columna joseluis

 

Desesperado, muy desesperado se mostró Carlos Slim el día que la COPARMEX, a través de su líder Carlos Salazar, exponía el plan de inversión para 2020 de la iniciativa privada como reactivo para dinamizar la economía mexicana ante el estancamiento que padece y que ha producido como consecuencia un crecimiento en la producción durante el 2019 del cero por ciento y que para el 2020 el entorno internacional es adverso para su recuperación.

Y no era para menos el coraje de Slim, que casi arrebató el micrófono al líder de COPARMEX, corrigiéndole que “no hay que ver para atrás” sino lo que van a hacer el 2020 para la recuperación del país y que para eso era el plan que había presentado al presidente de la república el pasado 26 de noviembre.

Ha sido Carlo Slim el principal promotor de la iniciativa privada para lanzar un paquete de 60 proyectos con una inversión de 50 mil millones de dólares.

Estos 60 proyectos son parte de los 1600 proyectos que los despachos del magnate de las telecomunicaciones elaboraron y que en conjunto representan una inversión de 424 mil millones de dólares, volumen de obras que hablan de lo difícil que está resultado el gobierno de la república cuando solo aceptó el 3% de la cartera de proyecto que le presentó y poco más del diez por ciento de la inversión.

Aunque AMLO ha presentado estos proyectos como un hito en la inversión económica, es evidente que con una cartera de 1600 proyectos y más de 400 mil millones de dólares de inversión de iniciativa privada se han quedado muy cortos y desaprovechado la oportunidad que este grupo que encabeza Slim le ha propuesto.

En los 60 proyectos aprobados no van aeropuertos, ni energía, ni minería, ni economía, se trata de ampliar concesiones ya otorgadas e inversiones que los sectores privados están obligados a hacer.

No haber aprovechado todo el paquete que ofreció el consejo coordinador empresarial, con Carlos Slim como promotor, es no entender por la etapa que cursa el país y puede ser de peores consecuencias.

A Peña Nieto, cuando abrió la industria petrolera, telecomunicaciones y electricidad al mercado privado nacional e internacional, el mundo de la crítica de izquierda se le vino encima sin reparar las implicaciones en la economía que esas medidas tenían.

Para el año 2013 la industria petrolera estaba privatizada en un 54%, la industria eléctrica en un 49% y las telecomunicaciones las tenían dos monopolios: TELMEX y TELEVISA.

Se abrió el petróleo a tal grado que México podrá tener usufructo de la explotación de la “Dona de Conchello” en las aguas profundas del golfo de México, como Cuba y Estados Unidos; la electricidad será más barata para CFE producirla (quién sabe si para el consumidor también) con 7 mil kilómetros de nuevos gasoductos, casi igual a los 9 mil kilómetros construidos en más de un siglo y las telecomunicaciones perdieron sus controles con la desaparición de la preponderancia y el “apagón analógico”, que acabó con los monopolios de TELMEX y TELEVISA beneficiando a la población con telefonía celular barata, acceso a la televisión digital y ampliar el mercado de internet.

Esos resultados dieron inversiones privadas que jamás haría el gobierno mexicano ¿y qué pasó? ¡Nada! Hubo excelentes beneficios para millones de mexicanos y ¿Sabe usted qué hizo Cuba? Privatizó todos sus yacimientos petroleros y los rentó a empresas extranjeras ¿Por qué razón? Cuba los necesitaba y México también ¿De qué se trata?