columna oscarOminoso intervalo del tiempo de secas; y angustias en el de lluvias,

por las calmas y las plagas, que hallan al hombre inerme.

Agustín Yáñez

Vivimos tiempos que fuerzan hábitos y modos de vivir. Los veranos tienen prisa y se adelantan cortando las primaveras y calientan una tierra reseca que no alcanzó a beber toda el agua que necesitaba en las temporadas anteriores. La estación más calurosa del año envuelve a la zona alteña de Sinaloa en la mayor incertidumbre en el horizonte que va hasta el fin de año. Por lo pronto hay problemas con el agua para consumo humano en al menos el 24 por ciento del centro del estado y en el 37 por ciento del resto de la entidad. El mes de abril cerró con 234 comunidades (en 11 municipios) donde la sed no se sacia con recursos hídricos propios.

Las dificultades para dar de beber al ganado mayor y menor no son pocas. Por lo que el riesgo de perder buena parte de los hatos de animales es una triste realidad. Sed en las casas y ausencia de agua y pastizales amenazan el patrimonio de muchas familias. Hasta la vida animal silvestre pasa por circunstancias de riesgo extremo para la supervivencia. Los cerros mismos que dominan un paisaje seco y desolador, que lucieron como un bello mosaico de tonalidades verdes en tiempo de aguas, ahora nos regalan un tinte pardo, sin aguajes donde abreven onzas, coyotes y toda clase de animales del monte.

Nos preguntamos, ¿Lloverá lo suficiente, pero sin que la precipitación ahogue tierras y esperanzas? Los pronósticos de Conagua son alentadores, pues nos dicen que las precipitaciones del líquido vital serán un 22 por ciento mayores este año que el anterior. Y confiada en sus cálculos, que con frecuencia no son mejores que los del viejo Calendario de Galván. ̶ Que cuando anuncia agua, sólo llega viento. ̶ Decía mi abuelo. Conagua dice: para esta temporada se esperan entre nueve y once sistemas que alcanzarían la categoría de tormentas tropicales. Y al echar pluma sobre esos fenómenos meteorológicos nos adelanta que puede haber hasta seis huracanes con grado uno o dos y con fuerza de tres en adelante en la escala Saffir-Simpson entre tres y cinco ciclones. Lo que no deja de mortificar en las vísperas.

Es cierto que la zona serrana (Los Altos de Sinaloa) siempre ha vivido de la agricultura de temporal y de la ganadería trashumante, en la mayor incertidumbre ante cada temporada de lluvias. El fenómeno de la Niña puede implicar severa sequía y la visita del Niño el riego de lluvias en exceso. Una y otro pueden dar y quitar cosechas, obsequiar o negar medios de vida. Las incertidumbres y los cambios sufridos en climas y medio ambiente, y las políticas públicas neoliberales llevaron a la migración de muchos campesinos a las ciudades, a las zonas fronterizas y a los Estados Unidos.

Ante esta situación poco prometedora, sin un proyecto que el Estado planteara para sortear los problemas de sobrevivencia, la zona rural sinaloense sólo conoció una opción: la que ofrecieron actividades ilícitas. En los últimos 40 años desconocemos la existencia de un programa integral que busque rescatar esa región tan entrañable para la entidad. En el sexenio de AMLO hay esfuerzos por terminar dos carreteras que surcan el centro y norte del estado hacia Chihuahua, dos presas en el sur de la entidad y la promoción del programa sembrando vida. Pero la gente de a pie de las comunidades rurales necesita de planes de inversión que empuje la vida económica, social y cultural. Y que la empuje como alternativa frente a las actividades ilícitas.

Al menos once municipios claman porque los gobiernos federal y estatal volteen a verlos y que los contemplen en los planes de inversión y crecimiento a corto plazo. Da pena tener como referentes de la zona rural los desplazamientos por razones de violencia, tragedias de jornaleros agrícolas en el marco de empleos indecentes (mismos que son originarios de zonas alteñas) y el registro de eventos violentos entre autoridades estatales y federales con saldos graves en pérdidas de vida y la consabida desestabilización de amplias zonas luego de esos enfrentamientos.

La región rural deprimida de Sinaloa espera la atención de su emergencia ahora, para salvar la situación que amenaza a su población humana y animal. Protección Civil señala que tienen disponibles 60 pipas para atacar la sequía. Seguramente los municipios afectados por la aridez temporal tienen otros transportes para el agua potable, pero de profundizarse el fenómeno seco la necesidad de más máquinas para garantizar el transporte de agua se manifestará sin remedio.

Y atendiendo el Plan Estatal de Desarrollo y la Agenda 2030 de la ONU, el Presupuesto de Egresos para 2023 deberá contemplar un amplio renglón en materia de inversiones para la zona de Los Altos de Sinaloa. Ejecutarlo, además de hacerle justicia a esa región olvidada del estado, demostrará que la política de tratar los asuntos pendientes en la geografía de la pobreza y el abandono bajo el peso de las armas y con el criterio de la violencia, no es la alternativa. Ojalá se atienda la emergencia que hoy vive la zona alteña y que se sienten las bases para que el rostro de sus comunidades cambie y que se integren plenamente al desarrollo de la entidad. Todos ganaremos con ello. Vale.

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