¿Callaré la pena mía o publicaré el dolor?
Luis de Góngora y Argote
No aprendimos la lección. Es la primera conclusión que debemos sacar ante la tercera oleada del Covid-19. De nueva cuenta se nos viene el mundo encima. Como la curva de contagios y de fallecimiento por razones de pandemia marchaban a la baja y la economía retomó el camino a buena andadura, creímos que ya pisábamos sobre terreno firme. Varias actitudes pretendieron convencernos de ello: salimos más a la calle, visitamos con mayor frecuencia centros comerciales y restaurantes, la nostalgia por las campañas electorales de tiempos pasados nos hizo participar en los actos convocados por candidatos que apostaron a ganar elecciones y no a la salud de sus electores.
Las autoridades también tentaron al Diablo, pues se autorizó la Serie del Caribe en Mazatlán, que inundó de visitantes nacionales y extranjeros ese punto del Pacífico sinaloense; como no pasó a mayores esa experiencia, también se autorizó abrir todos los espacios de recreo y descanso en el estado para Semana Santa. No faltaron municipios que de antemano los declararon cerrados, como Culiacán y Navolato, pero se impuso el criterio de la autoridad estatal. Y como hubo éxito económico con esa apertura, se nublaron las entendederas y desde entonces se promocionó a marchas forzadas los destinos turísticos de Sinaloa, en especial Mazatlán, autorizándose concentraciones monstruosas para conciertos musicales.
La filosofía que privó fue: primero las ganancias, las luchas coyunturales por el poder, el disfrute, bajo la certeza de riesgo, de la buena vida y después, después valorar la vida. Esos son factores que decidieron nuestro destino. Bajamos la guardia. Y los números nos ponen en un verdadero predicamento y ante un nuevo reto para superar el pantano que hemos construido alrededor de nuestra existencia. Lo difícil es que la moral nuestra, por más acostumbrada que está a torear con verdaderas verónicas los problemas de siempre, no es la misma ni es más sólida que la de marzo de 2020, cuando empezada esta “malaria”, como dice mi madre.
Las noticias sacuden por su contundencia, pues durante el mes de junio los contagios se dispararon en un 190 por ciento en Sinaloa, saturando de pacientes las áreas Covid-19 de los hospitales públicos y algunos privados, si bien aún nos alimentamos con el peregrino consuelo de que los fallecimientos no caminan a ese ritmo, pero ¿por cuánto tiempo más? Culiacán tenía el pasado día martes 758 casos, Mazatlán 313 y un municipio pequeño en población como El Rosario 117 casos. Sólo Sinaloa municipio y Cosalá no registraban casos. Inexplicablemente el gobernador del estado ha dicho que descarta un segundo confinamiento, que la economía no se cerrará. –La gente yo sé que se va a cuidar más, se va a proteger. –Dijo. ¿Será?
Las sorpresas desagradables no faltan y con la variante Delta los jóvenes están resultando un foco de ataque demoledor. Los hospitales así lo registran. La campaña de vacunación lleva su ritmo y sin duda es un muro de contención que ha jugado su papel positivo pero, aunque estamos convencidos de que limita la virulencia del coronavirus, no impide el contagio y en no pocos casos el fallecimiento de pacientes. Urgen cambios en la política sanitaria, pues se reconoce que la entrada de la variante Delta se dio con la llegada de un barco Hindú a Mazatlán y ya se anuncia con alegría el próximo arribo del crucero turístico Carnival con 4 mil 500 turistas. ¿Los recibiremos con las mismas medidas sanitarias que a los Hindúes?
En medio de esta preocupante coyuntura, no sabemos qué piense el gobernador electo Rubén Rocha, pues técnicamente la oleada del Covid-19 debe declinar luego de cuatro semanas por cada una de descuidos, pero el fenómeno no tiene palabra de honor y Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, afirma que la pandemia puede darle vuelta al 2021, sin precisar si en 2022 nos libraremos de ella. Los retos de Rocha Moya no son menores, si bien la economía tiene una conducta aceptable, un segundo confinamiento llevaría al desmayo económico, sin descartar otra mala temporada de lluvias que sería fatal y lo que aportan negativamente los elementos de lo que llamamos crisis humanitaria: homicidios, desplazamientos por razones de violencia y desapariciones forzadas.
La formación de un gabinete ad hoc para esta coyuntura sería lo mejor. Nunca como hoy existe esa necesidad, por dos razones centrales: porque el momento histórico precisa de inaugurar una época de transformaciones de fondo en el estado y porque la coyuntura exige perfiles de funcionarios (mujeres y hombres) convencidos de esos cambios. Como la historia personal es la mejor carta de presentación y sobre la que descansa el crédito ciudadano, el peor error del gobernador electo sería dar cabida en el próximo gabinete a quien ha sembrado dudas sobre vocación de servicio, lealtad al pueblo y sus luchas y no haya encaminado sus pasos por la profundización de la 4T. Rocha no debe esperar hasta el último momento para una decisión donde la opinión ciudadana cuenta mucho y de paso legitima.
En menos de dos semanas tendremos tres manifestaciones públicas que convocan y encabezan familiares con desaparecidos. Y es que con esa dolorosa cuota de al menos tres personas que a diario ya no regresan a su hogar en Sinaloa, la cosa no es para menos. Si a diario desaparecen a personas, todos los días habrá que exigir a la autoridad su regreso a casa. Este jueves 8 de julio hubo una manifestación de familiares por la desaparición de cuatro menores de edad. Les deseamos de todo corazón que encuentren a sus queridos hijos. Vale.
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