columna jorge luis telles circular= La celebración se conserva, pese a las crisis

 

= Aquellos ayeres, día de fiesta y solidaridad

 

= Panel sobre la libertad de expresión

 

= Medios impresos, condenados a la extinción

 

= Licencia para Jesús Estrada Ferreiro ¿Volverá?

 

El 07 de junio era, para los periodistas de la época, exactamente lo mismo que el 15 de mayo para los maestros: un día especial, particularmente especial. Una fecha en la que se nos felicitaba con cálides, se nos halagaba y se nos homenajeaba. Oficialmente se festejaba el día de la libertad de expresión; pero más que eso, era el día del periodista.

La celebración comenzaba temprano, con el tradicional desayuno ofrecido por el gobierno del Estado; al mediodía, la comida por cuenta de las empresas para las que laborábamos y por la noche, la cena-baile, organizada, para sus agremiados, por las distintas agrupaciones de periodistas que operaban en la ciudad. Excepto el ágape patrocinado por el gobierno estatal, lo demás era sencillo, modesto, con la austeridad republicana tan de moda el día de hoy; pero lleno de calor, de amistad y de sentimiento solidario y fraternal.

En el desayuno, que después cambió a comida, luego a cena y finalmente desapareció, se entregaban los premios Sinaloa de periodismo a los elegidos por el jurado calificador; pero palomeados, por supuesto, por el gobernador en turno. Ganaban siempre, o casi siempre, los alineados al régimen, aunque sin restarle calidad ni méritos a muchos trabajos elaborados con profesionalismo, objetividad y dedicación.

Dentro de estos últimos, Rafael Sánchez y Gilberto Ceseña, por ejemplo, se adjudicaron cualquier cantidad de premios en el renglón de caricatura; Martin Mendoza, en el de columna; Carmen Aída Guerra, Alejandro Sicairos y Emilio Arriaga, en reportaje y muchos más, de diferentes medios, en el género apodado La Noticia del Año.

Era una mañana llena de glamour, convivencia y alegría. Todos y todas con sus mejores galas y fragancias, en especial los galardonados y las galardonadas. La fiesta comenzaba con el arribo del gobernador del Estado a lo que seguía la interpretación de las tradicionales mañanitas, por alguno de los mejores grupos musicales del momento. Desayuno a base de platillos regionales, jugo de naranja, frutas y café, mucho café, para hacerle frente a los soporíferos discursos de quienes invariablemente agradecían al gobernador en turno su respeto a la libre expresión de las ideas en todos los medios de la entidad.

Casualmente, en este 7 de junio se cumplen 50 años de mi primer desayuno de la libertad de expresión. Fue en un centro social llamado “La Fogata”, ubicado allá arriba, en las cercanías del viejo club de Leones y en las inmediaciones del canal Tres de Televisión. Hacíamos méritos para alcanzar una plaza de cronistas deportivos en El Sol de Sinaloa y quien nos llevó -porque “el señor gobernador los quiere conocer” – fue don Antonio Pineda Gutiérrez, el subdirector de esa empresa editorial, tan sólida en aquellos tiempos de los setentas, que parecía imposible su deterioro con el paso de los años. Alfredo Valdez Montoya, el gobernador y Mariano Carlón López, el presidente municipal de Culiacán, encabezaban la larga mesa de honor.

A ese desayuno, en ese mismo 7 de junio -que es a lo que voy – se sumó una comida en el restaurant La Fuente (por el boulevard Zapata, donde hoy se levanta el edificio matriz del BBVA) propiedad de un personaje de aquellos años, como lo era el señor Plinio Soto, que fue justamente donde se oficializó nuestro ingreso a las filas de El Sol, por parte de su director regional, don Ernesto Zenteno Carreón. Nos dio la bienvenida a José Roberto Riveros, Heriberto Millán y Gonzalo Camarillo -que en paz descansen – Eleno Alejandro Muñoz y quien esto escribe.

