Mi amigo Miguel Ángel López, un inquieto, dinámico e inteligente periodista de Culiacán que escribió un artículo este lunes sobre el gobierno de Quirino Ordaz y su gabinete, en donde solo dos secretarías no avaló con su juicio, una fue la de desarrollo humano y la otra, que no siquiera mencionó, fue la de seguridad pública, quizá por obvias razones, en especial porque no ha podido con la inseguridad y que sigue el crecimiento histórico de los crímenes en Sinaloa.
La inseguridad pública ha sido una materia de la agenda de gobierno que no logra aprobar, en algunos casos ni la mención merece, como fue el caso del análisis de nuestro amigo Miguel, precisamente porque no se puede hablar bien de un tema tan obvio del fracaso de los últimos tres sexenios, por lo menos.
Pareciera que los sinaloenses ya nos acostumbramos a este ambiente y estamos convencidos que no tiene remedio, cuestión que sería lo más lamentable, porque entonces el gobierno tiene doble problema: enfrentar a la delincuencia y despertar conciencia ciudadana sobre el tema.
Yo soy de los que piensa que estos fenómenos existen y que el mayor responsable de que así sea es la autoridad, y cuando me refiero a la autoridad son los tres niveles de gobierno, que han dejado hacer y pasar sin pensar en las consecuencias, tan solo preocupados en que ocurran los menos hechos en su mandato.
A todos se les olvida que la cultura es un proceso de repetición permanente de hechos de lo que se constituye la historia, como son los hechos cotidianos que van formando y perfilando el pensamiento y valores de los ciudadanos, por lo que es absurdo no insistir, insistir e insistir, en lo que debemos aceptar y valorar, como lo que debemos rechazar y combatir.
Tanto nos hemos hecho impenetrables a ver la gravedad de la violencia e inseguridad que nos invade más el morbo que la preocupación, y la verdad absoluta es que si alguien es asesinado simplemente se piensa que “por algo fue”.
Es tan irracional la conciencia social que la autoridad para prevenir, perseguir y castigar los ilícitos, se está comportando tan frívola e irresponsable que raya en el cinismo, le tolera y acepta todo a la delincuencia, produciendo una gran incapacidad para protestar y exigir ante ese estado de hechos.
La policía municipal, la policía estatal, la policía ministerial y la guardia nacional, más de 15 mil efectivos, un ejército completo, no tiene la solución, vaya ni tan siquiera tiene cómo atemperar el ambiente y las cifras.
Y no se tiene porque la autoridad no quiere ir al fondo del asunto, incluso con aquellos infractores menores que cometen reiteradas, y a veces funestas, faltas de tránsito, son incapaces de disuadir y menos contener tales comportamientos.
Todos sabemos que acabar con la incidencia criminal no es fácil y tampoco es rápido, pero también sabemos que cuando se quieren hacer las cosas se puede reducir la violencia y la criminalidad.
¿Hasta qué punto? ¡No lo sé! Pero si se intenta habrá resultados. Eso sí se puede asegurar.