= Confesiones, tres meses antes de la pandemia
= Una de las más de cien mil víctimas del coronavirus
= Como político, candidato a todo; solo diputado local
= Su máximo logro, la rectoría de la Universidad
La última vez que platiqué con él – allá a fines de noviembre del año pasado – Audomar Ahumada Quintero, me confesó:
-He caído tres veces en la cárcel; dos, como estudiante y la otra, como diputado local.
Las dos primeras, en efecto, sucedieron entre 1970 y 1972, cuando el movimiento estudiantil por impedir, primero, la llegada del doctor Gonzalo Armienta Calderón a la rectoría de la Universidad Autónoma de Sinaloa y después para derrocarlo y propiciar su destitución.
La otra, en 1981, en el marco del choque frontal entre el gobierno de Antonio Toledo Corro y la UAS, por el control de las escuelas preparatorias, en cumplimiento a lo establecido por una nueva ley de educación, impulsada desde el tercer piso de Palacio de Gobierno, con el aval pleno del gobierno federal, encabezado por el presidente José López Portillo.
Una mañana de aquellas, justamente, el salón de plenos del edificio del Congreso del Estado (ubicado a un costado del Santuario y a solo unos metros del edificio central de la sede principal de la universidad) amaneció con sus 17 banderas mexicanas – representativas de cada uno de los municipios de la entidad – sobre el piso; algunas de ellas destrozadas y con evidentes señales de vandalismo, de lo que se acusó, entre otros personajes, al diputado Audomar Ahumada Quintero.
Representantes de los medios de comunicación fueron invitados a corroborar el estado en el que se encontró el recinto parlamentario y se armó, en consecuencia, un escándalo mediático, para desacreditar tanto al legislador como a los principales dirigentes del movimiento estudiantil de ese año; entre ellos, el rector Jorge Medina; David Moreno Lizárraga, secretario general; Liberato Terán Olguín, Rubén Rocha Moya, Alfredo Millán Alarid, Jaime Palacios Barreda, José Antonio Ríos Rojo y Oscar Loza Ochoa, entre otros.
Ahumada Quintero, diputado local a sus 31 años de edad, gozaba de fuero; pero con todo y ello fue levantado por la Policía Judicial del Estado -cuando conversaba en plena vía pública con el líder agrario Luis Gambino Heredia-y trasladado al penal de Aguaruto, señalado como el principal responsable del ultraje a la bandera nacional. Desde el PRI-Estatal (y obviamente por ordenes del gobernador) se orquestó una imponente marcha civil para desagraviar a los símbolos patrios y se intentó, del mismo modo, un juicio de desafuero contra Audomar, cuyo principal pecado era el de encabezar, desde el Poder Legislativo, la defensa de la universidad.
Afortunadamente el tema no pasó a mayores. Se acusó al personal del Congreso del Estado de haber montado todo un teatro en el salón de plenos; la versión se extendió rápidamente por toda la entidad y se cortó por lo sano: un día después Ahumada Quintero salió de la penitenciaría; se detuvo el supuesto juicio de desafuero en su contra y la situación se tranquilizó; pero esto no puso punto final al conflicto UAS-Gobierno de Sinaloa. Este todavía se prolongó meses adelante. Hasta diciembre de 1981 y los primeros meses del 82.
-En aquellos tiempos de Alfredo Valdez Montoya y Gonzalo Armienta Calderón, ser líder estudiantil era peor que ser un delincuente y en el gobierno de Toledo, estar en la oposición era un pecado imperdonable – nos platicaba Audomar, ante una tasa de café, en la parte alta de un restaurant ubicado por Zaragoza y Donato Guerra, casualmente muy cerca del edificio central de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
-TRAYECTORIA PARTIDISTA -
Apenas con 27 años de edad, Audomar fue un pilar en la creación del Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa – en tiempos del ingeniero Eduardo Franco Zazueta -cuya secretaría general encabezó por tres años, antes de ser postulado, por el Partido Comunista Mexicano, como candidato a diputado de representación proporcional, para las elecciones de 1980, en las que estarían en juego la gubernatura del Estado, las 17 presidencias municipales y 29 diputaciones locales; de ellas, seis plurinominales y 23 de mayoría relativa. Antonio Toledo Corro, por el PRI-PARM-PPS; Andrés Cázares Camacho, por el PAN y Patricio Guillén Zavala, por el PCM, eran los candidatos a la titularidad del Poder Ejecutivo Estatal.
