columna oscar

Llevamos décadas luchando contra la pobreza,

pero casi siempre a la defensiva,

frente a los recortes continuos de nuestros derechos.

Iosu y Balmaseda e Iñaki Iribarri

De los apuros financieros no se salvan ni los países desarrollados. Para atender la emergencia que plantea la pandemia, los países más ricos han dedicado como estímulo fiscal y monetario un 20 por ciento de su PIB. Los países de mediano desarrollo no pueden hacer un esfuerzo de ese tamaño, pero su gasto público combinado alcanza entre el 6 y 7 por ciento del PIB. La emergencia llega de manera desigual a los desiguales y se ensaña con los más débiles: los países pobres sólo han alcanzado un gasto público de alrededor del 2 por ciento. ¿Qué tanto ayuda a paliar la crisis una inversión tan pobre? Ni siquiera a comprar una esperanza.

Nadie descarta la posibilidad de que la recesión siente sus reales por algunos años, lo que volvería muy vulnerables a las economías de los países más pobres y el número de pobres, de por sí muy alto, se incrementaría peligrosamente. Ya tenemos algunos adelantos no muy halagüeños y que nos hacen pensar en situaciones más difíciles. En estos días Zambia es ya el sexto país pobre en incumplir el pago de su deuda y sin poder reestructurarla para este 2020. El anuncio de vacunas no deja de alegrarnos a muchos, pero para las naciones sin recursos no cambia en nada su situación, pues de llegar esas vacunas antes que comprar una esperanza les ahogará la frustración.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) hizo sus cuentas antes de la última reunión del G-20: ha asistido a países con 100 mil millones de dólares en prestamos de emergencia, mientras que el Banco Mundial (BM) informa que dispone de 160 mil millones de dólares para préstamos. Pero el mismo banco reconoce que las necesidades de recursos de los países pobres y de mediano desarrollo requieren entre 175 mmdd y 700 mmdd. No hay salvación.

La única aportación de las instituciones mencionadas y algunos gobiernos fue la iniciativa de suspensión del servicio de la deuda del mes de abril pasado. Con ello permitió a 73 países posponer los mencionados pagos. Pero la deuda está allí y con intereses acumulados. Y por más ofrecimientos de créditos (deuda) que reciban los países más endeudados, hay límites que tienen que atender. La situación de 35 países de África, cuya deuda es equivalente al 480 por ciento de sus ingresos fiscales, se vuelve insostenible.

No es buena noticia saber que la deuda global alcanzará los 277 billones de dólares el próximo mes, lo que alcanzará el equivalente al 365 por ciento del PIB mundial. Avanzamos a una andadura peligrosa hacia un callejón sin salida. Ni la reunión del G-20 podía ofrecer soluciones verdaderas ni el FMI ni el BM llevaron propuestas que bajaran sensiblemente la presión actual en todas las economías del mundo. El fantasma de la cancelación de la deuda ha empezado a caminar con pasos más firmes que en la década de los 70´s del siglo pasado. Cancelación de la deuda, no suspensión del pago de su servicio. Esto cimbraría los cimientos del sistema financiero mundial y la estabilidad de los países desarrollados. Hay temor.

Si hablamos de países pobres y de sus sectores sociales más vulnerables, volvamos la vista hacia los desplazados por la violencia y los sin casa de las grandes ciudades. Por fortuna una parte de ellos no se sienta a llorar sus penas y se moviliza en las calles y ante las dependencias públicas. Esos son los desplazados de Concordia presentes en su cabecera municipal, Villa Unión y Mazatlán, y también los colonos sin casa del puerto. Luego de movilizarse tuvieron una importante reunión con el Secretario de gobierno y otras dependencias el pasado día 24. Presentan documentos donde solicitan terrenos y viviendas en los tres lugares donde se ubican. La autoridad les informa que hay dos terrenos ya ubicados y que están viendo la posibilidad de adquirirlos. Increíble, pero hay una casa que alberga a 7 familias desplazadas.

Las necesidades de quienes perdieron querencias, bienes y lugar de origen, no terminan allí. ¿Qué hacer para darle continuidad a los programas educativos sin computadora, Tablet o teléfono? Muy grave también, dicen, no poder canalizar para su atención a los enfermos crónicos y quienes tienen padecimientos atípicos, pues no hay recursos. La Secretaría de salud los atenderá, según acuerdo. Más que despensas, solicitan el apoyo para proyectos de producción de alimentos para el autoconsumo. ¿Cómo decirles simplemente que no hay recursos?

Este 28 de noviembre se conmemora el bicentenario del nacimiento de Federico Engels, uno de los grandes pensadores de la humanidad. “El todo es más que la suma de sus partes”, sentenció en su libro La dialéctica de la naturaleza. La pandemia del Covid-19 nos obliga a hablar de una de las partes del todo, en memoria de Engels. ¿Por qué? Porque él es pionero en el tema de las consecuencias que resultan de agredir al medio ambiente. No sólo le dio seguimiento a la política de Inglaterra en la depredación de terrenos en Irlanda, estudió lo vivido por muchas regiones colonizadas en el mundo. Nos dejó una reflexión que hoy tiene mayor vigencia que en su tiempo: “Sin embargo, no nos enorgullecemos de nuestras victorias sobre la naturaleza. Por cada victoria, la naturaleza se venga de nosotros”. Vale.

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