columna jorge luis telles circular

 

= Diferentes criterios para terminar el confinamiento

 

= Imposible volver a la normalidad el 30 de abril

 

= Cuando menos un mes más de aislamiento social

 

= Y aquí seguimos igual: “todo nos vale madres”

 

¿Cuándo va a terminar esto? Nadie lo sabe. Sin embargo si existe una certeza: que cada día que pasa estamos más cerca del final. Cuando sea.

 

Pero vamos a salir, sin duda.

 

Quizas ilesos, en el más optimista de los escenarios; a lo mejor, parcialmente afectados o sumamente perjudicados, en el peor de los casos. Ni Dios lo quiera.

 

Oficialmente el periodo de cuarentena decretado por el gobierno federal, al inicio de la segunda etapa de la pandemia, concluye el 30 del mes en curso; pero resulta todo un contrasentido pensar en el levantamiento de la confinación, justo cuando incrementarán sustancialmente los casos de Covid-19, en lo que sería ya el escenario número tres de lo que ya es, para todos, una autentica pesadilla.

 

Aquí, como en tantas cosas, los especialistas en la materia no terminan de ponerse de acuerdo y las contradicciones entre el uno y el dos de la Secretaría de Salud del gobierno federal ya no son solo recurrentes, sino hasta preocupantes porque llega a dar la impresión de que no pocas veces ni tan siquiera saben lo que dicen.

 

En una de sus conferencias de prensa, el doctor Hugo Lopez Gatell, que para su desgracia – porque nadie quisiera estar en sus zapatos – desempeña el papel estelar en esta película de terror, lo mismo dice que el aislamiento pudiera levantarse gradualmente a partir de la primera quincena de mayo, para rectificar despues que bien pudiera extenderse un mes más (a partir del primero del mes entrante) o que podría prolongarse hasta junio o julio, si mucho me apura.

 

El problema, sin embargo, no es solo entre el secretario Jorge Alcocer y su subalterno Hugo López, sino también entre los jefes de Estado de los países más afectados por el nuevo coronavirus. En Italia y España ya piensan en terminar paulatinamente con el confinamiento, una vez que sus casos se han reducido en la última semana, al igual que en el Reino Unido, donde nunca han tenido un aislamiento estricto. El mismo Estados Unidos, donde la pandemia está en su punto culminante, planea el regreso gradual de la gente a sus centros de trabajo, ante el inminente riesgo de una recesión económica mundial, superior incluso a la de los años veintes, en el siglo pasado.

 

Todo esto, más por las repercusiones financieras que por el problema de salud, toda vez que la situación ya ha hecho crisis en todos esos países y en el nuestro ya ni se diga. Lo que viene es nada comparado con la realidad actual.

 

Sin embargo, ponerle fin al aislamiento en las condiciones presentes implica el gravísimo riesgo de perder, en cosa de días, todo lo poco que se ha ganado hasta el momento. La Organización Mundial de la Salud ha sido categórica en este sentido: una decisión precipitada, en este sentido, podría traducirse en un repunte de casos y convertirse en mortal por necesidad.

 

Hay esto: independientemente de lo que decidan Estados Unidos, Italia, España, Alemania o Gran Bretaña, aquí en México es materialmente imposible que esto concluya el 30 de abril porque, paradójicamente, será por esas fechas cuando la famosa curva se convierta en una desdichada línea vertical. Vamos, ni tan siquiera para el 15 de mayo venidero.

 

Es difícil, patético, aceptar la cruda realidad; pero es esto: la lacerante realidad.

 

Confinamiento y aislamiento social – derivado de una situación como la que padecemos hoy en el mundo entero – es una práctica durísima que se torna todavía más complicada con el curso de los días. Y más terrible todavía, cuando no vemos resultado alguno de nuestro esfuerzo y frustrante, incluso, cuando observamos que nuestro empeño se opaca ante la irresponsabilidad de un sector de la sociedad que todavía piensa que nada pasa y que lo malo solo le puede suceder a otros y no a ellos.

 

Esto, por el lado de los que nada hacen y les importa madre el mundo entero; pero hay otro sector (lo que también es muy grave) que lleva el aislamiento a su manera: con visitas en casa y visitando, a su vez, a la familia o amigos; con escapadas fortuitas a los vecinos que están solos; con pretextos recurrentes para salir a la calle – que “voy al banco, al super, a la famarcia o a pagar la luz” -, sin dejar de lado fiestas o reuniones de fin de semana, al fin y al cabo que “todos estamos sanos”.

 

Eso, lo dije en una columna reciente, no es aislamiento ni nada que se le parezca. Es un auto engaño, que de poco sirve para los fines que se persiguen: achicar, en lo posible, la franja de contagios.

 

Aquí en Sinaloa somos así, por desgracia. Y ahí está el resultado: nuestros números son prácticamente los peores de todo el país.

 

En el caso particular del columnista, acompañado de mi esposa por supuesto, vamos a sumar ya cuatro semanas de aislamiento voluntario; pero aislamiento en serio. Sin recibir visitas de nadie, sin socializar absolutamente con nadie, sin inventar pretextos para salir a la calle, sin salir a pasear en coche (aunque sea con ventanas arriba) y mucho menos ir a caminar o trotar por los jardines cercanos.

 

El encierro, además, trae consigo situaciones complicadas como la depresión, la explosión del carácter, el hastío y el inevitable aburrimiento. No es casual que algunas instituciones ofrezcan sus servicios profesionales para abordar situaciones de esta naturaleza.

 

Ha sido, desde luego, durísimo y frustrante, porque los resultados todavía no aparecen y porque hay otros que no se suman a la cruzada y hacen una vida prácticamente normal.

 

Y hay que aguantar. No queda de otra.

 

Hay que pensar, hasta eso, que de algún modo, los que estamos en condiciones de aislamiento somos hasta privilegiados, por encima de aquellos que necesariamente tienen que salir a la calle, a exponerse frontalmente ante el virus, tanto por la naturaleza de su trabajo, como porque requieren de llevar a casa el sustento familiar.

 

Es un panorama complejo, complicado, sumamente dificil; pero Finalmente, como lo señalamos al inicio de la columna de hoy, cuando sea que esto vaya a terminar, cada día que pase, nos acerca al final de la pesadilla. Sin duda.

 

Dios los bendiga a todos.

 

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