Peligrosa, muy peligrosa la escalada verbal de AMLO que lo ha sumido en una severa crisis política a raíz de los acontecimientos de Culiacán, de donde no han podido salir y, como hemos escrito aquí, con las mentiras más se hunde y el autoengaño le ciega, ceguera que le lleva de tropiezo en tropiezo y algo tan sencillo, aunque muy grave el problema de Culiacán, se le complica tanto que su gobierno se puede derrumbar como un “castillo de naipes”.
Haberse peleado al extremo de llevar al límite a los periodistas y medios de comunicación con insultos, denuestos y acusaciones, pero sobre todo pretender engañarles, ha rebasado la paciencia y el respeto a la figura presidencial que desde el jueves 31 de octubre ya nada detiene a los periodistas, el vaso se ha derramado.
Y para rematar, en los días subsiguientes, a raíz de voces provenientes de militantes inconformes y discrepantes de su interpretación del conflicto de seguridad, crimen organizado y estrategia del Estado, ha declarado que en México no hay condiciones para un golpe de Estado, porque el gobierno cuenta con una base social mayoritaria y los otrora golpistas en el pasado, concretamente los victorianos huertas, no tienen condiciones.
Hay quienes han minimizado y simplemente considerado estas declaraciones del presidente López Obrador como meros afanes de construir una “cortina de humo” ante la crisis de los sucesos de Culiacán en busca de cerrar ese capítulo y desviar el debate, sin embargo puede ser más grave, mucho más grave que una “cortina de humo”.
Tan sencillo como pensar ¿Para qué abre este debate contra personajes y facciones del ejército mexicano? ¿Por qué no respetar esas opiniones y dejarlas en el aire en el peor de los casos? ¿Qué sentido tiene retar a esas fuerzas que todos consideran leales y patrióticas advirtiéndoles que el gobierno tiene “una base social mayoritaria”? o simplemente ¿Para qué les endilga las epítetos de “Pinochet”, “Victoriano Huerta” o “Francisco Franco”, el golpista y dictador español.
¿Qué pretende AMLO? ¿Una cortina de humo? ¿Una adhesión obligada de las fuerzas armadas jurando lealtad y patriotismo? ¿Acaso no piensa que puede resultar peor como ya le ocurrió con los periodistas y medios de comunicación que colmó su tolerancia y estallaron?
Todos sabemos que durante estos once meses de gobierno de AMLO la vida política del país ha caminado de una fragmentación que fabricó el peñanietismo a una polarización mucho más riesgosa, que ahora pretende resolver el presidente con una implosión de unidad política que no fructificará y corre (corremos dijo el otro) el riesgo de profundizar esa división al grado que se convierta en un verdadero antagonismo que entonces sí vayamos a una disputa inconstitucional por el poder.
Todo mundo sabe cómo empiezan los pleitos, pero nadie sabe en qué terminan.