo, donde sus colaboradores resultan meros operadores y muchas veces invitados de piedra.

 

Si eso es así, no hay coyuntura ni circunstancia política y de gobierno que decida las cosas más que la voluntad del gobernador, por lo que el relevo del tesorero del estado no es otra cosa más que una maniobra, quizá imitando al gran simulador de palacio nacional, para crear una cortina de humo, lo cual rebasaría el esquema de operar su gabinete, que hasta ahora no ha sido así.

 

El gobernador lleva decenas de relevos en su administración, donde prácticamente ninguno ha sido por circunstancias políticas, sino más bien decisiones de un operador de tablero, donde todos representan fichas y son sustituibles e intercambiables en cualquier momento.

 

Situaciones mil veces más justificables tienen el fiscal del estado y el secretario de seguridad pública para despedirlos, así como los presidentes municipales de Ahome y Culiacán aunque sea para que se les cuestione, pero con ellos no ocurre nada, porque cuentan con estructuras de gobierno tan inestables que son congruentes con su ineficiencia, donde al parecer nada tiene remedio y quizá esa sea la condición que eleva la eficacia del gobernador y que le ha colocado como un operador político con iniciativa.

 

Porque el gobernador ha sido un ejecutivo eficiente y de resultados que fortalecen su política y su poder, más allá de que se compartan o no con él, pero la realidad demuestra que ha sido capaz de sostener el control del gobierno y dominado a sus adversarios.

 

¿Qué rol jugaba Carricarte en ese juego de ajedrez político? Yo creo que ninguno, y así obvio es que era intercambiable, como lo demuestra el nivel y categoría de su relevo.

 

¿Un enroque político? Tampoco, porque no se trata de un ensamble político con algún grupo diferente al del gobernador o de algún acuerdo con cúpulas empresariales o con el mismo gobierno federal.

 

Por eso el misterio de Carricarte no existe, es simple y sencillamente un cambio de fichas para seguir siendo el mismo tablero y el mismo juego, que representa el gobierno de Sinaloa.

 

El gobernador ha resultado un jugador político de nivel, a pesar de que no se previó por nadie que lo fuera, como se ha demostrado con su hegemonía política, por lo que resulta razonable, más que la cortina de humo, la idea de que el gobernador está tan firme que puede realizar cualquier cambio sin que pase nada, incluso que puede ser más fuerte aún si logra el gran acuerdo político con el presidente de la república para el 2021, máxime con el revés que sufrió AMLO con los gobernadores del PAN.

 

Hoy por hoy, Quirino Ordaz demuestra que tiene “la sartén por el mango” y parece que “el mango” también.