columna jorge luis telles circular

= JAP “incumplió un compromiso”, sostiene Francisco Arismendi.

 

= Lo de MaLoVa, para impedir el arribo de Vizcarra al gobierno

 

= “Será uno de los dos y si no se pelean serán los dos…”

 

= Un sólido grupo, roto por ambiciones políticas y la lucha por el poder

 

El colega y amigo Martín Mendoza Flores – por aquel tiempo el columnista estelar de la cadena regional de periódicos de El Debate – dio la primicia en torno al inminente nombramiento del doctor Gonzalo Armienta Calderón como secretario general de gobierno, por parte del propio gobernador electo, Juan S. Millán. La nota causó escozor en las esferas políticas del Estado, puesto que se daba como un hecho que la posición estaba reservada para Jesús Aguilar Padilla, uno de los hombres más cercanos al futuro mandatario sinaloense.

Y cuando le formulé a Millán un reclamo en tono amistoso y de respeto, me prometió:

-No te preocupes: a ti te voy a anticipar el resto del gabinete.

-¿Si? ¿Cuándo?

-Mañana mismo. Tengo que ir a México a ultimar unos detalles. Nos vemos en el aeropuerto, a las 10 de la mañana. Si te parece.

Ya en este entendido y a la hora convenida me transporté a la terminal aérea a bordo de una camioneta, conducida por Abraham Velázquez Iribe y en la que también viajaba, como pasajero, Jesús Aguilar Padilla, dos de los hombres más cercanos a Millán Lizárraga; pero que aún no recibían ninguna invitación, en ningún sentido, para incorporarse al nuevo gabinete gubernamental.

A los dos se les veía nerviosos, inquietos y en algún momento hasta molestos por no conocer todavía su destino, cuando la toma de posesión estaba en puerta. Cosa de días ya.

-Mira compadre – se decían y se contestaban los dos al mismo tiempo, durante el traslado – yo sé que así es el licenciado; pero ya son chingaderas de su parte, que a estas alturas todavía no nos diga nada. Lo que si te digo es una casa: o una secretaría ¡o nada! Ya no la hemos jugado mucho con él, como para no merecer una oportunidad.

Por aquellos años, el aeropuerto de Culiacán era una cosa pequeñita, chiquitita, quizás la décima parte de lo que es en la actualidad y eso que ya había sido ampliado: los mostradores de registro, la sala de abordaje y un modesto restaurant. Todavía se conserva a un lado del edificio principal.

Al llegar, Aguilar Padilla y Jesús Aguilar ni tan siquiera hicieron el intento de descender de la unidad, escondidos de la mirada de Millán, en un área del estacionamiento.

-Aquí lo esperamos doctor – me dijeron - ¡mucha suerte!

-¿Yo qué? ¡Suerte para ustedes! – les contesté.

El gobernador electo ya estaba en el aeropuerto, con el pase de abordar entre sus manos. Con la mirada me invitó a que lo acompañara al restaurant y ahí comenzaron los “destapes” de quienes serían sus colaboradores.

-Pues como ya sabes: el doctor Gonzalo Armienta Calderón será el secretario general de gobierno.

-Todos ubicábamos ahí a Jesús Aguilar Padilla – le comenté.

-¿Jesús? No. En realidad nunca pensé en él para esa posición.

Y comenzaron a fluir los nombres de los elegidos:

Oscar Lara Aréchiga, para la secretaría de Administración y Finanzas; Julián Vega Acuña, para la de Desarrollo Agropecuario; Heriberto Félix Guerra, para la de Desarrollo Económico; Víctor Díaz Simental, para la de Salud; Rosa del Carmen Lizárraga, para la coordinación de comunicación social…

Y así, uno por uno, hasta que solo le quedaron dos nombres:

-Abraham Velázquez Iribe, para la secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas y Jesús Aguilar Padilla, para la de Desarrollo Social.

Ahí terminó la conversación. El vuelo del gobernador electo estaba próximo a salir. Se despidió y se trasladó rápidamente a la sala de abordaje. El columnista, por supuesto, le agradeció la deferencia, que además de constituir material de lujo para Agenda Política, sería la nota principal -la de ocho columnas – para la edición de El Sol de Sinaloa del día siguiente.

-¿Qué te lleven? ¿O traes carro? – me preguntó.

-No gracias. Traigo carro. Buen viaje señor…

Allá en el estacionamiento, arriba de la unidad, agazapados, ansiosos, nerviosos, me esperaban los dos: Aguilar Padilla y Abraham. Y no bien abordaba el vehículo, cuando ya me preguntaban:

-¿Nos dejaron algo? ¿Quedó algo para nosotros?

-Sinceramente -les acoté – no creo que ustedes no lo sepan, si son los más cercanos a Millán.

-Pues no. No lo sabemos. Así es el licenciado.

-Bueno pues ambos serán secretarios: usted, Abraham, de Comunicaciones y Obras Públicas; usted, Jesús Aguilar Padilla, de Desarrollo Social. No se podrán quejar: de las dos mejores secretarías de toda la estructura del gobierno del Estado.

Aquella tarde y buena parte de la noche, la celebración fue en grande, en casa del arquitecto Arturo Manjarrez, en Colinas de San Miguel, en la parte más alta de la ciudad.

