columna oscarPero tampoco la vida es solo cuestión de suerte.

Jon Fosse

Tres puntos geográficos de Sinaloa se vuelven referencia sobre el tema del medio ambiente. Esas coordenadas también son pilares centrales de importantes movimientos que reivindican la defensa del medio ambiente, el mantenimiento permanente de las condiciones naturales del suelo, las aguas, las especies vegetales y animales, tal como han sobrevivido hasta el presente. No aceptan ni juegos de palabras o de conceptos que pretendan convencer que con la llegada de grandes inversiones de capital a esas zonas, el micro mundo que a duras penas se mantiene en pie protegiendo flora y fauna, seguirá existiendo sin mayores cambios.

 

También hay quienes ponen por delante las grandes inversiones para abrir empresas industriales o enclaves turísticos, cuya filosofía no va más allá de querer justificar la acción depredadora del medio ambiente por un ilusorio progreso de los lugares donde inversionistas, extranjeros o nacionales han puesto los ojos, acompañados por una élite financiera que ya hace cuentas alegres sobre los dividendos que las inversiones les rendirán.

 

Topolobampo, asiento de una cultura indígena cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos, es el estratégico vértice de la hermosa Bahía de Ohuira. Tres ejidos y una masa de pescadores que viven en el rico y gigantesco litoral lo defienden desde hace una década de las abominables intenciones para crear una planta industrial de fertilizantes, que de realizarse se convertiría en la amenaza permanente contra la tierra donde un tiempo Albert K. Owen soñó erigir una comunidad socialista con un amplio grupo de extranjeros. A cambio del desastre natural que los yoremes mayos temen para su territorio sagrado, las autoridades anteriores y las presentes les dicen que crearán unos 5 mil empleos. Esos son los que ahora garantiza una sana Bahía de Ohuira.

 

Los viejos habitantes de la Isla de la Piedra en Mazatlán han manifestado su rotundo rechazo al desplazamiento de los campesinos residentes en dicho lugar. Son ejidatarios muchos de ellos y durante su vivir en la zona aprendieron a cuidar la flora y la fauna del lugar. El mar ha sido el muro natural en tres de los cuatro costados que ha defendido la originalidad de la vida en dicha zona pues, aunque su extremo poniente casi toca los muelles del puerto, el canal de navegación es un seguro de vida hacia la individualidad y conservación de la Isla del Bosque. Los inversionistas han manifestado mucho apetito por la ínsula, inclinación que data de hace tiempo y que al saber de las limitaciones económicas de sus habitantes se les tienta con ofertas de dinero y con presiones. De salirse con la suya los inversionistas fuereños y locales, la romántica Isla de la Piedra se convertiría en el descanso de extranjeros que poco les importarán los tesoros naturales que hasta hoy guardan cada rincón de la tierra y la flora. Sin olvidar escolleras y puntos vírgenes.

 

El emblemático Cerro del Crestón en Mazatlán, donde luce el Faro natural más alto del mundo, corre el grave riego de perder buena parte de su flora y quizá la extinción de su fauna. Una simple tirolesa puede hacer ese tremendo daño. El capital ha visto la potencialidad de ese inigualable lugar para hacer dinero. La construcción ofenderá, de por sí, la naturaleza que reina en el lugar y hacer desfilar a diario a una masa humana para montarla en la tirolesa será depredar cada metro, cada centímetro de ese monumento natural del puerto mazatleco.

 

En semanas recientes han coincidido los defensores de Topolobampo, los ecologistas de Mazatlán y los residentes de la Isla de la Piedra. Manifestaron en algunas conferencias de prensa que nada parará su vocación de defensa de territorios sagrados y de santuarios naturales donde la cultura y el respeto por el medio ambiente han encontrado la ecuación más sabia para preservar el patrimonio natural y poder heredarlo a las nuevas generaciones con la responsabilidad que le corresponde a nuestra generación.

 

En dichos encuentros los yoremes mayos de Ohuira, los defensores del medio ambiente y los ejidatarios que luchan porque la Isla de la Piedra sea un verdadero patrimonio insular para Mazatlán y no un territorio vedado para la población mazatleca y nacional. En la coordinación organizativa y en el dominio pleno de sus problemas han encontrado una inteligente salida al galimatías y huracanado problema que tienen enfrente: han constituido un Frente Estatal para la defensa de cada uno de sus problemas. Y el acuerdo de constituir dicho frente ha rebasado las fronteras del estado de Sinaloa. Muchas miradas a nivel nacional se han vuelto hacia nuestra entidad para aprender de la experiencia de estos movimientos.

 

Y lo interesante de los defensores de Ohuira es que se preparan, por si es menester, para desplegar iniciativas legales ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos y ante la Corte Penal Internacional. Los mazatlecos en lucha por preservar su medio ambiente como patrimonio de todos dejan abiertos los diversos caminos de la lucha, tanto la que pertenece al activismo, como ya lo han probado, como la que hay que desarrollar en los tribunales nacionales y también en los internacionales. Será aleccionador ver ese despliegue de iniciativas de unos y otros, pero todo será más rico como movimiento social si la solidaridad con esas luchas recibe el respaldo de todos los ciudadanos que coincidamos que en ello nos va el derecho humano a disfrutar la vida en plena armonía con la naturaleza. Vale.     

     

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X @Oscar_Loza