Y por la noche, el festejo en el restaurant El Pargo, de Trini Martín del Campo (por la Francisco Villa, cerquita de la Caseta Cuatro) para dar por iniciada formalmente una historia de 50 años de ejercicio periodístico prácticamente ininterrumpido; de esos 50, 35 al servicio de la Organización Editorial Mexicana, muchos de ellos, la inmensa mayoría, en El Sol de Sinaloa. De esos 35, 20 en la complicada posición de director.

A ese primer 07 de junio, vinieron muchos más, en el gobierno de Alfredo Valdez Montoya, en el de Antonio Toledo Corro, el de Francisco Labastida Ochoa y el de Renato Vega Alvarado. Juan S. Millán desapareció el Premio Sinaloa de Periodismo -por considerarlo viciado – y también acabó con la tradición.

Ya nunca más días del periodista, al menos con la tutela del gobierno del Estado.

La celebración, cierto, trata de mantenerse viva, gracias al sacrificio y los esfuerzos de las asociaciones de periodistas de la entidad; pero ya nunca fue igual. Menos ahora, mucho menos, cuando no pocos medios de comunicación se enfrentan a un peligro real: el de la extinción.

Qué tiempos aquellos.

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(Casualmente, al redactar esta columna, nos llega la información en el sentido de que El Sol de Sinaloa se transforma, de periódico diario a semanario, precisamente por la crisis económica por la que atraviesan todas las empresas editoriales y por el avance, incontenible, de los medios digitales. Una cosa llevó a la otra. Sin duda. Culmina, con esto, una gran época de lo que fue, por los setentas y parte de los ochentas, el periódico mas importante e influyente de todo Sinaloa. En fin)

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Y bueno.

Sirva lo anterior para recordarle, amigo lector, la celebración del panel “Periodismo y Libertad de Expresión”, que tendrá lugar a partir de las 17: 00 horas en el teatro Lince de la Universidad Autónoma de Occidente, con la presencia del gobernador de la entidad, Rubén Rocha Moya.

Lo organiza la coordinación de comunicación social del gobierno del Estado, con ponentes de primer nivel:

Francisco Chiquete Cristerna, de Mazatlán; Alejandro Sicairos Rivas, de Culiacán; Lucy Luna, de Guamuchil; Rosina Avila Palma, de Guasave y Manuel Hernández, de los Mochis. La experiencia de los compañeros garantiza el éxito del evento.

Por ahí nos vemos.

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En tanto.

En lo que asemeja a un auténtico duelo de esgrima jurídico-política, Jesús Estrada Ferreiro presentó ayer, ante el cabildo local, autorización para separarse de su cargo como presidente municipal de Culiacán, por un periodo de seis meses, que pudiera acortarse en función de las incidencias de su proceso de desafuero y juicio político.

Lo que pretende Estrada, al parecer, es ganar tiempo y explorar en los rincones más apartados de la ley para evitar un desenlace que a estas alturas ya parece inevitable.

Por lo pronto, ayer mismo, el diputado Feliciano Castro, presidente de la junta de Coordinación Política del Congreso del Estado, anuncio que se le dio entrada a un nuevo juicio de procedencia en contra de Estrada, independientemente de que avanza, a pasos acelerados, lo del juicio político.

Primera vez en la historia del municipio de Culiacán que se presenta una situación de esta naturaleza, sin causar, hasta eso, reacciones mayores entre nuestra sociedad.

Pendientes, de cualquier modo.

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A manera de colofón.

A pesar del incremento de los casos de Covid-19 en nuestro Estado, no se aplicarán nuevas medidas de contención frente al virus, anunció el gobernador Rubén Rocha Moya, porque el avance aun no es significativo.

Es decir: las actividades se mantendrán de manera natural. Lejos estamos de algo parecido a la paralización de la economía como sucedió en 2020, con nefastas consecuencias para el país en general y para Sinaloa en particular.

Por nuestra cuenta, hay que cuidarnos: uso de mascarillas, lavado de manos, aplicación de gel antibacterial, sana distancia y evitar aglomeraciones. Y si se puede: quedarse en casa.

Más vale.