Suyos los comentarios, amigo lector.

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Bien.

Durante el periodo gubernamental de Juan S. Millán, Jesús Aguilar y Abraham Velázquez, consolidaron su cercanía con el mandatario y fortalecieron su posición como sus hombres de confianza. Tanto así que comenzó a darse como un hecho, que uno de ellos se convertiría en su sucesor.

Hacia el 2001, Aguilar Padilla renunció a la secretaría de Desarrollo Social, para convertirse en candidato del PRI a la diputación local por Cosalá. A su arribo al Congreso, asumió la presidencia de la comisión de Puntos Constitucionales y Gobernación y el liderazgo de la bancada priista, por ende.

En el 2003, por su parte, Velázquez Iribe dejó la titularidad de la SCOP -siempre estuvo detrás, en la realidad – para aceptar la candidatura del PRI a diputado federal por el cuarto distrito electoral federal, que incluía a Navolato y a toda la franja del Evora. Abraham, meses después, también fungió como coordinador de la fracción priista sinaloense en la cámara baja del Congreso de la Unión, frente a puros gallos de palenque.

Así, se cumplía un requisito, que el PRI exigía, por aquel tiempo, para los aspirantes a la candidatura al gobierno de Sinaloa: haber desempeñado, antes, un cargo de elección popular. Seguían firmes en el ánimo de Millán.

Si…Más claro, ni el agua de manantial.

Sobre este tema, nuestro compañero y amigo, Francisco Arizmendi Martínez, muy cercano al gobernador Millán, nos relata que, en cierta ocasión, cuando ya comenzaban a acercarse los tiempos de la definición, el propio Juan le confió:

-Como ya ustedes lo han escrito mucho; será, en efecto, uno de los dos. Uno de ellos, me lo agradecerá para siempre; el otro, me va a odiar toda su vida.

En enero de 2004, Aguilar Padilla solicitó licencia al Congreso del Estado para ausentarse de su cargo como diputado local y su lugar, en la coordinación de la cámara, lo ocupó el diputado Francisco Javier Luna Beltrán. Ya no había dudas. Era el “bueno”.

-¿Entonces el que lo va odiar toda su vida va a ser Abraham Velázquez? – le preguntó Pancho Arismendi a Millán Lizárraga, quien le contestó:

-Bueno, depende. Ahorita es uno. El otro también puede serlo. Y si no se pelean entre ellos, cada uno, en su tiempo, será gobernador. Es un compromiso sellado.

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Y bueno.

Abraham Velázquez se separó de su cargo como diputado federal en la primavera de 2004, para convertirse en el coordinador general de la campaña política del candidato gubernamental Jesús Aguilar Padilla, responsabilidad que desempeñó hasta el final de la misma, a pesar de muchas piedras en el camino. Una de ellas, Rafael Oceguera Ramos, una especie de subcoordinador, con un buen número de facultades y atribuciones.

Al arranque de la administración de Aguilar – tras el veredicto en su favor por parte del tribunal electoral del Poder Judicial de la Federación - Velázquez Iribe volvió a la secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas y Oceguera Ramos fue nombrado secretario general de gobierno.

La posición de AVI era buena para aspirar de nuevo a la candidatura gubernamental, tal y como era el planteamiento de Juan Millán. Incluso, cuando los tiempos se le vinieron encima a Jesús Aguilar, incluyó a Abraham en una lista de cinco aspirantes a su propia sucesión. También estaban ahí los nombres de Jesús Vizcarra Calderón, Mario López Valdez, Aarón Irizar López y Oscar Lara Aréchiga.

Y a los cinco, según parece, Aguilar Padilla les dio la misma indicación:

-Uno de ustedes será el candidato. A partir de hoy están en libertad de hacer el juego que consideren conveniente. El mejor posicionado de aquí a la fecha, será el elegido.

Sin embargo, nos cuenta Francisco Arismendi, “Juan Millán advirtió, desde el principio, que Jesús Aguilar no estaba en la mejor disposición de cumplir el compromiso, al inclinarse, gradualmente, del lado de Jesús Vizcarra, cosa que comenzó a ser notoria no solo en las esferas políticas del Estado, sino también en los medios de comunicación”.

“Millán no estaba con Mario López Valdez – agrega Arismendi -; estaba del lado de Abraham; pero las circunstancias del momento lo orillaron a pronunciarse por MaLoVa a un grado tal de impulsarlo por una alianza opositora para frenar los planes de Aguilar, por su incumplimiento a un pacto de amigos y caballeros. Fue tanto el encono por la actitud de Aguilar, que si se inclinó por Mario fue precisamente porque éste ofrecía mejores condiciones para impedir el arribo de Vizcarra al gobierno del Estado”.

Lo anteriormente expuesto trajo como resultado un serio quebranto en la salud de Abraham Velázquez, que terminó por sacarlo de la competencia y aunque mantuvo una línea institucional y redondeó los seis años de JAP como titular de la SCOP, su relación con Aguilar nunca volvió a ser igual. Y la de Millán con Aguilar, tampoco. Evidentemente hay un antes y un después.

Así fue.

Un episodio más de las sucesiones y la apasionante política sinaloense en general.