columna joseluis

1° de 2 partes

 

Después de que se configuró la inminencia de la derrota del PRI el 2018, por allá en abril de aquel año, y tomó la decisión de apoyar a AMLO, dando así un salto respecto a su pragmatismo político, convirtiéndolo este en un mero asunto de sobrevivencia sin ningún otro sentido, como si advirtiera su desintegración.

 

Han pasado ya dos años de aquella decisión y en este tiempo tan solo se han consolidado aquellas percepciones, con el ingrediente de que ahora se aproxima esa desintegración y al parecer no tienen otra salida.

 

Con ello se cerraría un ciclo de la historia nacional, y al mismo tiempo el fin de una época, que tuvo momentos brillantes y en general le dieron una identidad al país por casi cien años.

 

Sin duda, su crisis terminal arrancó bajo un contexto de cambio de modelo estructural, como fue la definición de imponer a nivel global el neoliberalismo después del llamado “Consenso de Washington”, que se aplicó a partir de los años 80 para modificar las estructuras socioeconómicas de los países con un enfoque total de libre mercado.

 

No fue casual el programa que diseñó Miguel de la Madrid en México a partir de 1983, cuyos ejes principales eran la apertura comercial total, las privatizaciones y el libre mercado interno, en medio de una profunda y prolongada crisis económica, que derivó en aquella crisis política con la fractura del PRI en 1987 y su derrota electoral ante Cuauhtémoc Cárdenas y el Frente Democrático Nacional, en 1988.

 

Fue el fraude histórico de aquel año el que sostuvo al PRI en el poder, le dio continuidad durante poco tiempo perdiendo la elección de 1997 y la presidencia del país en el año 2000.

 

Se había dado la caída del régimen y desde entonces, en la alternancia del gobierno del PAN, el retorno del PRI en el 2012 y la bancarrota ante el amlovismo el 2018, cierran la historia y configuran su fin, que ahora frente al 2021 se está construyendo.

 

Y no puede ser de otra manera, después de la decisión del 2018, cuando en el PRI decidieron apoyar a AMLO pensando en su salvación, un acto desesperado que se parece mucho al de aquel que entregó su alma al diablo.

 

Sí, por eso cabe preguntarse ¿A quién se le ocurre ayudar a tomar el poder a quien hizo de su campaña un programa contra el gobierno peñanietista, con todo y lo que les hayan prometido que les perdonarían?

 

El PRI del 2000, cuando ganó Vicente Fox, se acuerpó en un bloque de gobernadores (CONAGO), que organizaron los gobernadores Juan S. Millán de Sinaloa, Natividad González de Nuevo León y Tomás Yarrington de Tamaulipas, desde donde negociaron con el gobierno panista, fortaleciendo su autonomía en las regiones y sosteniendo su poder político mediante las negociaciones de sus diputados y senadores con el gobierno federal del PAN.

 

El PRI de ahora, el que dirige Alejandro Moreno, “Alito” para sus amigos, ha concentrado todo el poder de las decisiones de su partido para continuar con esas negociaciones del PRI con AMLO y MORENA el 2018, ahora para el 2021, pensando que el pacto del 2018 sobreviviría el 2021 y con él la sobrevivencia del PRI.

 

El PRI ya está atrapado en esa ruta y si esperan que podrán salir con vida de ese acuerdo con AMLO, estará en chino.