columna oscarCatorce años de guerra le habían enseñado

que no había victoria mayor que la de estar vivo.

Gabriel García Márquez

 

Este miércoles 22 de junio la memoria histórica reclamó su espacio. Pudo haber sido la mejor jornada de desagravio social desde 1968, pero las no explicadas razones de Estado no lo permitieron. Esperábamos dos actos de suma importancia: abrir las trancas de los sótanos del Campo Militar de Lomas de Sotelo para que sus sobrevivientes, acompañados de colectivos de familiares con desaparecidos y funcionarios civiles, pudieran pisar de nuevo los espacios que hace algunos años fueron su cárcel clandestina.

 

El otro acto era la apertura de los archivos militares de la época de la Guerra Sucia para que sean consultados con la libertad que necesita la Comisión de la Verdad y Esclarecimiento Histórico. Y ojalá que en poco tiempo también por académicos y por los ciudadanos interesados en el tema. Esto tomará cuerpo en lo inmediato, suponemos. Lo primero esperará los tiempos (y modos) que se establezcan para visitas programadas a varias instalaciones militares en el país que fueron utilizadas para privar ilegalmente de la libertad a muchos activistas de los años setenta y ochenta.

 

El día martes 21, recibí de Laura Gaytán Saldívar este mensaje: “Mañana a las 10 am un grupo de sobrevivientes acompañamos al Presidente, Secretario de Defensa, Secretario de Gobernación, Comisionada de Derechos Humanos y los integrantes de la Comisión recién nombrada.   Se realizará un recorrido por el Campo Militar No. 1 en un acto protocolario oficial que dará inicio a la búsqueda de nuestros compañeros y familiares en todas las instalaciones militares implicadas en la desaparición de nuestros compañeros. Voy en representación de EUREKA en calidad de testigo y sobreviviente, con otros dos compañeros (Conny Ávila y Florentino Jaimes) y como 100 sobrevivientes y representantes de   otros colectivos. Será un momento muy muy intenso para mí, pero estoy echada pa'lante y quedaré entera.”

 

Emocionado hasta la coronilla por el mensaje, de inmediato le solicité que no se guardara ninguna impresión, ningún sentimiento, ningún grito que pueda acercarnos a la verdad y al compromiso de detener la práctica de la desaparición forzada, que tanto daño le ha hecho al país. –Le dije. –Lo sé Laurita. Te pediría que escribieras desde ya la impresión que te deja la noticia de que entrarás a esas instalaciones de nuevo. Imagino todos los recuerdos e ideas que te asaltan al mismo tiempo. Lleva una libreta para que anotes las impresiones y/o graba en tu celular todo lo que sientas, mires, recuerdes y consideres importante y que ayude a comprender el nefasto problema de la desaparición forzada y lo que tenemos qué hacer para detener el fenómeno. Será una gran contribución al movimiento. Saludos.

 

Confieso que esperaba más de la jornada del día miércoles. No fui el único. Por el contenido del acto protocolario surgieron mil preguntas de los asistentes pasivos (invitados por ser víctimas de la Guerra Sucia). Hubo un extrañamiento general al ver que también estaban invitados los que reprimieron o sus familiares. Laura se expresa indignada en redes: –Pregunta seria, ¿de quién fue la idea de juntar a Tirios y Troyanos? ¿Y por qué sería que todas las “víctimas” de los militares caídos en “cumplimiento del deber” estaban uniformados? A Acosta Chaparro y a Luis de la Barreda Moreno, ¿los irán a inmortalizar en el memorial de los caídos?

 

Diego Lucero, hijo del revolucionario asesinado en las instalaciones de la policía de Chihuahua y escritor, afirma que “la Secretaría de la Defensa Nacional está por encima de la subsecretaría que encabeza Alejandro Encinas y sobre todo si dice que esto es un acuerdo con presidencia”. No falta quien señala: “Pero no tienen derecho de convocarnos a un acto donde se honre por igual a los perpetradores que a las víctimas”. Uno de los miembros del Comité del 68 afirma que “por eso decidimos no asistir” al acto protocolario.

 

Basta ver la prensa para observar que sobran los comentarios adversos al evento y documentos como el del Comité del 68. Éste último dice: “[Se justificaron los actos de represión de los gobiernos de 1965 a 1990, argumentando que fueron medidas ‘implementadas para garantizar la seguridad nacional, el orden constitucional o el restablecimiento del Estado de derecho’]”.    

 

No se abrieron el día miércoles los sótanos del Campo Militar No. 1 y aún está por verse cuándo estarán a disposición de ciudadanos interesados los archivos militares de la época de la Guerra Sucia. Mal por la jornada que pudo hacer verdadera historia. ¿Qué se pretendió con el discurso del presidente AMLO y con los acuerdos que le dan cobijo? En ocasiones se casó con la frase “perdón sí, olvido no”. Es obligado preguntar, ¿cómo compagina ese pensamiento con su nueva propuesta de erigir un muro de honor donde se inscriban con letras doradas a quienes hicieron de la tortura y de la desaparición de personas oficio y vocación, identificados ahora con el eufemismo “caídos en cumplimiento del deber”. La paz social sólo se alcanza cundo la justicia es plena. Ninguna herida de este tamaño cicatriza si el tejido social sigue enfermo. Vale.

 

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