columna joseluisPara el amigo Alberto Loredo, un triste adiós y para su familia un fuerte abrazo

D.E.P.

 

México ha atravesado un viaje económico tumultuoso desde las expropiaciones petroleras de 1938, marcando el inicio de un periodo de búsqueda de autosuficiencia a través de la estrategia de sustitución de importaciones. Durante casi cinco décadas, esta política propició un auge significativo en diversas industrias y sectores. La inversión fluyó hacia la agricultura, el comercio y la infraestructura, creando un entorno favorable para el desarrollo nacional.

 

Sin embargo, el espejismo de esta prosperidad, estructurada sobre un modelo cerrado, comenzó a desvanecerse a principios de los años 70. A medida que el país alcanzaba su cúspide económica, también emergieron problemas críticos: la corrupción, el derroche y la represión política se agudizaron, resultando en la imposición de un régimen autoritario bajo el control del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Este contexto no sólo deterioró las libertades civiles, sino que también auspició un agotamiento del modelo de sustitución de importaciones, incapaz de adaptarse a un mundo en transformación.

 

La interacción con la economía global comenzó a mostrar las grietas del sistema. México, inmerso en su economía cerrada y dependiente, enfrentó un colapso ante la competencia internacional y el desequilibrio interno. Las grandes devaluaciones del peso y la crisis económica, que afectaron a una vasta mayoría de la población, se convirtieron en el resultado de un modelo que ya no podía sostenerse.

 

Con la llegada de los años 80 y el colapso del bipolarismo global, apareció la oportunidad de reintegrar a México en el contexto internacional. Sin embargo, el país enfrentó una disyuntiva crucial: abrirse a la globalización o permanecer aislado. Este dilema fue discutido por intelectuales como Rolando Cordera y Carlos Tello Macías, quienes vislumbraron el imperativo de encontrar un lugar en el nuevo orden económico mundial.

 

La firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá simbolizó, en muchos aspectos, un paso tardío hacia esa apertura. Pero este movimiento no se realizó sin sus costos: la privatización de activos nacionales y la entrega a sectores privados, como en el caso emblemático de Telmex, marcó una era de despojo de la soberanía económica, donde se vendieron empresas estratégicas a precios irrisorios. Esta dinámica consolidó un monopolio que, lejos de beneficiar al consumidor, limitó las oportunidades de desarrollo interno.

 

Hoy, nos encontramos en una nueva coyuntura histórica que podría significar un cambio radical en la narrativa económica de México. El agotamiento del modelo neoliberal, que ha predominado durante las últimas décadas, da paso al surgimiento de proyectos políticos de diversos matices, que buscan una redefinición del desarrollo nacional. Esta situación es crucial para reconfigurar las relaciones económicas de México, que ahora puede posicionarse favorablemente en el mercado internacional, particularmente en su relación con Estados Unidos.

 

Recientemente, México ha visto oportunidades de negociación que podrían permitirle sustituir a China en su intercambio comercial con el vecino del norte. Esto implicaría no solo un cambio en las cadenas de suministro, sino también un aumento significativo en la inversión para el desarrollo de nuevas industrias. La posibilidad de generar más de 100 mil millones de dólares al año en producción representa un reto y una oportunidad colosal para el país.

 

No obstante, este potencial de crecimiento debe ser acompañado de estrategias claras y comprometidas para superar la herencia del pasado: la corrupción y el autoritarismo deben ser erradicados para dar paso a un modelo que fomente la transparencia y la inclusión. La capacidad de México para aprovechar estas nuevas circunstancias dependerá de su habilidad para relanzar su economía, expandir su oferta productiva y abrir caminos hacia un futuro más próspero.

 

En última instancia, la posibilidad de que México se convierta en una potencia manufacturera en el contexto global es real, pero exige un enfoque decidido y colaborativo que integre a todos los sectores de la sociedad. La resiliencia mostrada por el pueblo mexicano en tiempos adversos será un factor determinante para que este nuevo amanecer económico sea una realidad tangible, en lugar de un mero sueño lejano.