Lo peor que le puede pasar a México ante la declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el pasado 5 de mayo, de finalizar la emergencia de salud pública por el SARS-CoV-2, es que sus funcionarios públicos responsables de proteger la salud en todo el país, minimicen aún más los riesgos que todavía persisten ante la pandemia que aún no ha terminado.
Pero lo más probable es que los funcionarios federales del sector salud desdeñarán el hecho de que el coronavirus aún infecta a miles y mata a varias personas mexicanas cada semana.
En los más de tres años pandémicos que han transcurrido, quienes debieron estar más preocupados durante la crisis sanitaria fueron quienes más desinformaron a la sociedad y dispersaron el mayor número de noticias y datos falsos sobre la COVID-19: el Secretario de Salud y el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Jorge Alcocer y Hugo López-Gatell, respectivamente.
Al anunciar la decisión del Comité de Emergencia de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo que se trataba del fin de la emergencia de salud pública, pero que la pandemia y sus riesgos permanecen: Llegó para quedarse y todavía está matando y mutando.
En todo el mundo todavía miles de personas luchan por sus vidas en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales y millones más continúan viviendo con los efectos de largo plazo del COVID-19 largo.
De acuerdo con las cifras oficiales de cada país, que recopila la OMS, han enfermado 676 millones 607 mil personas y han perdido la vida 6 millones 882 mil, sin embargo, como reconoció el mismo organismo multilateral, las cifras más reales se acercan al triple, esto es, alrededor de 21 millones de fallecimientos.
En un análisis de la OMS sobre el número de casos ocurridos en los dos primeros años de la pandemia (2020 y 2021), publicado en la revista The Lancet, el organismo observó que los reportes de los países miembros indicaban más de 5 millones de muertes, pero sus estimaciones arrojaban que, cuando menos, 18 millones 200 mil personas habían perdido la vida por el nuevo coronavirus en ese lapso en todo el planeta, es decir, tres veces más que las cifras reportadas oficialmente (Ver en: https://doi.org/10.1016/S0140-6736(21)02796-3).
Un día antes del anuncio de Ghebreyesus, el 4 de mayo, el Comité de Emergencia se reunió y analizó un informe de la OMS que afirma que los sistemas sanitarios han empezado a mostrar los primeros signos importantes de recuperación.
Asimismo, el miércoles 3 de mayo, la Organización presentó un documento titulado De la respuesta de emergencia al manejo a largo plazo de la enfermedad de COVID-19: sostenimiento de los logros obtenidos durante la pandemia de COVID-19, donde menciona que: “A medida que la pandemia de COVID-19 entra en su cuarto año, la vigilancia ha disminuido drásticamente. Si bien los casos y las muertes informados semanalmente se encuentran en el nivel más bajo desde que comenzó la pandemia, millones continúan infectados o reinfectados con SARS-CoV-2 y miles de personas mueren cada semana”.
En dicho informe se modificó el plan estratégico a uno de preparación y respuesta para 2023-2025, en la que se propone una transición de la emergencia de la COVID-19 a una respuesta a largo plazo basada en la prevención, el control y la gestión sostenidos a largo plazo de la COVID-19 (leer en: https://www.who.int/publications/i/item/WHO-WHE-SPP-2023.1).
“Es un plan para seguir reduciendo la incidencia del coronavirus y sus variantes, prevenir, diagnosticar y tratar la covid para reducir la morbimortalidad y las secuelas y apoyar a los Estados para una respuesta sostenible”, dice el documento.
La pandemia demostró que la salud no es solo central para el desarrollo, también es fundamental para las economías y sociedades, la seguridad nacional y la estabilidad política. “Cuando la salud está en riesgo, todo está en riesgo”.
Pero la pandemia de COVID-19 aún no ha terminado, sigue siendo una amenaza para los pacientes vulnerables (personas ancianas, frágiles y enfermas) y seguirá apareciendo en los certificados de defunción, de muchas personas en el futuro.
La declaratoria de la pandemia ocurrió el 11 de marzo de 2020 en medio de las críticas de científicos y expertos de todo el mundo, debido al retraso de la OMS, y se cuestionó el reglamento sanitario internacional por anacrónico.
En términos prácticos, la “declaratoria de emergencia” es una forma de alertar a la comunidad internacional sobre el peligro de una enfermedad que se extiende e incide en varios continentes y con gran potencial de propagación mundial, pero, fundamentalmente, un grito de alarma sobre la gravedad y el riesgo que representaba el coronavirus.
Por definición, una pandemia es una epidemia de una enfermedad infecciosa que se propaga en un área geográficamente extensa, ya sea en varios continentes o en todo el mundo, afectando a un número considerable de personas. Este criterio se sigue aplicando al SARS-CoV-2 y a otras enfermedades como el VIH-Sida, el cólera y el paludismo.
Aunque la situación ha mejorado considerablemente, con menos mortalidad y más inmunidad, ya sea inducida por las vacunas o por las infecciones naturales, el virus continúa circulando y hay muchas incertidumbres sobre su evolución.
Además junto con la crisis sanitaria internacional se generaron otras crisis globales como la económica, la social, política, laboral, y muchas otras. Millones de personas vivirán el resto de sus vidas con las secuelas de la enfermedad y muchas más han experimentado soledad, aislamiento, ansiedad y depresión.
La amenaza para la salud pública generada por el coronavirus continúa y llegó para quedarse; se ha convertido en otra enfermedad infecciosa que afecta la salud humana, un mal endémico que no quiere decir inofensiva, como falsamente muchos funcionarios públicos querrán hacer creer, esos mismos que, desde un inicio, menospreciaron a la pandemia.
FUENTE: mvsnoticias.com