El gobierno, trátese de los tres niveles, no son enemigos de la sociedad, por el contrario, deben ser sus principales aliados, en una coyuntura tan dolorosa como la que vive Sinaloa desde hace casi tres meses, pareciera que, así como se fracturo el crimen organizado, la fractura alcanzo al gobierno y a la sociedad, quienes son la victima de ese choque, bien debieran hermanarse para protegerse, cuidarse y evitar los daños posibles en tal confrontación.
La lógica así lo establece y en consecuencia debiera existir la mayor empatía, coordinación y complementariedad, mediante un dialogo permanente, coordinación de esfuerzos y exigencias comunes.
En una idea de contextualizar los sucesos de ahora, lo cual tiene una importancia para el diseño de una estrategia de paz y desarrollo a mediano plazo, que debe ser la razón principal de la misma.
Pero para el corto plazo, lo inmediato, es evitar que en la sociedad y el gobierno permee el miedo, el descontrol y lo peor, la falta de armonía y que esto produzca una división mayor que la que ya venía de la confrontación político-electoral reciente, al grado que produzca identidades para tal o cual grupo en conflicto.
Sin duda, llegar a ese plano sería lo más desastroso, por que el gobierno y la sociedad ya se convertirían en parte de lo que no se desea, de lo que se busca frenar y detener.
Por eso no tiene ningún sentido cambiar de vocero de gobierno si la tónica de la predica continuara siendo la misma de confrontación, descalificaciones y hasta de ataque, ya que eso es continuar con lo mismo pero reforzado.
Se trata de cambiar el tono y la tónica del gobierno, de hacer que el gobernador Rubén Rocha recupere espacios de empatía social, asumiendo acuerdos, compromisos y desplegando acciones conjuntas con los ciudadanos.
Y la sociedad requiere también modular sus criterios, máxime que es una amalgama tan diversa, horizontal y verticalmente con tantas expresiones en los medios de comunicación, lo que exige, primero del gobierno inteligencia y prudencia, para no evitar las recurrentes confrontaciones y de parte de la sociedad, liderazgos que en primer lugar no pretendan ventajas políticas, segundo que se establezcan compromisos de resilencia para terminar la desgracia y los retos, ya que ambos propósitos, necesitan de una enorme solidaridad.
Se entienden que muchos negocios cierren, porque los más débiles económicamente son los más y esa es la situación que se debe entender, apoyar a los que están cayéndose para no abandonar la plaza. Los negocios sufren todos, en mayor o menor medida, hasta el más humilde changarro así como el asalariado, en estos casos la única unidad que vale es la unidad social que se muestra en la adversidad y esa es la que hay que construir con base en el dialogo, la empatía y la solidaridad.
Por eso incomoda y duele, que los grandes potentados de Sinaloa y Culiacán más específicamente, aun no han dicho sus palabras y sus compromisos, tanto para solidarizarse con la sociedad, como para ayudar al gobierno.
Y ahí también, se inscribe la inexplicable actitud del gobierno de no resolver aun los conflictos y diferendos con la UAS, que ya llego a los 20 meses, como tampoco el de la UAdeO, conflictos que son de actitud y voluntad política, cuestión que el gobernador ya es hora que resuelva.
En esta coyuntura de inseguridad y violencia que vive Sinaloa, nadie de la sociedad y el gobierno, con excepción de las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad, debieran de ser parte del mismo por ningún motivo, por lo que es necesario elevar las miras, simplemente porque el conflicto está profundamente arraigado y llevara tiempo su solución.