La deuda es otra forma de colonialismo.
Tania Iqbal
―En otras palabras, la era del capitalismo global es una era de pandemias. ―Dice Ashley Smith en el bien documentado ensayo Competir con la naturaleza: Covid-19 como virus capitalista. Refresquemos nuestra memoria con el regreso del Cólera en los años 90, el SARS en 2003, la Gripe aviar en 2005, la Pandemia gripal A(H1N1) 2009, el Ébola 2014 y el virus del Zika en 2015. Hay muchos otros bichos que atentan contra la salud de la humanidad, que tuvieron alcances menores por fortuna, pero que confirman la naturaleza enferma del capitalismo global.
Se han cifrado tantas esperanzas en las vacunas, que al ser aprobadas las primeras hemos creído que el alma nos volvió al cuerpo. Pero cuando Joe Biden, presidente electo de los Estados Unidos dice que “a pesar de las vacunas, los días más oscuros están por llegar” y Margaret Harris de la OMS, reconoce que “tenemos una pandemia intensa en Europa, una pandemia intensa en Estados Unidos” y manifiesta que este mes de enero será muy difícil por nuestro comportamiento en las pasadas fiestas navideñas, se nos caen las alas al suelo y se nos apachurra el ánimo.
El miércoles 6 por la tarde nos informaba la OMS que teníamos 87 millones 577 mil 892 contagiados a nivel mundial y 1 millón 888 mil 949 fallecidos por Covid-19. Y como dice mi madre: “Cuando se cierran las puertas de la esperanza, hay que hablarle a Dios por un portillo”. El virus se expande por todos los rincones del mundo y muta volviendo más grave la pandemia.
Algunas medidas hablan de la dimensión del problema: Inglaterra está de nuevo en cuarentena, Alemania extiende su confinamiento todo el mes de enero, Sudáfrica y Brasil declaran colapsados sus cementerios por el número de muertes, Escocia, Italia, Francia y España, no están en mejor situación, mientras la Ciudad de México no dispone de muchas camas para pacientes Covid-19. Por cierto, son los sectores de altos ingresos en la capital los que más sufren la segunda ola de contagios. China busca evitar otro Wuhan y ante el modesto registro de 117 contagios, aísla la ciudad de Shijiazhuang, capital de la provincia de Hebei.
Y en medio de todo este mundo de incertidumbre el Banco Mundial nos pronostica que la economía mexicana puede crecer este 2021 a un 3.7 por ciento, a condición de que mejore la situación de EU (para nuestras exportaciones), haya mayor certidumbre del T-MEC, que la pandemia no se profundice y que el proceso de vacunación funcione. Así de complicado el panorama nuestro.
Y respecto a la deuda pública, un reciente análisis de Carlos Fernández-Vega, nos habla de que el monto por el pago del servicio de la deuda, rescate bancario y financiamiento para empresas productivas, entre enero y octubre (2020) llegó a los 611 mil 388 millones de pesos; 70 mil millones más que lo destinado a obra pública. No resulta muy dulce saber que el dinero destinado al pago del servicio de la deuda es mayor que lo invertido en obra pública. Tampoco es para festejar que tenemos 25 años pagando el rescate bancario y la deuda no ha disminuido, pues ya debemos 965 mil millones de pesos, del poco más de medio billón original. Ante el incierto panorama en materia de salud y de economía para 2021, no estará nada mal que el Congreso de la Unión abra el necesario y urgente debate sobre la deuda y sus obligaciones, y el impacto sobre el Presupuesto federal para este año. La recuperación económica no es un acto de voluntad, es el resultado de la mejor combinación de varios factores, en los que está incluido el ejercicio de la soberanía nacional sobre los recursos del país y su política monetaria.
Pero hay cosas muy interesantes a nivel mundial y local en el terreno de las inconformidades e inquietudes manifiestas. Es cierto que el coronavirus ha limitado la realización de grandes concentraciones aquí y en todas partes, salvo donde las urgencias han obligado a salir y agruparse en la calle o donde la insensatez (campaña electoral en EU) lo ha promovido. Pero la inteligencia del pueblo ha encontrado muchas maneras de manifestar sus reclamos y propuestas. Un breve balance internacional de 2020 nos dice que, en los procesos electorales y políticos en América y Caribe, en Europa y el Medio Oriente, las fuerzas progresistas alcanzaron éxitos importantes; de la misma manera los jóvenes de África, Europa, Asia y América hicieron sentir sus reclamos contra las políticas neoliberales y antidemocráticas, obligando a la negociación y a un cambio parcial de las mismas.
Al final de cuentas, la actitud de ponerle buena cara al 2021 con todo y las dificultades que lo acompañan, debe llevar al gran movimiento por la cancelación de la deuda pública que se ha ido fortaleciendo a nivel internacional, a no desmayar en la demanda y ponerse una meta a lograr: conquistar el apoyo de quienes tienen opinión y de los que pueden movilizarse, y lograr que el Congreso abra el debate sobre el tema. El optimismo de plantearse crecer al menos en un 3.7 por ciento del PIB este año, implica estar muy conscientes de que, si no hay inversión masiva en las áreas que más reclama la economía, una política adecuada de salarios y el estímulo para fortalecer el mercado interior, no daremos muchos pasos adelante. Y como dice Alf Gunvald Nilsen, busquemos “una expansión radical de la protección social para garantizar acceso universal a los bienes y servicios públicos. Vale.
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