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Por: Jorge Luis Telles

 

= Y que continuó sobre un “camino largo y sinuoso”

 

= Museo de los Beatles, un recorrido por el tiempo

 

= Atracción universal, hacia el norte de Inglaterra

 

= Como experiencia: única e inolvidable.

 

A la orilla del río Mersey, ya muy cerca de su desembocadura en el Mar de Irlanda (Océano Atlántico-Norte) se localiza la ciudad de Liverpool – al noroeste de Inglaterra y en las inmediaciones de la línea fronteriza con el país de Gales – y en esa ciudad, típica del Reino Unido, hay un sitio Mágico y Misterioso, cautivador para el turismo en general: The Beatles Story, también conocido como el Museo de los Beatles.

El lugar forma parte de un grupo de edificios llamado Albert Dock, cerca del centro de la ciudad. Es la zona más famosa del puerto y sus inmuebles, en su abrumadora mayoría, están catalogados por la Unesco, como patrimonio de la humanidad. Ahí está, justamente, el santuario del cuarteto que marcó una línea indeleble entre el antes y el después de la música de rock, básicamente durante la indestructible década de los sesentas, todavía con infinidad de exponentes en el mundo entero.

Liverpool ya es uno de los destinos finales de nuestro recorrido por los cuatro países del Reino Unido, más Irlanda, que no se encuentra bajo la jurisdicción de la corona británica y que es una nación totalmente al margen del UK, donde, si bien se habla inglés y se maneja por la izquierda, está integrada a la Unión Europea y tiene el euro como moneda de curso. La relación con los británicos, sin embargo, es buena, independientemente de todo.

Y bien.

 

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Es viernes por la tarde y desde antes de anochecer – casi a las 21 horas – se respira un ambiente festivo, cosmopolita en toda la ciudad de Liverpool, a la que hemos llegado apenas después del medio día. Mañana sábado seguiremos por tierra rumbo a Stratford (la tierra de Shakespeare) y Oxford, para llegar a Londres, punto donde comenzó este recorrido, días atrás y también nuestro destino final. El domingo volamos de regreso a México, con escala en el aeropuerto Charles D Gaulle, de la ciudad de Paris.

 

Llegar a Liverpool ha sido, por ende, consecuencia de un largo viaje por una buena parte de las principales ciudades de Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte, Irlanda y País de Gales,justo donde desembarcamos, a primera hora del día, en el pequeño puerto de Holyhead, tras una travesía de tres horas por el mar de Irlanda, procedentes de Dublin. En Gales, visita a los imponentes castillos de Caernarfon, para continuar a la frontera con Inglaterra (solo en teoría) y arribar a la tierra de los Beatles. Hemos comprado los tickets para el museo con el guía en jefe de la expedición, así que entramos sin demora alguna. Rapidito, pese al elevado número de visitantes en espera.

 

Ingresar al santuario y observar a un costado la réplica de “The Cavern Pub”, donde el cuarteto – todavía sin Ringo – inició su carrera profesional, es iniciar un recorrido en retrospectiva a través del tiempo, de la mano de estos jóvenes que vivieron su primera juventud en el barrio de “Penny Lane”, quienes seguramente tuvieron una “Noche de un día dificil”; pero que nos reciben, sonrientes, con una frase universal: “Quiero Estrechar tu mano”, porque el “Ayer” ya se fue y el porvenir será mejor.

Estamos por iniciar, nos dicen, un “Viaje Mágico y Misterioso” a bordo de un “Submarino Amarillo”, desde donde saludaremos, a lo lejos al “Señor Morsa”, justo antes de cruzar por el “Jardín del Pulpo”. A nuestro desembarco, seguiremos por un “Camino Largo y Sinuoso”, en los dominios del “Tonto de la Colina” y si el tiempo lo permite y ustedes lo desean continuaremos, incluso, “Alrededor del Universo”, hasta que podamos afirmar “Aquí está el sol”.

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Así, cruzamos los diferentes pabellones del museo, mientras escuchamos un grito de “Auxilio” y las vibrantes notas de “Twist y Gritos”, “Ob La Di, Ob La Da”, “Ella te Ama”, “Y la Quiero”, “Michelle”, “Atrás” “La Muchacha”y “Hey Jude”, entre un sinfín de emblemáticas melodías.

 

En tanto continúa el recorrido, los Beatles aparecen por todos lados: en su música, en las increíbles réplicas de sus estudios, en sus exóticas, excéntricas y audaces fotografías (bueno, para la época). “Déjalo ser”, dicen Paul y John, al tiempo que Harrison interpreta “Alguna vez” y todos coinciden en que “Todo lo que necesitas es Amor”.

 

“No me abandones”, exclama Lenon, al tiempo que nos acercamos al final del recorrido.

 

Repentinamente, John y George han desaparecido. Vimos a John, por última vez, cantarle a su “Madre”, muerta en su pubertad tras un trágico accidente automovilístico y a Harrison, que entona mi “Dulce Señor” en su viaje celestial.

 

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Todavía un último momento impactante, con un piano de cola blanco, en el último stand, del cual surgen las notas de “Imagina”, mismas que se reproducen en una pared y que los visitantes, ya unidos en un solo grupo, entonan con frenesí y devoción, todos ellos en comunión indisoluble con el mundialmente famoso cuarteto de Liverpool. La Beatlemanía es un fenómeno vigente, a través de los tiempos. Ni duda.

 

 

 

 

 

Marzo de 2017: experiencia inolvidable.