columna joseluis

 

He vivido muchas tragedias sociales en Sinaloa, pero desde el gobierno me tocaron dos y en ambas las reacciones fueron contundentes: El ciclón de octubre de 1993 y las heladas de febrero del 2011.

 

El azote del ciclón Norma, que impactó toda la costa sinaloense desde San Ignacio hasta Angostura devastando cientos de pueblos y ciudades como Dimas, Cruz de Elota, San Lorenzo, Quilá, Costa Rica, Eldorado y Navolato, generó entre otros daños una incomunicación total y dejó sin energía eléctrica toda la zona.

 

La reacción fue inmediata, el ejército habilitó su plan DN-III, la CFE activó sus mecanismos de seguridad nacional concentrando a todo su personal de la división noroeste y el gobierno de Sinaloa, encabezado por Renato Vega Alvarado, de inmediato solicitó un crédito de emergencia, y sin tener mayoría calificada y sin haber periodo ordinario, por unanimidad se le aprobó y en dos semanas prácticamente se habían reparado todos los daños.

 

Fue en la madrugada del 4 de febrero del 2011 cuando una ola de frío azotó a Sinaloa, fenómeno climatológico que no se presentaba desde hacía ya 70 años, según cuentan, dicha ola no dejó cultivo sano y acabó con toda la producción agrícola de invierno y verano de aquel 2011.

 

Los valles habían ardido sin distinguir hortaliza, grano o fruta, reduciendo casi a cero las producciones.

 

Pero en aquel entonces el gobernador Mario López Valdez reaccionó de inmediato y se organizó un plan de emergencia que tuvo como soporte principal un crédito etiquetado de mil quinientos millones de pesos que le aprobó el Congreso de Sinaloa.

 

Con Renato Vega y MALOVA por supuesto que hubo polémica y había quienes objetaban las medidas, pero en ambos momentos la sociedad obtuvo respuesta en auxilio, apoyo y, en buena medida, también en soluciones.

 

Ahora me parece más grave la situación por una simple razón: Los fenómenos de 1993 y 2011 fueron pasajeros, prácticamente instantáneos. ¿Quién nos dice cuánto va a durar la pandemia generada por el COVID-19? Absolutamente nadie, y si tenemos la suerte de superarla vendrán recurrencias parciales que impondrán cuarentenas focalizadas, hasta que no se logre la vacuna cuyo pronóstico va de 3 meses a año y medio.

 

Lo que vivimos antes fueron meteoros de un día, ahora no, el problema del COVID-19 es una nube estacionada en nuestro cielo acechándonos y el periodo será prolongado.

 

Por eso el gobernador Quirino Ordaz Coppel, todas las fuerzas políticas y los grupos empresariales deben reunirse y echar manos a la obra, no hay nada que esperar ¿O esperamos a que AMLO resuelva? ¡Resolvamos si aquí podemos!

 

Los médicos, enfermeros y hospitales necesitan insumos urgentes ¿Por qué no tomar dinero prestado de los bancos? ¿Por qué esperar que el gobierno federal de los bonos? ¿Por qué no comprar nosotros? Que la gente necesita comida ¿Por qué no comprar cientos de miles de despensas? ¿Por qué no hacer pactos con las empresas para que no haya despidos?

 

Todo lo que se puede remediar de inmediato hay que hacerlo, después vemos cómo pagamos ¿No cree usted?