En medio de la pandemia se ha abierto un debate político que refleja la división que vive el país desde hace décadas y que ahora se recrudece pese a la alternancia política que logramos desde 1997 con el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en el Distrito Federal y luego el 2000 con Vicente Fox, nadie ha podido establecer la unidad republicana que se rompió después del cardenismo.
Vivimos el cardenismo como gobierno en su apogeo durante casi tres décadas, con aquel modelo de desarrollo nacional de corte nacionalista que produjo la acumulación de capital (público y privado), el crecimiento del trabajo y el desarrollo de diversas regiones del país. El auge del capitalismo mexicano se daba y las nociones de un régimen político democrático, un sistema auténticamente republicano y la democracia política de las instituciones, los derechos civiles y los ciudadanos, quedaban rezagados de ese auge económico del país.
Como parte de ese modelo nacional, aquí en Sinaloa se construyó el PLHINO (Plan Hidráulico del Noroeste) que abarcaba desde Nayarit hasta Sonora y que prácticamente culminó en los años noventa con la presa de “Aguamilpa” en Nayarit y la de “Huites” en Sinaloa, como también ocurrió con las zonas petroleras, la hidroeléctrica del sureste, la siderúrgica en el noreste y hasta 1978 le llegó a las zonas fronterizas.
La idea de darle capacidad y autonomía administrativa a los estados se da con mayor sustento a partir de 1980, cuando se crea el sistema de coordinación fiscal, que desde entonces hace prevalecer el centralismo y la concentración del poder político con el fiscal. La base simple del 80% para la federación y el 20% para los estados quedó como el esquema del presidencialismo renovado que ahora está en cuestión.
Durante 40 años mucho se ha discutido al respecto y sobre la recaudación, como los servicios y paraestatales del gobierno federal, sin que los estados y municipios logren gran cosa al respecto durante todos estos años, tan poco, para poner un ejemplo, el caso del peaje que por su naturaleza geográfica lo pertinente fuera que los estados lo controlaran y cobraran como parte de su infraestructura estratégica, se han dado movimientos durante casi 30 años para lograr un decreto presidencial de Ernesto Zedillo que solo les otorgó el 25%.
Hay economistas que sostienen que el problema radica en que los estados no cobran impuestos propios y la verdad cabe preguntarse ¿Cuáles? Si la federación no deja nada. El único impuesto que le han dejado a los municipios es el predial urbano, raquítica porción de todo lo que aporta la sociedad y se lleva la federación a sus arcas.
Por eso no es casual la reacción que hoy tienen los gobernadores frente al gobierno de AMLO y recrudecida aún más por la mala administración de las suministraciones a los estados, al grado que los gobiernos de MORENA, como Veracruz y Puebla, han llamado la atención también al respecto.
La gran sublevación de gobernadores por esta situación empezó en 1997 con la derrota del PRI que quedó por primera vez en minoría en el Congreso de la Unión, creando la ANAGO (Alianza de Gobernadores) y que alcanzó su mayor expresión el 2002 cuando se crea en Mazatlán la CONAGO (Conferencia Nacional de Gobernadores).
La CONAGO tuvo éxito coyuntural y puntual, que dejó de lado el programa del nuevo federalismo, cuando Vicente Fox repartió a todos los gobiernos estatales buena parte del excedente petrolero que se había acumulado en el auge petrolero de los años noventa y que acumuló más de cien mil millones de dólares.
Entonces se logró producir 3.4 millones de barriles diarios a precios por encima de los 60 dólares, lográndose en momentos precios superiores a los cien dólares, a diferencia de hoy que producimos 1.7 millones de barriles de petróleo diarios a precios por debajo de los diez dólares.
Cuando hay abundancia es fácil resolver problemas de liquidez, pero cuando no hay, como ahora, se complica, pero eso no obsta para discutir el tema y es pertinente porque ni siquiera se quiere dialogar por AMLO, lo que complica la situación y más en el marco de la crisis sanitaria, lo cual no debiera ser así, cuando es fácil autonomizar en alguna medida a los estados por la diversidad del país y las distintas idiosincrasias que amalgaman nuestra nación y al final del día porque quizá los problemas sean menos diversos.
El gobernador Quirino Ordaz debe tomar decisiones y asumir un compromiso con el necesario federalismo renovado que el país necesita y este 24 de abril han iniciado.