columna joseluisDesde el 9 de septiembre, cuando inició la guerra entre el crimen organizado en Sinaloa, al verse su persistencia y magnitud, fuera del centro del estado (Culiacán, Elota y Navolato), se temía su efecto devastador que ha destrozado estos tres municipios, con pérdidas multimillonarias, daños sociales inéditos con casi mil muertos, casi 1100 desaparecidos, más de 30 mujeres asesinadas y diez niños, víctimas colaterales.

 

Ayer se cumplieron siete meses de aquel aciago 25 de julio, cuando asesinaron al líder político Héctor Melesio Cuen y secuestraron al capo Ismael Zambada, hechos que desencadenaron esta guerra y que parece, con todo y los mensajes cifrados de todos lados, no tendrá solución a corto plazo y los riesgos de que esta confrontación escale siguen latentes.

 

Desde un principio fue Mazatlán, convertida en la joya de la corona de la economía e imagen de Sinaloa, el temor más grande de que el conflicto llegara hasta el puerto y tocara, como ha tocado la economía de Culiacán y Navolato, con una debacle mayor por el tipo de industria que sostiene su economía, como es el espectáculo y la diversión.

 

Aunque se han dado sucesos muy delicados que han elevado la violencia e inseguridad en Mazatlán, acuerpada con los hechos que ocurren en los municipios vecinos, en ningún momento ha alcanzado los niveles que ha tenido en Culiacán, donde las batallas entre los bandos son todos los días; existe de hecho un “toque de queda” y las fuerzas federales (marina, defensa y guardia nacional) se han hecho cargo del todo, desplazando a los cuerpos policíacos locales, rasgos que no se han dado en Mazatlán.

 

Sí, son rasgos de la inseguridad y la violencia que aún no alcanzan Mazatlán; sin embargo, cuando estamos en vísperas del “Carnaval 2025”, por muchas cosas que se puedan decir y escribir, es un momento ideal para las tensiones si alguien pretende provocarlas.

 

Los días que siguen, en la medida en que se acerque el fin de semana y el lunes de carnaval, serán momentos en los que la ciudad y puerto de Mazatlán deberán tener un blindaje de seguridad pública como nunca, incluso desde ahora, con medidas especiales para un blindaje policiaco-militar.

 

Pensar con ingenuidad será una irresponsabilidad de las autoridades, simplemente por lo que se juega en esta guerra; no es una simple pelea por la hegemonía delincuencial, se trata de una gran empresa que tiene vinculaciones económicas y políticas nacionales e internacionales, con buenas dosis de geopolítica y seguridad nacional.

 

El conflicto explotó en el centro de Sinaloa por circunstancias concretas de ser el asiento de estos grupos, pero las definiciones de sus intereses abarcan mucho más y, máxime, que Mazatlán no solo es “la perla del Pacífico”; hoy por hoy es el punto más sensible y neuralgico del estado.

 

Es muy probable que no ocurra nada y que bueno para todos, pero ¿y si ocurre algo?, decir que se ha ganado algo, se pierda y vayamos a escenarios más dañinos y complicados.

 

El gobierno debe hacer todos esos esfuerzos porque “el carnaval de Mazatlán” tenga un saldo blanco. Otra cosa puede resultar un desastre.