Obviamente el PRI arrasó en los comicios (aunque con un bajo porcentaje de participación); pero tanto el PAN, como el PCM y el PARM – apadrinado por el “Gallo de Oro”, Enrique Peña Bátiz – lograron el porcentaje mínimo exigido por la nueva Ley Estatal Electoral (basada en la LOPPE, del presidente López Portillo) y fue así como tuvieron derecho a dos diputados locales cada uno, bajo el esquema de la representación proporcional: Audomar y Adolfo Salazar, por el PCM; Pedro Rigoberto López Alarid y Zenén Xochichua, por el PAN y Adolfo “El Pecas” de la Vega y Ricardo Sánchez Rubio, por el PARM-Asociación Francisco y Madero.
Histórico.
Primera legislatura (la número 50), con participación de diputados con ideología y colores diferentes a los del Partido Revolucionario Institucional.
La presencia de diputados de oposición transformó sustancialmente el estilo de las sesiones del Congreso del Estado: de acartonadas, rígidas y soporíferas, pasaron a convertirse en eventos acalorados, de polémica y debate. Tanto así que, martes y jueves, se atiborraba de gente el salón de plenos del Palacio Legislativo y la cobertura mediática era una orden de trabajo ineludible.
Dentro de esto, la figura principal era la de Audomar, quien a sus 30 años de edad, contaba con la enjundia suficiente como para poner de cabeza a la quincuagésima legislatura, con todo y su aplastante mayoría priista: 23 en total.
Y en efecto, eran seis los diputados de oposición, lo que representaban una proporción de 20 contra 80 por ciento; pero, ya en los hechos, el nacido en Casa Blanca (Guasave), se convertía en solo un hombre contra el mundo, toda vez que su compañero de fracción, Adolfo Salazar, era frío y apático; los del PAN – Pedro Rigoberto y Zenén – eran dos respetables señores en los albores de la tercera edad y los parmistas y maderistas jugaban el triste papel de comparsas de la mayoría del partido tricolor, encabezada por Mario Niebla Alvarez, gente de todas las confianzas del gobernador Toledo.
A raíz del conflicto Estado-UAS, que se tradujo en épicas batallas parlamentarias, Ahumada Quintero comenzó a fincar una sólida carrera política, siempre en las filas de la oposición, caracterizada, por derrota tras derrota en las contiendas electorales, situación que, sin embargo, jamás lo alejó de sus convicciones, ni de una trayectoria vertical, honesta y decidida. De hecho, Audomar fue candidato a todo: a diputado local, a presidente municipal de Culiacán, a diputado federal y hasta a gobernador del Estado, en 2004, en la que contendió contra Jesús Aguilar Padilla y Heriberto Felix Guerra y cuatro candidatos más.
En ese camino, hubo de todo: en 1983, por ejemplo, postulado por el PSUM como candidato a presidente municipal de Culiacán, obtuvo el porcentaje marcado por la ley para convertirse en regidor del ayuntamiento local; sin embargo, se unió a las protestas por “fraude electoral”, lideradas por Jorge del Rincón Bernal y Manuel Clouthier del Rincón y desde el tercer piso de Palacio de Gobierno bajó la orden al Consejo Estatal Electoral en el sentido de borrarle cuantos votos fuesen posibles para anularle su regiduría al ayuntamiento de Culiacán, que ganó finalmente Jorge Romero Zazueta, en medio de protestas nunca vistas por parte de la oposición. Toledo Corro no perdonaba que lo desafiaran tan fácilmente.
Y aunque usted no lo crea, Audomar también trabajó para el gobierno del Estado. De hecho, durante toda la administración de Mario López Valdez fungió como director de ICATSIN, como derivación directa de la integración del PRD a la coalición de partidos políticos, liderada por López Valdez, quien logró vencer por vez primera a un candidato del PRI: Jesús Vizcarra Calderón.
Junto con Ahumada Quintero, otros perredistas se incorporaron al equipo de trabajo de López Valdez, al cobrar sus cuotas por el apoyo a MaLoVa; entre ellos: Juan Nicasio Guerra Ochoa, Juan Figueroa, Imelda Castro y José Luis López Duarte. Los perredistas ganaron una microscópica parte del poder; pero perdieron el partido, de acuerdo a las tesis de Gómez Morín. Y como sucedió con el PAN, el PRD, como partido, se desplomó aparatosamente y hasta la fecha no ha recuperado, ni por asomo, la presencia que llego a tener en años pasados.
