La prudencia está definida como sinónimo de templanza, cautela, moderación, sensatez, buen juicio.
La prudencia en el desempeño de la vida de cada ser humano es sin duda un atributo que se va adquiriendo de acuerdo con el conocimiento y la experiencia, estableciendo al final del día un principio: ante mayores riesgos es más pertinente y necesaria, más aún cuando advertimos factores desconocidos, lejanos e inminentes.
Lo refiero así, lisa y llanamente, tan solo para advertir el daño que nos provoca no desarrollar este sentido. Decía Juan de Dios Meyer en una de sus editoriales radiofónicas que recomendaba a sus hijos desarrollar dos sentidos: el sentido común y el de la risa. Y agregaba “y si hay que elegir uno, les sugiero el de la risa”.
Le he dado vuelta y no deja de tener razón, pero ante los sucesos que vivimos de un mundo amenazado y las increíbles fallas de prácticamente todos los gobiernos del mundo y de ahí para abajo hasta llegar a los ciudadanos, ni se diga, me entra la duda y por ello saco a relucir la prudencia.
La pandemia del COVID-19 prácticamente nos ha desnudado y mostrado el cúmulo de miserias humanas que hemos juntado, principalmente el de habernos convertido en sociedades egoístas, miserables y sin sentido de la prudencia y la responsabilidad.
No niego en absoluto el enorme valor, cualidad, riqueza y heroísmo que encierra el ser humano, pero no me olvido tampoco de que estamos llenos de defectos que, como dijo Napoleón Bonaparte, “podemos ir de los sublime a lo ridículo en un paso” y por ello mismo, aprecio de esta crisis de vida por la que estamos pasando, porque el coronavirus nos está mostrando a donde hemos llegado.
En pocas semanas nos estamos dando cuenta de mucho de lo que ignoramos, la pequeñez de casi todos los gobiernos y el tamaño de nuestras miserias humanas.
Por señalar algunos casos, tan solo valoremos el costo del fanatismo de la sociedad norteamericana sobre el libre mercado que todos los esfuerzos sobre crear el sistema de salud pública, tanto el de Lyndon B. Johnson como el de Obama, han sido echados abajo y ahora se da cuenta de lo que lo necesita, algo que ha hecho muy diferente México.
O el caso de AMLO que han sido múltiples sus expresiones, desatinos y errores políticos sobre la pandemia, como resabio de su dogmatismo ideológico y político, incluso que se insensibiliza al extremo de arriesgar una catástrofe para el país por el cretinismo de la infalibilidad y el fanatismo de que el mundo se divide entre buenos y malos.
La prudencia recomienda muchas cosas y entre ellas que si pretendes cualquier objetivo necesitas el mayor cúmulo de fuerzas en ese sentido y que, por lo tanto, si diriges ese esfuerzo necesitas unir, ceder, conceder y hasta dar si es necesario, porque ese es el principio que resuelve cualquier problema social y peor aun cuando no se sabe el fin que puede tener.
Los humanos somos tan egoístas que creemos que nunca nos vamos a morir (y no es que no tenga miedo… tengo pánico) y creemos que los plazos y fechas son para volver de nuevo a “la normalidad” y eso no es cierto. La enfermedad llegó para quedarse, la vida tiene que evolucionar y el mundo debe cambiar.
Pero con tanta estolidez (como decía el gobernador de Jalisco Enrique Alfaro) es muy difícil y pueden venir tiempos mucho peores, tanto por la incomprensión social, los errores políticos, como por la evolución del virus.