columna oscar

Los tiempos se han dislocado.

¡Cruel conflicto, venir a este mundo para corregirlos!

William Shakespeare/ Hamlet

 

De nuestro comportamiento ante las fiestas de fin de año dependía el futuro inmediato, nos dijeron. Y aunque temido el contagio anunciado, no fueron pocos los que vivieron el festejo en amplios grupos y sin el mínimo de las medidas recomendadas. El rebrote de Covid-19 que hay en diferentes regiones del país (y del mundo), nos dicen especialistas, tiene más parentesco con esa mala conducta que con las nuevas variedades del coronavirus. Los resultados se manifiestan de manera dramática en los casos registrados, en la restricción a comercios y restaurantes y en medidas sobre los espacios públicos. Y el regreso del fantasma de medidas administrativas drásticas.

 

Cuando leímos la réplica del senador Matches McConnell al presidente Trump: “lo que todos necesitan entender es que esto no se va a acabar hasta que tengamos una vacuna”, alimentó la esperanza de muchos millones de personas en el mundo, pero la realidad nos golpea de nuevo como patada de mula. La OMS, de un solo brochazo nos pinta el atolladero que vive el planeta, cuando denuncia que “el mundo está al borde de un catastrófico fracaso moral”, pues el 95 por ciento de las dosis anti Covid-19 aplicadas las concentran sólo 10 países: Estados Unidos, China, Inglaterra, Israel, Rusia, Emiratos Árabes Unidos, Italia, Alemania, España y Canadá.

 

La misma OMS nos adelanta que muy pronto el número de muertes por Covid-19 superará los 100 decesos mil semanales, lo que hará correr muy rápido la cifra de los 97 millones 402 mil contagiados y la de más de 2 millones 85 mil muertes. La organización de la salud tiene la esperanza de que se apliquen vacunas al 20 por ciento de la población de más de 170 países durante 2021 y mantiene negociaciones con las grandes farmacéuticas para conseguirlo. Ojalá lo logre, pues muchas de esas naciones no tienen recursos para adquirir la vacuna y la consecuencia inevitable sería la muerte de millones de personas.

 

Por segunda ocasión en menos de tres meses, la SHCP emitió nuevos bonos para amortizar deuda contraída en administraciones anteriores. Ahora fueron dos bonos por 1 mil 800 millones de euros cada uno, que achicarán la deuda que se vence en 2023. Es una obligación de deuda que se adquiere para pagar otra deuda que está a punto de vencerse y hacer costra. La agonía por deudas que surgió hace 200 años toma nuevo aliento con estos bonos, prolongando el sufrimiento del país, pues sólo conseguimos con ello posponer los vencimientos a corto plazo, no disminuir el fardo del adeudo.

 

Otra noticia y esfuerzo desde la Secretaría de economía, que estrena como jefa a la sinaloense Tatiana Clouthier, es el plan de reactivación de la economía nacional. Cuatro ejes componen el cuerpo de dicho plan. En el número uno va el mercado interno, empleo y empresas. Bien porque la mirada apunte hacia el fortalecimiento de lo doméstico, después de casi 40 años de abandono y lamentable que los recursos disponibles para insuflarle vida a esta iniciativa sean tan limitados. Hablar de dispersar en sectores productivos 60 mil créditos a la palabra en un país donde la demanda de esos apoyos significa la sobrevivencia de 4 millones 800 mil micronegocios informales, no nos dice nada. ¡Cuánta falta hacen los recursos que hoy están canalizados al pago del servicio de la deuda!

 

Los otros ejes son el fomento y facilitación de la inversión (incluida la extranjera), el comercio internacional y la regionalización de los sectores. Sin dejar de mantener el proyecto de la 4T, es muy importante mantener una relación más fluida y acuerdos trascendentes con quienes destinan sus inversiones a los sectores productivos y no a la especulación de los capitales. Y junto a ello retomar la soberanía de la política monetaria.

 

A todo el entorno ya conocido se suma un nuevo elemento: la era Biden. Para bien y para mal. Se fue Trump, aunque él dice que su movimiento apenas empieza (¿será en referencia a los hechos del 6 de enero?). Inicia la administración de Joe Biden bajo una triple crisis: la sanitaria que toma cuerpo con más de 24 millones de contagiados y más de 400 mil muertes por Covid-19, una recesión económica más severa que la que sacudió a los EU en 2008-09 y mayor también que la Gran depresión del 1929-33, y una terrible grieta que divide no sólo la vida política nacional, sino que amenaza con profundizar las heridas que la creciente desigualdad social ha alimentado y volver imposible la convivencia interracial que ha navegado por terreno pantanoso en los últimos años.

 

Con un discurso que pretende construir puentes (no muros como el otro) para una ansiada y escurridiza conciliación nacional, promete poner en la humanidad de sus compatriotas 100 millones de vacunas en los primeros 100 días de administración y depositar en los bolsillos de los estadounidenses 1 billón 900 mil millones de dólares, para que sobrelleven la crisis (o las crisis acumuladas). Hay medidas que ha prometido tomar sin demora: enviar iniciativa de reforma migratoria al Congreso, que puede impactar positivamente a 11 millones de inmigrantes sin documentos, la reunificación de las familias migrantes y el regreso al acuerdo de París sobre el cambio climático. Es la agenda personal que busca encaminar los primeros pasos de Biden, frente a un escenario global cada vez más complicado, en el que China disputará seriamente la supremacía económica antes de que termine la década y los conflictos regionales que se profundizan. Los halcones del imperio no han hablado todavía. Tampoco queremos que lo hagan. Vale.

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