columna joseluis

 

Se desataron los demonios contra Rubén Rocha Moya como si los hubiera invocado, pensando quizá quienes los invocan que así pueden suavizar las contradicciones y subordinar a los adversarios que pretende el gobierno estatal ya no acorralar sino destrozar, como si en política eso fuera posible, más en estos tiempos y con las condiciones del país y de Sinaloa.

Pareciera que no se entiende la enorme frustración de una sociedad humillada y ofendida que se sintió inerme ante los cobardes que la atacaron por la pusilanimidad de los gobiernos que tenemos, como para continuar con esos juegos de alcoba política donde la sumisión, el sometimiento o los acuerdos pudieran resolver tal situación.

El gobernador y su equipo no aflojan sobre un objetivo que ellos han decidido es vital para controlar la fuerza política que representa MORENA, como si el senador Rubén Rocha fuera el factótum de un grupo político multifacético, diverso y ocurrente que emergió de aquella vorágine electoral de julio de 2018.

Fuerza a la que por cierto no se le tiene el más mínimo respeto por parte del ejecutivo estatal y a como dé lugar pretenden someter, sin comprender aún que en ellos ha recaído la mayoría de la voluntad popular y que por eso merecen el mínimo respeto, más aún cuando son factor preponderante para la gobernabilidad y el progreso del estado.

Desde diciembre pasado pareciera que esta fijación se incubó, cuando la iniciativa de presupuesto del gobernador no se aprobó en la fecha límite por diferencias en las asignaciones de los egresos que la mayoría de MORENA pretendía reasignar partidas por un monto de mil quinientos millones de pesos, controversia que trascendió hasta las cúpulas del gobierno federal sin tener mayor complicación que no se pudiera zanjar aquí, es decir, se hizo un mitote grande de una diferencia normal entre poderes, como son el ejecutivo estatal y el legislativo.

Es cierto que se había roto la predominancia de la iniciativa presupuestal unilateral de parte del gobernador, en donde a lo sumo los diputados podían hacer solo comentarios y aprobar en lo fundamental lo que el gobierno estatal propusiera.

Fue evidente que el gobierno estatal sintió su imagen y figura lastimada, como si el debate de diferencias no fuera normal, con la diferencia de que ahora no tenía mayoría el PRI.

Esta “ofensa” se tradujo entonces en ofensiva contra el senador Rubén Rocha Moya, colocándolo entonces como el factor público de la controversia, que logró MORENA y el senador detener entonces con el informe en el senado que se convirtió en un acto público de poderoso respaldo que frenó aquel ataque y que hoy se retoma, en mi opinión, equivocadamente.