La montaña

Tragedias infantiles en la orgullosa agricultura

columna oscarLloran sin lágrimas,

con esos secos que tiene el dolor.

Silvestre Revueltas

 

Juan José Ríos se vuelve referente de malas noticias. No tiene aún acta de nacimiento como municipio y las tragedias ya invadieron su corazón. La mala nueva recorrió todas las coordenadas del país: trece infantes con un promedio de 5 años fueron hospitalizados con un alto grado de desnutrición y, el colmo, sin haber llevado alimentos a su boca en los últimos tres días. Siete niños han quedado en el hospital hasta su recuperación total, mientras cuatro de ellos sobreviven en condiciones delicadas. Apenas el día 18 anterior una bebé de 9 meses falleció en las mismas barracas que los menores hospitalizados.

 

Contra todos los sueños de justicia social del general Juan José Ríos, el municipio en ciernes ya había registrado quejas por los malos tratos a jornaleros agrícolas venidos de otros estados del país, destacando estados costeros del Golfo de México. La emergencia que abrió las muertes de la bebé de 9 meses y la niña de cuatro años, hizo movilizarse a la estructura de gobierno estatal, desde ministerios públicos, Secretaría de Seguridad, Secretaría de Salud, Secretaría de Educación Pública y Cultura.

 

No se ha dicho qué música tocan la Dirección y la Procuraduría del Trabajo en estos apuros oficiales, pero vaya la peor nota reprobatoria por lo que ha dejado de hacer en toda su gestión. Y lo afirmo porque no veo ni el personal suficiente de inspectores ni la vocación para recorrer los cuatro puntos cardinales del estado en una franca labor de prevención de tragedias laborales y existenciales en los centros de trabajo y en sus inmediaciones. Como siempre, las tragedias van por delante de la acción de las autoridades, a pesar de que ya habíamos registrado protestas por el trato inhumano a los trabajadores rarámuris en Ahome y los casos denunciados por los jornaleros triquis que viven en Villa Juárez, Navolato.

 

En vísperas del arranque de temporada sugerimos a la Dirección del Trabajo que hiciera un recorrido por los campos hortícolas para confirmar en qué condiciones se recibirían a los trabajadores migrantes y que solicitara de los patrones información sobre el equipo de trabajo a utilizar por sus trabajadores y cuándo se lo proporcionarían, pues entre las denuncias de mayor preocupación es que (en franca violación a la Ley Federal del Trabajo) los jornaleros deben pagar las mascarillas, cascos, ropa especial y calzado, que los proteja de los agroquímicos. Nunca tuvimos noticias de que se molestaran por indagar algo sobre el tema.

 

La reacción multidisciplinaria que ha tenido el gobierno del estado debe reconocerse, pues se atiende la emergencia de Juan José Ríos y las medidas que se han tomado puede atajar la pérdida de más vidas infantiles; pero bueno es preguntarse, ¿cómo impactará la tragedia que se nos presentó el 18 de marzo y que cobró las vidas de dos pequeñas? Y me refiero a nuestro comportamiento futuro ante la situación laboral y social que se vive en los campos hortícolas y, desde luego, las políticas públicas sobre la materia. El día 18 de marzo ya tiene un espacio en la vida nacional, pero el dolor que provoca en Juan José Ríos, ¿dónde quedará?

 

La Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa, ha tomado este caso de manera oficiosa, pues su trascendencia no requiere queja o petición alguna. Se hace acopio de toda la información que ya es del dominio público, se ha visitado el Hospital General de Los Mochis donde están internados los niños mencionados, se está solicitando información capital a la Dirección del Trabajo, a la SEPyC, a la Fiscalía General del Estado y a la Secretaría de Salud.

 

Por lo demás, ya es tiempo de que el Estado mexicano en coordinación con las autoridades locales, diseñen una política pública para atender la parte del campo mexicano que se dedica a la producción y exportación de hortalizas, pues ocupa una mano de obra mal pagada, donde hay ausencia de la seguridad social, en la que la mayoría de los trabajadores y sus familias sobreviven en cuarterías, barracas o galerones en condiciones infrahumanas. El Outsourcing o subcontratación laboral vino a empeorar lo ya desagradable que se imponía a los jornaleros en vivienda, salarios y prestaciones. Se nos dijo que el Congreso de la Unión liquidaría ese monstruo de la subcontratación, pero sigue consumiendo mano de obra y vidas humanas a nuestra vista y de la peor manera.

 

Detrás de las muertes de las pequeñas y de los niños que ingresaron al Hospital General de Los Mochis en condiciones de desnutrición, infecciones gastrointestinales y de la piel, hay un mundo de factores, de hechos y de reprobables actitudes de instancias de gobierno, que no debemos dejar al garete si no queremos ver la repetición de estos hechos en las próximas temporadas hortícolas. ¿Qué pasará con los patrones que han administrado esta infamia de las inmediaciones de Juan José Ríos? No creo que la sociedad acepte sin cuestionar la sentencia de Anatole France: Las promesas cuestan menos que las dádivas y adquieren mayor valor. Nunca como hoy cobran vigencia dos conceptos que reivindican los movimientos populares: justicia y reparación del daño. Vale.

 

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