columna joseluis

Un fuerte abrazo al amigo Alejandro Escobar “El Morro”, por el sensible fallecimiento de su señora madre, descanse en paz.

El presidente López Obrador, en el mes de enero, cometió el error de enviar reformar a la ley reglamentaria de la CFE, con modificaciones que claramente contravenían artículo de la constitución general de la república, lo que le costó la judicialización de la misma, al grado que de poco más de 200 demandas en contra de dichas reformas, solo obtuvo tres fallos a favor y más de 200 en contra, en clara confirmación del error cometido.

Hoy, tratando de corregir aquel error, envía correctamente las reformas a los artículos de la constitución, particularmente del 25, 27 y 28, desatando ahora sí una opinión mayúscula en contra de ellos.

Si en febrero, cuando salió el decreto de reforma a la ley de CFE, las reacciones se dieron en cadena, primero con el rechazo a las reformas, luego con la contracción de la inversión en la industria y al final el pleito en los juzgados que impusieron los empresarios privados productores de electricidad, que ganaron el 98% de las demandas, ahora la disputa será definitiva en el Congreso de la Unión.

Si así ocurrieron las cosas entonces, ahora con tan solo el anuncio de la presentación de la iniciativa de reformas a la constitución se ha desatado la andanada en contra, encabezada por la calificadora MOODY´S, argumentando que “retrasará la transición energética del país y que afectará la inversión en el sector”.

La reforma en sí modifica la negativa de la existencia de monopolios en México y elimina los órganos reguladores autónomos como la Comisión Reguladora de Energía (CRE) y el Centro Nacional de Control de Energía (CENACE), el supervisor de la calidad de la energía y el despachador de cuál se vende primero.

Incluso, dirigentes del mismo sindicato de CFE (SUTERM) afirman que la iniciativa del presidente “está plagada de mentiras” al afirmar que la reforma de Peña Nieto pretendió desaparecer la empresa del Estado, cuando lo que se hizo fue liberarla del saqueo del Estado al otorgarle “autonomía de gestión”, requisito indispensable para competir en el mercado y dejar de llenar los bolsillos al gobierno en turno.

Pero además afirman CFE quedó con el control de la distribución y transmisión, prácticamente toda la comercialización ¿Y qué significa eso? ¡Pues el control del mercado!

Un esfuerzo que se hizo a principios de los años noventa, de que las empresas privadas produjeran energía eléctrica, sin reformas a la constitución, para el autoconsumo, fue con el fin de enfrentar el déficit nacional de electricidad que ya se tenía desde entonces, y lo único que hizo la reforma de Peña Nieto fue legalizarlos y abrir a otros, incluido el mercado internacional, la inversión en plantas eléctricas en el país.

Y en ese contexto se construyeron 7 mil kilómetros de gasoductos (que se sumaron a los 12 mil kilómetros que se habían construido en 70 años) para reconvertir las termoeléctricas de CFE, obsoletas ya en su producción de acuerdo a los convenios firmados por México en materia de cambio climático, con la quema de combustóleo prohibido a nivel internacional.

Por eso es falso, como dicen líderes sindicales, que la CFE tenga pérdidas por “energía no despachada” ¡Pues claro que pierde! Pero porque no produce electricidad limpia como lo hacen empresas solares y eólicas del sector privado, no se puede meter al mercado lo que es más caro y sucio, porque simplemente daña al consumidor y es ahí donde estorba la CRE. Y tampoco invierten en plantas modernas que les permitan competir porque CFE no tienen para invertir, y con lo que pudiera apoyar el gobierno lo orientan para otras obras, incluso “ordeñan” a CFE para sus megaproyectos.

Y concluyen “los únicos beneficiados serán AMLO y Bartlett, las pérdidas serán de todos los ciudadanos, las ineficiencias serán cubiertas por subsidios disfrazados, pagados por nuestros impuestos por supuesto”, dicen.

“Esta es una medida regresiva a las energías más obsoletas y que no reconocen hacia dónde va el mundo” “Sí, el sindicato se benefició ¿Pero a qué costo?” y cierra “¿Cuánto durará esta mentira?”.

Tan fácil que está el problema, que la CFE sea más competitiva, invierta más en energías limpias y no le entregue sus ganancias al gobierno, más del 70%.