= “A mi me quisieron ver cara de Santa Clos”, recordó.
= “Además se molestan si no respondes como quieren”
= Breve historia de el periódico El Diario de Sinaloa
= Propiedad del Estado, de 1975 y hasta su desaparición
= Renato, único gobernador en ofrecerme chamba
Eran los primeros meses de su administración gubernamental, iniciada el primero de enero de 1993. El ingeniero Renato Vega Alvarado me invita un café en su oficina de Palacio de Gobierno, “solo para platicar un poco de todo”. Quien esto escribe también tenía poco tiempo de haber sido nombrado director de los periódicos de la Organización Editorial Mexicana en Culiacán: El Sol de Sinaloa, matutino y el Sol de Culiacán, vespertino, lo que sucedió el 10 de octubre de 1991, luego de incursionar en diferentes periódicos en el país, propiedad de Mario Vázquez Raña.
Tenía el columnista una gestión pendiente – personal – con cierta esfera gubernamental, así que me pareció magnífica idea: conversar con el ciudadano gobernador y finiquitar, de paso, el trámite correspondiente.
Habitualmente un gobernador siempre tiene una amplia agenda a desarrollar en el día, así que no hubo muchos preámbulos. El día de la cita, concluyó un acuerdo con su secretario de Administración y Finanzas, Marco Antonio Fox Cruz; hizo algunas llamadas telefónicas; ordenó el café prometido y fue directo al grano.
-Jorge Luis – me dijo – tengo entendido que por algún tiempo fuiste director de El Diario de Sinaloa, un periódico que yo no sé como jodidos cayó en manos del Gobierno. Platícame: ¿Cómo ves tú al Diario de Sinaloa?
-¿El Diario? …Pues, el Diario, ahí está donde siempre.
-¿Sabes qué? El asunto de ese periódico ya me hartó. Es un barril sin fondo, que no tiene llenadera. A pesar de que desde hace rato les pedí información del tiraje, periódicos vendidos e ingresos por publicidad, todavía es hora de que no me mandan ningún dato. Lo que si me mandan, quincena tras quincena, es una requisición para que puedan pagar su nómina. Y son exigentes, hasta eso.
-Bueno; pero eso es el Diario. Así ha sido siempre, señor gobernador. Al menos de un tiempo a la fecha – le observé.
-Sí; pero es que no es posible que no tengan ningún tipo de ingresos y que, si no tienen la carga de la nómina, no puedan ser capaces ni tan siquiera de cubrir el resto del gasto operativo: insumos, papelería, gasolina y todas esas cosas. Ya se echaron la cola al hombro. Ya le dije a Fox (Marco Antonio): ya no les tomes la llamada.
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(Según la historia que yo poseo, el Diario de Sinaloa, antes Diario de Culiacán, pasó a formar parte de los activos del gobierno del Estado, a mediados de la administración gubernamental de Alfonso G. Calderón, como derivación directa de un adeudo fiscal impagable. Calderón lo usó para la promoción de su gobierno y los directores a formar parte de las atribuciones del gobernador. Así, en estas condiciones, lo entregó Calderón Velarde a Toledo Corro.
Durante el gobierno de Toledo, el periódico apenas y si subsistió; pero, a finales de su administración, Toledo Corro mostró su interés por el diario y organizó una sociedad con gente de toda su confianza, en la que puso al frente al ex presidente municipal de Mazatlán, José Rico Mendiolea, para salvar la propiedad en el gobierno de Francisco Labastida, en el cual, ya ex gobernador (ATC), modificó la estructura del consejo para ubicar al frente a José Carlos de Saracho Calderón.
Hasta entonces, el diario parecía no existir para Francisco Labastida Ochoa, sin embargo, animado por un proyecto del periodista Mario Montijo de la Rocha (qepd), retomó el caso, debidamente asesorado y le pidió a Mario reclutar a un grupo de periodistas – seleccionados de los diferentes medios existentes por aquel tiempo (1989-1990) – para crear una sociedad cooperativa, que contaría con el apoyo de su administración, en tanto alcanzaba la capacidad suficiente para adquirir autonomía e independencia.
Así las cosas, una vez desconocido el consejo de administración de Pepe de Saracho (literalmente de un plumazo) y con Mario Montijo al frente de lo que parecía un sólido equipo de trabajo – Alejandro Sicairos, Humberto Millán, Patricia Garnica, Sandra Ochoa, Rosa María Ríos, Mariza Pineda, Heriberto Millán, Guillermo Aguilar y el entonces novato Javier Ramírez – el Diario de Culiacán cambió su nombre a Diario de Sinaloa; modificó su formato tabloide; comenzó a utilizar el color de manera indiscriminada; reparó las viejas máquinas de prensa; adquirió equipo de transporte y transitó, de la mano de Labastida Ochoa, por las veredas de la vida pública de nuestro Estado.)
