Sinaloa desde hace décadas ha sido líder nacional en pesca en el país y ha sido así no por “obra y gracia” de los gobierno, sino a pesar de ellos, sobre todo por la maravilla natural que representa el golfo de California.
Como lo dijera una vez un visitante del lejano y pequeñísimo país de Islandia, ubicado al norte de Europa, que vino y vio nuestros litorales exclamando “qué riqueza tan extraordinaria tienen ustedes”, expresión que hoy en día resulta una vergüenza para todos por lo mal que hemos hecho y lo que no hemos hecho en favor de esta actividad.
Qué distinto era aquel enfoque que plasmó Don Alfredo Valdez Montoya en su plan de gobierno “70-80”, cuando propuso convertir a Sinaloa en líder pesquero del país al iniciar la explotación de las especies en cautiverio con la acuacultura, de la que Sinaloa fue pionero, y que se concretó en el gobierno de Francisco Labastida con la construcción de las granjas acuícolas.
De toda aquella riqueza que se presagiaba entonces, que llevó a decenas de miles de familias sinaloenses a vivir a orillas del mar, el sueño se convirtió en tragedia, al grado que hoy su lucha es por sobrevivir.
Como en todo, el capitalismo voraz se encargó de destruir el cooperativismo, instrumento fundamental de organización pesquera, para crear en el sector el salvajismo económico que solo aspira a acumular la mayor riqueza en el menor tiempo posible y a costa de lo que sea.
Es cierto que desde los años setentas con la deforestación de casi un millón de hectáreas y luego año con año tirar un millón de toneladas de agroquímicos en esas superficies, que buena parte discurría en el mar, lo que poco a poco fue destruyendo los hábitats, hasta llegar a la privatización del mar sobrepoblando su explotación y depredando lo que fuera, tanto mangles como larvas, y no se diga la contaminación de los valles, y las ciudades con sus ríos de lodo que van a dar al mar.
Al parecer el daño es irreversible, las mermas son ostensibles tanto en volumen como en tiempos y en consecuencia la competitividad en una economía globalizada no se alcanza, lo que hace imposible vivir del mar, y mucho peor lo es cuando los gobiernos, estatal y nacional, no tienen conciencia de ello.
Y es tanto el cinismo y la desvergüenza de nuestros gobiernos que un día le comentaba a un presidente municipal: “nos estamos acabando el mar” y como si fuera broma me contestó “nos vamos a acabar el mundo”, lo que refleja prácticamente la clase de personajes que están en el gobierno y que obviamente hace que el futuro de miles de familias y un sector fundamental de nuestra economía estén en bancarrota y en el abandono social.
Para un litoral de más de 11 mil kilómetros que tiene el país, y los 656 kilómetros con los que cuenta Sinaloa, con 42 centros de pescadores en el litoral sinaloense, para los que este año el gobierno federal destinará 180 millones de pesos, lo suficiente para pagar el salario de los funcionarios, con eso más de cien mil habitantes seguirán esperando que después de la ruina que los lleve la muerte, si no es que antes los levanta el tren de la migración hacia la frontera o donde haya qué comer. En fin.