Por: Jorge Luis Telles
= Complicado establecer una marcada diferencia.
= Se trata de dos maravillas de la naturaleza.
= Iguazú, entre lo exuberante de la selva
= Niágara, entre enormes y modernas ciudades
Las cataratas de Iguazú, localizadas en la línea fronteriza entre Argentina y Brasil, rivalizan con las del Niágara, ubicadas en la zona limítrofe entre Canadá y los Estados Unidos. De las primeras, se dice, son las más grandes y caudalosas del mundo; de las segundas, las más espectaculares del orbe. Quizás aquí aplica, mejor que nunca, aquello de que ambas tienen lo suyo y en todo caso “cuales son las que te gustan más a ti”. Para ello, solo hay un camino: conocerlas, recorrerlas y disfrutar, a plenitud, de este regalo de la naturaleza y de Dios, por supuesto.
Por eso, incluimos una visita a las cataratas de Iguazú, en nuestro viaje de la primavera de 2011, por diferentes países de América del Sur. Las del Niágara, las agendamos para años después. Y solo hasta entonces tendremos puntos concretos de comparación.
Ya habíamos recorrido los principales atractivos turísticos de Santiago de Chile, Buenos Aires y Montevideo, cuando llegó el momento de volar a Puerto Iguazú, donde haríamos el cruce fronterizo hacia Foz Do Iguacú, de Brasil. Esa pintoresca y hospitalaria ciudad, además de las cataratas, ofrece un atractivo adicional: se localiza justo en la intersección de tres países, Argentina, Brasil y Paraguay, separados por el río Paraná y por el río Iguazú. Ciudad del Este, Paraguay, redondea el triángulo con Puerto Iguazú y Foz Do Iguacú.
El vuelo 4026 de Lan Airlines, que despegó del aeropuerto doméstico de Buenos Aires, nos trasladó hasta Puerto Iguazú, donde aterrizamos en una terminal aérea pequeñita, chiquita, rudimentaria, rodeada de una exuberante vegetación y bajo una lluvia apenas perceptible. Ya nos esperaba ahí el guía brasileño, quien nos auxilió en el trámite migratorio – por si usted no lo sabe, nuestro país hermano, Brasil, que tanto queremos, exige visa los mexicanos -, para poder cruzar hacia tierras brasileiras.
Por fortuna, el trámite fue ágil, sencillo y rápido. En cosa de minutos nos vimos en el Puente Internacional Tancredo Nieves (también conocido como Puente Internacional de la Fraternidad), cuya mitad luce los colores azules de la bandera argentina y la otra, los de la verde amarela, de Brasil. La tarde, casi el anochecer, no permitió visitar, de inmediato, las famosas cataratas; pero si dio tiempo a asomarnos al país de Paraguay – río Paraná de por medio – tras cruzar el puente Internacional de la Amistad, para recorrer Ciudad del Este, la segunda en importancia de ese país de América del Sur.
A final de cuentas, todo un día para gozar de las cataratas de Iguazú, por el lado brasileño, a donde nos trasladamos a primera hora, con destino al Parque Nacional Iguacú, donde hay una enorme cantidad de paraderos y observatorios para apreciar, en toda su intensidad, este complejo formado por275 saltos de agua, algunos hasta con 80 metros de altura, sobre el río Iguazú. El espectáculo formado por las caídas de agua es bellísimo, así como todo el entorno natural que le rodea: una combinación de flora y fauna, que nos ofrece especies para nosotros desconocidas hasta entonces.
Foz do Iguacu es una ciudad pequeña, de aproximadamente 250 mil habitantes, en la que, además de los lugareños, residen migrantes argentinos y paraguayos, además de tener colonias enteras de italianos, alemanes, libaneses y japoneses. Su principal fuente de ingresos es el turismo y eso explica la calidad de sus servicios en hotelería y restaurantería. Cuenta con grandes centros comerciales y restaurantes de primera calidad, en los cuales, por un precio de 50 dólares por persona, se pueden comer todos los tipos de cortes de carne, presentados en las famosas espadas. Hay joyerías, donde diamantes, rubíes, esmeraldas y diamantes, deslumbran la vista del visitante.
El impresionante rugir de las cascadas al caer, se escucha desde kilómetros antes de llegar y del mismo modo, el vapor de agua que se desprende de la misma dinámica. Hay que caminar un total de mil 400 metros a través de pasarelas y escaleras, antes de llegar a la llamada Garganta del Diablo, que es el epicentro de esta maravilla de la naturaleza. Primero, son pequeñas caídas de agua, allá a lo lejos; luego, medianas y aumentan su intensidad en la medida en que nos aproximamos a la joya de la corona, donde el bramido de las aguas, mezclada con el vapor y la llovizna que de ellas se desprende, provocan en el turista una sensación indefinida, que se aproxima a la sensación de ser parte de ese mundo desconocido.
De acuerdo a la cartografía del lugar, solo el 20 por ciento de las cataratas se ubican en territorio brasileño y el resto en Argentina; pero es del lado brasileño donde se encuentran los mejores puntos de observación y eso explica la operación de por lo menos dos hoteles con categoría de cinco estrellas, en cuyos alrededores también se práctica el turismo ecológico y el de riesgo extremo, además del atractivo que constituyen las cascadas por sí mismas.
Transitar por las pasarelas, subir y bajar indistintamente sus escaleras, parece la mejor forma de disfrutar del espectáculo; pero hay otros ángulos visuales que se ofrecen a los visitantes. Uno de ellos, un vuelo de 15 minutos en helicóptero y otro un paseo en bote, que coloca a los turistas exactamente atrás de la caída de la imponente Garganta del Diablo. Preferimos lo primero, conscientes hasta eso de que en gustos se rompen géneros.
La visita a las cataratas de Iguazú deja la certeza de que, en efecto, son las más grandes y caudalosas del mundo, con un plus: su ubicación en medio de una espesa vegetación, así como la enorme cantidad de especies animales y lo diversidad de su flora. Para los amantes del turismo ecológico, una experiencia inolvidable.
Contra esto, dicen los “trotamundos”, difícilmente pueden competir las cataratas del Niágara, localizadas al noreste de los Estados Unidos y al sureste de Canadá, cerca de Nueva York y 180 kilómetros al Sureste de la ciudad de Toronto, Canadá.
Las cataratas del Niágara también se pueden observar desde dos países: Canadá y Estados Unidos y ambas naciones las promueven como propias. Esta maravilla natural se localiza en la ciudad de Niagara Fallas, compartida por los dos países. Las cascadas están precisamente sobre el río Niagara, que une dos de los grandes lagos: Erie y Ontario. Visita obligada o imperdible para quienes viajan por esas latitudes de América del Norte.
Es precisamente nuestro destino inmediato para poder establecer, con precisión, las diferencias entre ambos sistemas de cataratas: Niágara e Iguazú.
Tan pronto se puede viajar de nuevo.
Dios mediante.
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