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Con Renato Vega Alvarado, sin embargo, la bonanza se terminó y esa era la razón del café, en el mero despacho del jefe del Ejecutivo, en el tercer piso de Palacio de Gobierno.
-Y en esto ¿yo que tengo que ver? – le pregunté al gobernador Renato Vega.
-Pues ¡hombre! Para eso te invité aquí. Quiero que me aconsejes que hacer con esa chingadera -, contestó Renato, no acostumbrado a utilizar esa clase de palabras, por cierto.
-Si, Jorge Luis, ayúdame a elaborar un plan de trabajo para el Diario. Tu comenzaste muy bien en El Sol, dime ¿Qué harías para hacer rentable ese periódico y que dejara de ser, como lo es hoy día, una carga para las finanzas del gobierno del Estado? – insistió.
-Pues lo que sucede es que el Diario de Sinaloa es un periódico que trae bien puesta la etiqueta del gobierno del Estado y de hecho solo vive del subsidio y la publicidad oficial. En mi opinión, no habrá empresa, salvo rarísimas excepciones, que quiera gastar su presupuesto para publicidad en el Diario, así que usted quiere conservar el periódico, solo veo una salida: que haga participe del proyecto a los 18 ayuntamientos del Estado, en la medida de sus posibilidades y que utilice sus influencias para atraer publicidad del gobierno federal y empresas paraestatales. Eso le quitará, cuando menos, una parte de la carga a las finanzas estatales.
-Ya ves, ya nos vamos entendiendo, ahora, a reserva de adentrarnos más en el tema, cuéntame de algunos detalles…
Y si. Ahí mismo. Le esbocé un plan de trabajo integral, completo y casi de fondo.
-Mmm, interesante – me dijo.
Y así, de sopetón, me preguntó:
-¿Y cuándo comienzas…?
-Perdón.
-Si ¿Qué cuando iniciamos pues? Te estoy ofreciendo la dirección del periódico, con un sueldo, cuando menos al doble de lo que ganas actualmente; prestaciones similares a las de un subsecretario del gobierno y otro tipo de beneficios. Quiero que iniciemos lo antes posible.
La propuesta del ingeniero Renato Vega Alvarado me tomó mal parado por completo. Nunca antes un gobernador del Estado me había ofrecido “chamba” alguna, de ningún tipo, así que el ofrecimiento me tomó completamente fuera de la base, como se dice en el argot beisbolero, deporte del cual Renato era más que un aficionado de hueso colorado. “¿Cómo le digo que no?”, resonaba en mi cabeza.
-Disculpe, señor gobernador; pero yo tengo trabajo en estos momentos y estoy muy contento con mi papel como director de El Sol de Sinaloa. Luché tanto, como no se imagina, por llegar a esto y todavía ni tan siquiera ajusto dos años. Además, con qué le saldría yo ahora a don Mario Vázquez Raña – repliqué.
-Por Mario (Vázquez Raña) no te preocupes. Yo hablo con él, somos muy amigos, y te aseguro que va a entender. Solo te voy a pedir prestado. Te regreso cuando termine mi gobierno – insistió.
Y bueno, por una debilidad humana – que creo se llama revancha – si estuve a punto de aceptar la oferta del mandatario, máxime después de que aumentara un poco más la percepción salarial, así como las prestaciones correspondientes; sin embargo, mi respuesta fue negativa, a final de cuentas.
Afortunadamente, hombre de buen entender, reflexivo y con sentido humano, el gobernador de Sinaloa comprendió las razones de mi respuesta; me pidió que le llamara luego, en caso de un posible cambio de opinión y agradeció el plan de trabajo puesto a su consideración, que pondría en práctica tan luego designara a un nuevo director.
Ya de salida, me preguntó:
-Y bueno, Jorge Luis ¿Qué hay de ti? ¿Algún problema? Algo en lo que yo te pueda ayudar.
-No, nada señor gobernador, gracias a Dios. Ha sido un honor haber tenido esta plática y que me haya tomado en cuenta para una decisión – le contesté, ya desechado el trámite pendiente, tras mi negativa su amable petición.
-¡Ufff! ¡En serio? Me sorprendes todavía más. Fíjate que aquí nadie viene “dioquis”. Todo el que viene aquí. Es porque viene a pedirme algo. No falla – comentó.
Y puntualizó:
-Además, todos se creen con derecho a que les de una respuesta satisfactoria. Y hasta se molestan si no les resuelvo: ¡Creen que yo soy Santa Clos!
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