Las circunstancias parecían dadas; pero.
= Todo cambió de un día para el otro
= Bernardino se sacó la espina ¡de que modo!
= Excelso pitcheo en el encuentro definitivo
= El subcampeonato es el séptimo de la historia
La verdad: sí. Si abrigamos la posibilidad del tricampeonato para Tomateros de Culiacán, tras el sexto partido -allá en Guadalajara- que emparejó a tres victorias por bando la serie por el título de la temporada 21-22 de la Liga Arco Mexicana del Pacífico. ¿Fundamentos? Ganar el sexto juego, para borrar desventaja de 2-3 en la propia casa de los Charros de Jalisco. Era una victoria psicológicamente estimulante para Tomateros y una derrota que significaba mucha presión para los tapatíos en el séptimo encuentro. El definitivo.
Agregábamos a esto el pitcher para ese séptimo duelo: Manny Barreda, la mejor carta en la rotación de abridores de Benjamín Gil y quien había registrado una soberbia actuación en el tercero de la serie, aquí en Culiacán. Además, Gil tenía disponible a prácticamente todo su estaff de serpentineros justamente para ese encuentro, con alguna excepción. Era jalar por uno y luego otro y otro, en función de las circunstancias del partido.
Encima de eso, el pitcher rival: Brian Bernardino, vapuleado y humillado por Tomateros en ese mismo encuentro, el tercero de la confrontación. Bernardino no logró sacar un solo out y cuando abandonó el escenario, ya su equipo perdía 7-0, en la primera entrada. Finalmente ese choque lo ganó Culiacán 7-3.
Y para cerrar el escenario favorable: todo el equipo dispuesto a acatar el llamado del manager Benjamín Gil. En altos niveles de motivación y con seguridad plena de que para las primeras horas de la noche tendrían, de nuevo, el trofeo de campeón en sus manos.
Astros alineados, en suma. Todo a favor, aparentemente.
Sin embargo, las cosas no resultaron así. Bernardino lanzó su mejor juego de la temporada y Barreda, en contraste, tuvo la más floja de todas sus actuaciones. Los Charros lo expulsaron del centro del diamante apenas en la cuarta entrada, al fabricar racimo de 4 carreras que se sumó al de 3 de la segunda y aquello, muy temprano, tomó rumbos definitivos. Aldo Montes los paró; pero ya era tarde.
A Benjamín, manager que respeta mucho las jerarquías de sus jugadores, le falló su plan al aguantar más allá de lo prudente a Barreda, a pesar de que tenía mucha, muchísima tela de donde cortar. Y no es que critiquemos a Gil o que juzguemos su decisión porque el Manny, ciertamente, es un pitcherazo; pero con un defecto: invariablemente tiene una entrada mala de la que se repone para lanzar grandes juegos. Quizás por eso titubeó Benjamín. Cuando lo sacó, ya las botellas de champagne comenzaban a destaparse en el palco del principal directivo de Charros, en un punto privilegiado del estadio Panamericano de Guadalajara.
Con el 0-3 del segundo inning todavía albergábamos ciertas esperanzas. Con el 0-7 del cuarto ya no, máxime que Bernardino se veía más fuerte conforme avanzaba el encuentro. Tomateros, el equipo líder de bateo durante la temporada regular, roleteaba y roleteaba para el lucimiento del Guty en la tercera base; del Pony en la segunda y del culichi Amadeo Zazueta en el campo corto. Los tres se regocijaban. Parecían tomar una práctica de fildeo y hasta el gigante Amador, por el lado de la primera. Esporádicamente un buen contacto de Culiacán, si acaso ya a la altura de la séptima u octava ronda. Y todavía como rubrica, el Chapo Vizcarra nos envió a su cerrador de lujo, un Roberto Osuna, con categoría indiscutible de Liga Mayor.
Vaya con Bernardino. Se sacó la espina y cobró artera venganza de la humillación sufrida en el tercer duelo de la gran final. Es un buen pitcher, sin duda; pero lo del sábado fue una excepción. Lucio como un grande en el diamante y hay que darle todo el mérito. No es que los Tomateros no hayan bateado. Fue el amplio dominio de este serpentinero nacido en los Estados Unidos.
Y pues sí.
Fuimos de los muchos que pensamos que Tomateros tenía la mesa puesta para ganar ese encuentro y adjudicarse, de paso, su décimo cuarto título dentro de su historia en la Liga Arco Mexicana del Pacífico; pero una vez más el beisbol nos restrega en la cara que se trata de un deporte dominado por las circunstancias y los impredecibles y nos vuelve a enseñar que nunca hay que establecer juicios conforme a resultados anteriores.
Culiacán no pudo concretar una hazaña que en esta liga solo tiene un dueño: los Yaquis de Obregón.
Y si solo un equipo lo ha hecho es porque debe ser -lo es – algo dificilísimo de lograr, resultante de varios elementos, mas allá de contar con un buen team (con el mejor), de hacer las cosas bien y de esperar también el favor de las jugadas del beisbol, muchas veces determinante.
Necesariamente tenemos que conformarnos con un nuevo subcampeonato (para sumar siete a lo largo de esta historia), que a lo mejor ahora nos parece poca cosa; pero que lo hubiésemos firmado, con los ojos cerrados, allá por la segunda-tercera semana de diciembre, cuando ni tan siquiera teníamos segura la calificación a los “play offs”.
Así de fácil.
Cuídense mucho y Dios los bendiga. Ahora y siempre.
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