= Siempre latente la posibilidad de atentados
= Ancestral el odio entre israelíes y palestinos
= Ya de regreso los sinaloenses varados
= Y “El Pío” que se destapa para el Senado
Independientemente de la época del año de que se trate; de que se advierta una atmosfera de seguridad; que se pondere la existencia de un ambiente de paz entre israelíes y palestinos y que en la agencia le garanticen que usted irá a tierra santa y que regresará al país sin mayor problema, lo cierto es que viajar por la Judea bíblica en forma inevitable representa un riesgo permanente de sufrir una experiencia desagradable.
Igual y no pasa nada y usted retorna a casa lleno del síndrome de Jerusalén, consistente en apreciar la vida de un modo tendiente a la espiritualidad, tras orar en el Monte de los Olivos, con la ciudad amurallada frente a sus ojos; mezclarse entre los miles de judíos que pelean un espacio ante el Muro de los Lamentos; lavar sus pies en las aguas del río Jordán -en el punto en el que Juan Bautista bautizó a su primo Jesús -; recorrer paso a paso la vía dolorosa o encender una vela frente al Santo Sepulcro.
En la inmensa mayoría de las veces no sucede nada, en efecto; sin embargo, el odio ancestral entre israelíes y palestinos, abonan a que ese riesgo siempre esté latente y que usted tome, por lo menos, precauciones elementales por aquello de una eventualidad, que hace difícil disfrutar del viaje al cien por ciento.
Y ahí está el caso de los turistas de diferentes partes del mundo, atrapados por estos días en el fuego cruzado entre las dos naciones, que fue algo más que una mala experiencia.
Más que eso: una horrenda pesadilla, de la que muchos, por fortuna, ya despertaron; pero otros todavía no y siguen atrapados en algún punto de Israel, la tierra donde Cristo nació, creció y murió, 2 mil años atrás, en espera de que vayan por ellos sus respectivos países, tal y como ya lo hizo México, afortunadamente.
En el caso particular de quien esto escribe, acompañado de mi esposa Idolina, hace ya diez años -en la Semana Santa de 2013, para ser más exactos -, la primera advertencia llegó a bordo del avión de Lufthansa desde el cual volábamos de la ciudad alemana de Franckfurt (cuyo aeropuerto es de los de más alta conectividad en toda Europa) hasta Tel Aviv: “no permitan que el oficial de Migración selle su pasaporte, porque eso dificultaría su tránsito por otros países; pidan que les den la visa en papel, para incluirlo dentro de sus otros documentos”.
Ya en Tel Aviv, en tránsito por una moderna carretera hacia Jerusalén, en horas de la madrugada, nuestro guía en jefe: “no dejen nunca el pasaporte; tráiganlo siempre consigo, junto a una tarjeta de su hotel, en la que plasme nombre, dirección y números de teléfono y por cierto, hoy es Sabbat, así que no habrá nadie que suba las maletas a sus habitaciones. Ningún judío, que se precie de serlo, trabaja en sábado”.
En Jerusalén -ciudad sagrada de judíos, musulmanes y católicos -, al iniciar el tour de seis días por tierra santa: “verán muchos muros y cercas electrificadas, con oficiales del ejército bajo su custodia; es la frontera con Jerusalén Oriental, ubicado en Cisjordania, ya en territorio palestino y al que se requiere de un permiso especial para su acceso; solo hay que observar y guardar comentarios para cuando regresen a sus países”.
Afortunadamente, en ese lapso, solo un par de incidentes, sin contratiempos mayores:
Uno, cuando viajábamos de Jerusalén hacia el norte del país, con destino a Nazareth y Caná, ciudades ya cercanas a la frontera con Siria y Líbano, línea de la cual hay que conservar una prudente distancia para evitar un problema. El moderno autobús se trasladaba por una carretera de alta velocidad, a la vera del río Jordán y a un par de kilómetros, si mucho, de la línea divisoria con Jordania, país del enigmático mundo árabe.