-EL RETO DE DIRIGIR A LA UAS -
En efecto, Audomar tuvo una larga trayectoria en las filas de la izquierda mexicana – Partido Comunista Mexicano, Partido Socialista Unificado de México y Partido de la Revolución Democrática -; sin embargo, su máximo logro lo fue la rectoría de la Universidad Autónoma de Sinaloa, a la que llegó en 1985, a los 35 años de edad.
Cuatro años atrás, Ahumada Quintero había apoyado decididamente a Jorge Medina Viedas, en su cerrada competencia contra el legendario “Wally Meza” -; pero cuando Audomar buscó el respaldo con quienes se había aliado en el 81, no lo consiguió. El rector Jorge Medina se pronunció por Liberato Terán Olguín (todo un emblema de los movimientos estudiantiles) y creó el Movimiento Rosalino. El otro contendiente de Ahumada fue el mazatleco David Moreno Lizárraga, secretario general de la UAS en el rectorado de Jorge Medina.
Durante la contienda por la rectoría, Audomar fue acusado de muchas cosas; entre ellas de haber estudiado una “maestría patito”, con una tesis hecha sobre las rodillas en una sola tarde, para cumplir con las condiciones exigidas por el Consejo Universitario.
Con todo y ello, el llamado voto unitario – cuyo valor era exactamente igual para todos: desde la máxima autoridad hasta el estudiante de nuevo ingreso a una escuela preparatoria – le dio a Ahumada Quintero un triunfo contundente y libró además una serie de obstáculos aparentemente ilegales para relevar a Jorge Medina Viedas en la rectoría de la UAS.
Como rector, Audomar vivió su primer año y medio en un enfrentamiento constante con el gobernador Toledo Corro, como legado de sus marcadas diferencias cuando formó parte de la quincuagésima legislatura del Congreso del Estado. Las cosas mejoraron exponencialmente con el arribo de Francisco Labastida Ochoa a la gubernatura de Sinaloa; pero, en lo interno, la presión era constante, incesante, recurrente de parte de los grupos que nunca pudieron digerir la victoria del guasavense en la lid por la rectoría.
Y en uno de esos tramos, precisamente, Audomar – dicen que cuando discutía acaloradamente con el ex boxeador Octavio Camacho - sufrió un infarto agudo al miocardio, que estuvo a punto de costarle la vida y que lo separó, temporalmente de la rectoría de la centenaria institución. En ese trance, con el apoyo incondicional del gobernador Labastida, Ahumada Quintero fue atendido en un centro médico especializado de la ciudad de Tucson y meses más tarde, con una serie de estrictas recomendaciones médicas, regresó al máximo cargo de dirección de nuestra máxima casa de estudios superiores.
Audomar le entregó la rectoría al ingeniero David Moreno Lizárraga en 1989, con un saldo a su favor; pero con muchos problemas de fondo por resolver, atorados en las diferencias y los conflictos internos de la institución, de parte de los diversos grupos que se disputaban el poder. Se le recuerda, sin embargo, como un buen rector; de convicciones firmes, sencillo en su estilo de actuar y con un esquema de vida modesto y apegado a su realidad. Justamente así se le recuerda, al hombre humilde, de Casa Blanca, Guasave, fallecido en fecha reciente. Descanse en paz.
-LAS 66 VUELTAS ALREDEDOR DEL SOL -
(Ayer domingo, 22 de noviembre, terminé un nuevo giro completo alrededor del sol. Ya son 66 años y mi mejor regalo – además del calor que me otorgó mi familia: esposa Idolina, hijos, hijas, nietos y nietas, hermanos y hermanas – fue la exclamación de asombro de aquellos que se enteraron de mi edad. Pues si, ni modo, son 66 y ahí vamos, cabalgando sin silla, a lomo, a pelo, en esta situación de pandemia, a la que no se le ve fin. Nuestro agradecimiento a todos por sus llamadas y mensajes de buenos deseos. Hay que echarle ganas y seguirnos cuidando, que no queda de otra. Dios los bendiga)
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