Lo que todo mundo piensa, lo que nunca nadie cree, pero que siempre sucede, la traición ya está en curso al seno de la 4T, esto luego del viraje que se ha producido con el arribo al poder de Claudia Sheinbaum después de su triunfo electoral el pasado 2 de junio, ha iniciado la cuenta regresiva para llegar al momento de su ruptura con López Obrador, lo que parece, será muy pronto y precipitado.
Quienes pensábamos que esta cuenta arrancaría por allá en septiembre, nos hemos topado con reacciones inesperadas al darse posicionamientos de la virtual presidenta de México, que obligan a pensar que en ese proceso está iniciando y que será más rápido e inesperado de lo que parecería, por los antecedentes de otros momentos.
Quizá, la ruptura más radical que conoce la historia, cuando en 1934, Lázaro Cárdenas, electo presidente de la república para el periodo 1934-1940, expulsa del país a Plutarco Elías Calles, quien después del asesinato de Álvaro Obregón en 1928, el cual había ganado la elección presidencial, se constituyó en el líder máximo al que obedecían ciegamente tres presidentes de la república en aquel breve tiempo de 1928 a 1934; Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez.
“el jefe máximo” le llamaron entonces a Plutarco Elías Calles y de ahí la derivación de su dominio político como “Maximato”, el cual vino a romper inusitadamente el general Lázaro Cárdenas.
Por eso hoy, después de que AMLO destrozo a la clase política tradicional que ya venía en crisis durante su gobierno y se impuso por encima de las instituciones, era lógico pensar en su continuidad al mando indirecto de las instituciones del gobierno de la república, pero por los signos tan temprano que está manifestando Claudia Shienbaum, parece que no será así.
Parece que no será así después de haber visto durante la primera semana posterior al 2 de junio, decisiones inusitadas para un subordinado, que pareciera más un liderazgo emergente con intenciones de asumir las riendas del país lo más pronto posible.
Tan solo observe usted que desde el día 3 de junio, en lugar de las fanfarrias y actos cortesanos apologéticos, empieza a responder de inmediato a la urgencia del país, como ocurrió con la caída de la bolsa de valores en un 6 por ciento y de el peso en un 4 por ciento, signo de turbulencias provocados por los resultados electorales, anunciando de inmediato la continuidad de Rogelio Ramírez de la O en la secretaria de hacienda y anunciando definiciones de política económica y financiera para estabilizar los mercados, de que habría respeto a la propiedad privada, disciplina financiera e inversión privada nacional y extranjera.
Súbitamente, el día siguiente la bolsa se recuperó en la mitad y el peso mejoro poco a poco su valor frente al dólar, la reacción emergente y rápida había sido acertada y oportuna, pero la cosa no paro ahí, ante la creciente sospecha de un fraude electoral declaro enfática que se abriera y transparentara todo, lo que significo su confianza política y al mismo tiempo la apertura de puentes con la oposición.
Y sorpresivamente, el martes por la noche y miércoles por la mañana, el país conocía a los personajes que integrarían su gabinete presidencial, con el claro sello de idealidad política al corresponder varios de ellos, como sus compañeros en el gabinete del gobierno que encabezo en la ciudad de México.
Ciertamente es muy temprano para una conclusión final, pero no dejan de ser rasgos sobresalientes que la distinguen de López Obrador con aquella marcha de la victoria, con aquella lectura de los cien compromisos, con la retórica de cambio y la transformación, con el abrumador culto a la personalidad y la fuerte ansia de revancha política como aquello del aeropuerto de Texcoco, distinto el aire de conciliación nacional, como ahora se empieza a advertir con la nueva presidenta.
Si, es temprano, pero son señales que chocan con la división política del país y la polarización, más bien parece señales de un cambio profundo en la forma de gobernar, que empieza a dibujar el choque, veremos.