Justo a la mitad del recorrido, la unidad fue interceptaba por una patrulla militar, que solicitó una revisión del autobús. Jóvenes fuertemente armados y con cara de pocos amigos, ascendieron al transporte, al tiempo que el guía ordenaba “pasaportes a la mano”. Los examinaron detenidamente uno a uno; los recogieron y bajaron del autobús. Media hora después subieron de nuevo y cuando estuvieron plenamente seguros que no viajaba ningún musulmán entre nosotros, regresaron los documentos uno a uno, sin la menor pisca de amabilidad.
Otro, en el cruce fronterizo de Jerusalén a Belén, para visitar la iglesia de la Natividad, construida, según la tradición, sobre el establo donde nació Jesús. Y es tanta la fe, que aseguran la presencia de astillas de la cuna en la que María y José acomodaron al pequeño bebé, tras el alumbramiento. Ahí también, exigencia de pasaportes y condición de cambiar nuestro guía judío por un residente palestino. Casi una hora de espera, al término de la cual continuó nuestro tour por Belén, aunque ensombrecido por una enorme tormenta de arena procedente del desierto israelí.
Una semana después, la ruta por Israel terminó para continuar por otras ciudades del Oriente Medio, con otro tipo de complicaciones, exitosamente solventadas a final de cuentas.
Desafortunadamente, quienes estuvieron por Israel en días pasados -y muchos todavía están allá - no tuvieron la misma suerte. Hay muertos, desaparecidos y rehenes (se habla de dos mexicanos) por parte de las fuerzas radicales del grupo terrorista “Hamás” que gobierna de facto el territorio palestino llamado “La Franja de Gaza”. Para ellos una vivencia amarga, que no necesariamente marca el común denominador de la vida por aquellos confines del mundo. Les tocó la de malas y punto.
Nuestra solidaridad y deseos de que todo quede en eso, finalmente: en una amarga pesadilla.
Amén.
-0-
(A propósito.
Ya están de regreso cuatro sinaloenses que estuvieron varados por espacio de tres días con sus noches en el aeropuerto de Tel Aviv, definido como uno de los lugares más seguros ante el elevado número de defensas antiaéreas, que protegen la terminal.
Se trata, tengo entendido, de cuatro ciudadanos residentes del puerto de Mazatlán.
Tuvieron la fortuna de ser incluidos en el primero de cuatro vuelos implementados por el gobierno mexicano y ahora están aquí, en sus casas y con su familia. Que volvieron a nacer, el comentario general.
Todavía quedan por allá cuando menos un par de sinaloenses en espera de recibir este beneficio y volver a la patria lo antes posible.
Ojalá).
-0-
Por otro lado.
El conocido agricultor y empresario Sergio Raúl Esquer Peiro, más conocido como “El Pío” levantó la mano para contender por una candidatura al Senado de la República, por los tres partidos integrantes de la coalición del llamado Frente Amplio por México.
Hace bien el “Pío” en hacer públicas sus aspiraciones y más aun en confiar en una alianza partidista que hoy día no atraviesa precisamente por sus mejores momentos.
-Si, aspiro a representar a Sinaloa en el Senado – dijo en conferencia de prensa – porque las familias de nuestro Estado merecen alguien que los defienda y que conozca a fondo el sector agrícola; merecen alguien que lo viva día a día y que padezca las consecuencias ante las marcadas equivocaciones del gobierno federal.
Para Sergio Raúl Esquer no será fácil obtener una candidatura como esta. A pesar de la crisis por la que atraviesan los partidos aliados, hay mucho tirador y lo peor: que ya sienten que es su última oportunidad.
Y pues, suerte…
-0-
Por cierto.
En el PRI, Oscar Javier Valdés López asumió la titularidad del comité estatal del Movimiento Territorial, en evento encabezado por el dirigente nacional del organismo, Erubiel Alonso Que y celebrado en lo que llaman el “lobby” del edificio sede del Comité Directivo Estatal.
Oscar Valdés no solo es amigo muy cercano a Jesús Valdés, sino hasta su primo en primer grado; pero él, a diferencia del compadre Chuy, se tapó los oídos ante el canto de las sirenas.
Se trata de un cargo de mediana importancia en la estructura oficialmente reconocida por el PRI; pero que le permitirá mantenerse vigente, de cierto modo y a lo mejor hasta aspirar a algo el año que viene.
Digo.
-0-
Y hasta aquí por hoy. Ya nos fuimos. Cuídense mucho y Dios los bendiga.
-0-